El 9 de noviembre se llevó a cabo en New York la asamblea número 76 del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en donde jefes de Estado pronunciaron su discurso. Por esta ocasión, la mesa de diálogo era presidida por el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y a las 9:04 de la mañana declaró abierta la sesión. Todo parecía normal, la formalidad de la asamblea marchaba al pie de la letra, pues en esta se hablaría de casi lo mismo que se hablado en los anteriores consejos, es decir, no había de qué sorprenderse.
Los presidentes hicieron su intervención, pronunciaron su discurso y pusieron sobre la mesa algunas propuestas. Y llegó el momento del presidente López Obrador, quien muy seguro de sí mismo presentó ante el micrófono de la asamblea su magistral discurso, y su base fue “el combate a la corrupción”. ¿Y cuál fue el contenido del discurso del señor presidente ante tan importante asamblea de nivel internacional? “Mi planteamiento se basa en lo que postuló ese titán de las libertades (…) que fue el presidente Franklin Delano Roosevelt (¿?): El derecho a una vida libre de temores y miserias que sigue siendo el más sólido fundamento de la seguridad para todas las sociedades y los estados”. Estas palabras no tuvieron tinta de un planteamiento serio, real, sino que terminaron siendo un halago de rodillas para el gobierno de Estados Unidos, pues sabemos que siempre que López Obrador tiene oportunidad de hacerlo, lo hace. Pero supongamos que la introducción del presidente mexicano tiene credibilidad.
Al instante, Andrés Manuel López Obrador continúa: “el principal obstáculo para el ejercicio de ese derecho es la corrupción, en todas sus expresiones”. Queda claro que nuestro presidente no ha aprendido nada desde aquel día que dijo que el principal problema de México es la corrupción; que el origen de la pobreza es la corrupción; que el maestro Marx aquí no aplica, y que fue la burla a nivel nacional y fue duramente criticado por los intelectuales. Y desde entonces se ha empeñado a repetir en la mayoría de sus discursos que ese es el verdadero problema de México. Quizá el presidente no se dé cuenta que está equivocado, que la pobreza y la desigualdad tienen otro origen, o quizá sea la verdad que él ha fundado desde su manera y perspectiva de entender el funcionamiento y las bases de una sociedad, y como verdad única pretende que los demás lo creamos verdadero. Y a partir de ahora el presidente López Obrador debe dejarnos muy en claro cuáles son las expresiones reales de la corrupción y dejar de hablar de corrupción como una abstracción.
La siguiente parte del discurso tiende a explicar las razones y orígenes de esa corrupción de la que tanto nos habla López Obrador, pero únicamente termina realizando una serie de afirmaciones para mostrarnos lo que es la corrupción: “Es corrupción el que tribunales castiguen a quienes no tienen con qué comprar su inocencia. Es corrupción la impunidad de quienes solapan y esconden fondos lícitos en Paraísos Fiscales”. Esto quedará asentado en la historia mexicana y será recordado como el límite intelectual de nuestro presidente. Lo más preocupante y decepcionante del discurso de AMLO es cuando afirma que “sería hipócrita ignorar que el principal problema del planeta es la corrupción”. Hasta estos niveles ha llegado la ignorancia de nuestro presidente, ya no le basta aplicar su metodología en nuestro país, sino que ahora lo aplica a nivel mundial, algo que es totalmente erróneo.
Hay que aclararle una vez más a AMLO que el origen de la pobreza y la desigualdad en el mundo es la acumulación de riqueza en unos cuantos individuos, pues (según una publicación de la OXFAM del 20 de enero del 2020) 2 mil 153 multimillonarios poseen más riqueza que 4 mil 600 millones de personas; que millones de trabajadores ganan un salario raquítico a diferencia de lo que ganan los dueños de las empresas; que millones de personas en el mundo se enferman por no tener las condiciones necesarias para cuidar su salud y que cuando buscan atención médica no logran encontrarla debido a que es costosa y no tienen ingresos económicos para acceder a ella, como sí lo pudo hacer, por ejemplo, la esposa del hijo mayor del presidente, Carolyn Adams, para el nacimiento de su hijo y nieto de AMLO en un Hospital de primera en Houston, Texas.
Y sería hipócrita ignorar que el “combate a la corrupción” que presumió el presidente mexicano ante la ONU, asegurando que esa política ha dado resultados grandiosos, sería hipócrita ignorar que Andrés Manuel López Obrador es un mentiroso y trata de engañar al mundo con su discurso, pues los mexicanos razonables nos damos cuenta que en los hechos es falso que tal medida ha funcionado. ¿El presidente tiene muchas ganas de hablar de corrupción ante las asambleas mundiales? ¡Pues, adelante! ¡Que hable de corrupción! Es necesario que el señor presidente vocifere que el combate a la corrupción es efectivo cuando se trata de un caso que afecta a los intereses de él, por ejemplo contra Cabeza de Vaca, pero si se trata de su hermano Pío López Obrador recibiendo financiamiento ilícito para MORENA o de Delfina Gómez desviando parte del sueldo de trabajadores de su presidencia, ahí no es corrupción, sino que ahí son “aportaciones voluntarias”.
Es necesario que el presidente informe cómo va el juicio a expresidentes, y también cómo va el caso contra Emilio Lozoya, el actual títere y salvavidas de la 4T; el mundo necesita saber por qué su gobierno no aplica el combate a la corrupción contra su prima Felipa Obrador que recibió contratos millonarios de manera directa desde la dirección de PEMEX; el mundo necesita una explicación del por qué el gobierno de la “Cuarta Transformación” despide por razones del “combate a la corrupción”, es decir, sin fundamentos, a más de dos mil trabajadores del sector salud del estado de Oaxaca y el por qué del que su inquisidor de la corrupción realizó su boda en Guatemala con dinero del erario público y con invitados de lujo y ahí el presidente “no dijo ni pío”. Sería realmente hipócrita ignorar eso, ¿no creen?
Por último, nuestro presidente se atrevió a proponer una gran medida que podría hacer del mundo un lugar de más justicia social si en verdad esta se aplica realmente y de manera correcta, esta medida tiene por nombre “Plan Mundial de Fraternidad y Bienestar”, y este estaría financiado por tres fuentes: las mil personas más ricas del mundo y las mil corporaciones más importantes del planeta donarían 4 por ciento de sus fortunas al fondo, la otra vía de ayuda vendría de los países del G-20 que darían una cooperación de 0.2 por ciento de su PIB. Lo curioso aquí es que esta propuesta de AMLO es engañosa, y hay dos razones obvias: primero, López Obrador no ha sido el único en hablar de que es necesario que los gobiernos de los países necesitan unirse a nivel mundial para formar un gobierno multipolar que sí se preocupe por sus ciudadanos y esté dispuesto a apoyarlo; y en segundo, es de dudar mucho que gran parte del G-20 esté realmente interesado en invertirle a tan ambicioso plan, pues la coyuntura actual de cada país está obedeciendo a intereses muy diferentes.
No me causa impresión de que los medios de comunicación más importantes de México hayan aplaudido y engrandecido las “magistrales” palabras del presidente, era de esperarse de que la “prensa chaira” (youtubers e influencers) también esté dándole revuelo a todo esto, asegurando que “Lopez Obrador es el máximo líder mundial”. Lo único que está pasando es que todos estos medios de información segados por el fanatismo momentáneo están evidenciando la crueldad que el presidente Andrés Manuel López Obrador esparce con sus acciones, porque es cruel que el presidente dibuje ante la ONU un México maravilloso cuando en la realidad nuestro país se está cayendo a pedazos a consecuencia del proyecto de la 4T; también están poniendo ante los ojos del mundo los desaciertos que el presidente está aplicando en la mayoría de los problemas sociales de nuestro país.
Los mexicanos debemos prestar atención a las acciones y políticas de nuestro presidente, debemos analizar lo que dice y hace para darnos cuenta si hay congruencia en estas dos partes; y si no existe tal congruencia, debemos corregir al presidente aunque le carcoma la piel y se le retuerza el ego cuando alguien intenta corregirlo. La coyuntura de nuestra nación exige más unidad del pueblo mexicano, exige que el pueblo de México se levante y enfrente la realidad gris que sufrimos todos, pues las cosas no cambiarán por mandato presidencial ni mucho menos si no hacemos nada.
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