Una actitud cínica es la que muestran hoy varios de los alcaldes del estado de Querétaro, pues hasta su quinto año de gobierno (porque se reeligieron al concluir su primer periodo) comienzan a resolver algunas de las necesidades de la gente que les brindó su confianza. Hasta ahora gastan los recursos del erario en apoyos asistenciales, que ciertamente ayudan, pero que no combaten de fondo el problema de la pobreza, agravada por la pandemia que vivimos.
Es el caso de los alcaldes panistas Roberto Sosa Pichardo, de Corregidora, León Enrique Bolaño, de Cadereyta y Guillermo Vega Guerrero, de San Juan del Río, entre otros destacados cuadros de Acción Nacional que le han quedado a deber a su mismo partido y a los habitantes de estos municipios, realizan proselitismo para que su partido conserve el poder en estas demarcaciones o para buscar de otro cargo de mayor responsabilidad en el gobierno para seguir viviendo a costillas de los queretanos.
Roberto Sosa, en sus dos años de gobierno ha demostrado ser un alcalde insensible con la gente pobre del municipio, que ha empeorado ahora por la contingencia. Nunca les hace obras, alegando falta de recursos, sobre todo para las familias que viven en colonias en proceso de regularización, sin importar que en su campaña fueron los primeros que visitó para pedirles el voto, sin preguntar si vivían en colonias irregulares. Sin embargo, curiosamente usó dinero de los ciudadanos en un brillante negocio, suyo, claro. Según nota de El Universal del 3 de febrero pasado, el edil destinó cerca de 30 millones de pesos (mdp), en el fraccionamiento privado "Jardines de la Corregidora&rdquo, donde hoy se venden propiedades de entre uno y dos mdp con escrituras y servicios públicos, mientras los habitantes de La Negreta, Los ángeles y delegaciones rurales llevan decenas de años en el olvido.
Guillermo Vega presume a sus gobernados sanjuanenses en su quinto año de gobierno, el incremento acelerado, como pocos, los índices de inseguridad, ya que según el "Semáforo delictivo&rdquo, en 2020 los homicidios se incrementaron un 24%, los secuestros en un 200%, las extorciones 230%, el narcomenudeo 18%, y los feminicidios aumentaron 200%. De obras para la gente, mejor ni hablamos. Pero eso sí, con estas excelentes cartas el edil ha manifestado su humildad y disposición de querer continuar trabajando desinteresadamente en favor de la población, aunque sea como diputado.
La gente de Cadereyta, donde "gobierna” León Enrique Bolaño, vive como ha vivido siempre, en la pobreza y en la pobreza extrema. En delegaciones enteras gobierna el caciquismo. No apoya a los subdelegados para que desempeñen su trabajo, infinidad de comunidades carecen de los servicios más indispensables como agua, luz y drenaje. El presidente municipal utiliza los recursos para hacer campaña electoral para promoverse y promover a sus amigos cercanos, con calentadores y tinacos para captar agua cuando de casualidad llueve, en lugar de hacer obras que resuelvan definitivamente su carencia. En las escasas obras que hace acuerda directamente con empresas de sus amigos, como el conocido contratista, Abraham González, que a su vez ilegalmente subcontrata a otras empresas que utilizan mano de obra de los propios campesinos a los que no les paga su trabajo, como lo hizo en varias comunidades de Maconí. Renta patrullas de la policía municipal y hasta las lámparas de alumbrado público.
Gobernar se ha convertido en el mejor negocio de los estos alcaldes queretanos. Por eso allí los vemos ahora a unos cuantos días de la elección, para treparse una vez más al poder, o para repetir en el cargo, todos sudorosos y extasiados tomándose fotos, lo mismo reparando caminos o calles, inaugurando obras de luz, entregando despensas a gente necesitada, calentadores solares o tinacos supuestamente "para combatir la pobreza&rdquo, o entregando una escritura pública. Todo se vale, todo es bueno para intentar engañar al pueblo inocente creyendo que todo lo olvida.
Muy parecido al contenido de la fábula china El hombre que no vio a nadie: "Se reunían ese día en el mercado un buen número de comerciantes, entre el un hombre que vendía oro. De pronto, un joven se acercó y, a plena luz del día y ante todas las miradas, robó una onza de oro y salió corriendo. No tardaron mucho en apresarlo y el comerciante le preguntó: – Pero… ¿por qué has robado el oro a la vista de todo el mundo? El joven, apesadumbrado, respondió: – Cuando tomé el oro no vi a nadie. No vi más que el oro”.
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