México está encaminado al cuarto año de la 4T y, por tanto, cada día es menos válido el desgastado argumento del presidente, Andrés Manuel López Obrador, de que los problemas actuales del país son culpa de gobiernos anteriores.
Asimismo, ya no tiene validez la argumentación que hacen algunos de sus defensores de que lleva poco tiempo y hay que dejarlo gobernar. Poco a poco se hace evidente que el Gobierno lopezobradorista es una réplica del viejo sistema político de los años 70, el de los neoliberales que según tanto odia, con careta de nacionalista para consumo de los ingenuos que lo siguen aplaudiendo a todo lo que da.
De hecho, no se ve por ningún lado algún resultado positivo de la administración morenista, todo lo contrario, abundan informes de que las acciones del actual Gobierno federal siguen fracasando en todos los rubros. Sin embargo, es increíble que, ante los cuestionamientos de sus fracasos, el presidente, en sus mañaneras decida, dedicarse a sostener que los golpes del conflicto de interés de su hijo mayor no le habían afectado en su popularidad.
A muchos mexicanos no nos interesa mucho su popularidad, ni estar escuchando todo el tiempo culpas del pasado. Lo que realmente interesan son los resultados.
La situación social, económica y política que afronta nuestro país es grave y preocupante. Los niveles alcanzados en pobreza, desempleo, pobreza laboral, inseguridad, inflación, fuga de capitales, carencia de seguridad social, entre otros, son verdaderamente alarmantes y todo apunta a que no se deben al pasado o a la pandemia, sino a las pésimas políticas de la 4T.
Haciendo a un lado la apatía, debemos informarnos para conocer las causas de este obscuro panorama y sacar lecciones de situaciones lamentables, como las que vivimos la inmensa mayoría de los mexicanos y a partir de éstas generar resultados positivos por el bien del futuro de nuestra patria.
Bastan algunos ejemplos para conocer la situación que guardan la CFE y Pemex, que bien retratan de cuerpo entero al lopezobradorismo.
Comparada con las administraciones neoliberales anteriores, la actual administración federal destaca por otorgar a diestra y siniestra contratos por asignación directa a grandes empresas.
El grupo Reforma publicó, el pasado 26 de febrero, una noticia titulada “Paga CFE (sin licitar) 554 mdd de más”. La falta de competencia le saldrá cara a la Comisión Federal de Electricidad (CFE), porque al asignar sin licitación sus seis centrales, pagará 553.9 millones de dólares adicionales, porque a la licitación no llegó ninguna empresa debido a la incertidumbre que generó el mecanismo de pago por las obras.
Ante ello, la CFE asignó directamente los seis proyectos a Siemens Energy y Mitsubishi Power. Estas adjudicaciones resultan preocupantes porque la CFE nunca hizo público por qué se declararon desiertas y qué fue necesario cambiar para poder asignarlas.
Por tercer año consecutivo, la Comisión Federal de Electricidad registró una pérdida neta al caer 95 mil 371 millones de pesos en 2021, 10.9 por ciento mayor que la cifra negativa registrada al cierre de 2020, cuando fue de 85 mil 996 millones de pesos.
Otra publicación sumamente interesante, disponible en diversos medios digitales, bajo el título “Pierde Pemex $224 mil millones en 2021”. Pemex perdió 124 mil 125 millones de pesos en el cuarto trimestre del año; al finalizar 2021 reportó una pérdida de 224 mil 400 millones de pesos, informó la empresa productiva del estado.
Esto a pesar de apoyos del Gobierno que ascendieron a 275.849 millones de pesos, la empresa del Estado sigue en números rojos, a pesar del polémico plan de AMLO para rescatar a la empresa de combustibles de su peor crisis de producción en 40 años.
En marzo de 2019, el presidente anunció 10 acciones para que en tres años el país vuelva a ser autosuficiente en la producción de combustibles, 10 acciones de las cuales no se dice nada por ninguna parte y ya pasó el plazo que el mismo gobierno se impuso por presión de la escasez de combustible en nuestro país en 2019.
López Obrador ha hecho de la agenda energética un eje central de su proyecto político, con el fin de devolver el control del mercado a dos empresas del Estado, la CFE y Pemex. Se apoya en una suerte de sueño petrolero para tratar de dar un nuevo impulso al sector de los hidrocarburos y a Pemex. Pero, al igual que ocurre con la CFE, su objetivo es rescatar a la petrolera estatal, que acumula una deuda millonaria, es la empresa más endeudada del mundo.
“Es el mejor negocio del mundo”, dijo el presidente recientemente al anunciar la compra de una planta de Deer Park en Houston, Texas por 600 millones de dólares, una refinería que también arrastra una deuda de casi 1.000 millones.
Bajo la careta nacionalista, la 4T trata de replicar el modelo que predominó en México desde los años 40 hasta 1982, mientras perduró el Estado de Bienestar que garantizaba el acceso de numerosos satisfactores.
Estamos ante otro riesgo en que el Estado se arrogue el poder absoluto, como está ocurriendo hoy con la 4T que ya ha generado una situación de desabasto y mil carencias, por su incompetencia, no ve que en su ignorancia está terminando por hundir al país en el caos. Recordemos lo vivido en los días de escasez de gasolinas, y en los apagones.
Estamos viendo que las acciones del Gobierno Federal siguen fracasando y AMLO ya no puede, como reconoció hace unos días en Palacio Nacional, ante un grupo de periodistas, declaración que dio lugar a varias interpretaciones negativas. De tal manera que, con lo expuesto, evidencia la imperiosa necesidad de que la clase trabajadora construya su propia organización e instaure un Gobierno donde el Estado asuma la función rectora pero que sea capaz de coexistir con el mercado, lo regule y ponga controles, pero sin impedirle actuar, evitando solamente sus excesos, todo para salvaguardar el interés social, como nos lo está demostrando China.
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