En las últimas dos décadas, nuestro país ha experimentado un incremento alarmante en los niveles de violencia, alcanzando cifras sin precedentes en la historia reciente.
Tan solo en la última década, los índices de criminalidad han aumentado en un 67 %, con más de 35 mil homicidios registrados tan solo en 2023, y en lo que va de 2024, hay más de 20 mil homicidios; un incremento del 89 % en delitos patrimoniales y un preocupante aumento del 158 % en delitos contra la integridad personal.
La televisión abierta, la música sin restricciones y el contenido cinematográfico violento han normalizado comportamientos destructivos en nuestra sociedad.
La raíz de esta problemática es multifactorial, pero existe un denominador común innegable: la pobreza. Este factor socioeconómico, combinado con la ausencia de regulaciones efectivas en los medios de comunicación, ha creado el caldo de cultivo perfecto para la proliferación de la violencia.
La televisión abierta, la música sin restricciones y la distribución indiscriminada de contenido cinematográfico violento han normalizado comportamientos destructivos en nuestra sociedad.
Sin embargo, la solución no es fácil y se tiene que abatir de diferentes formas. Una de ellas, no la única, pero sí fundamental, es una verdadera revolución educativa.
Necesitamos un sistema que fomente la excelencia académica, donde los estudiantes no se conformen con la mediocridad, sino que aspiren a la excelencia en cada área de su desarrollo.
Esta transformación educativa debe ir acompañada de una regulación más estricta de los contenidos mediáticos, eliminando los mensajes subliminales que promueven la violencia y comportamientos antisociales.
La promoción de la cultura y el deporte emerge como un pilar fundamental en esta estrategia integral. Debemos crear espacios y oportunidades para que los jóvenes canalicen su energía en actividades constructivas, alejándolos de las drogas y otros vicios que corroen el tejido social.
Los centros culturales, instalaciones deportivas y programas artísticos deben ser tan accesibles como prioritarios en cada comunidad.
Ante esta realidad, el Movimiento Antorchista tiene una propuesta integral basada en cuatro ejes fundamentales para la transformación nacional:
1) La generación de empleo universal para la población económicamente activa.
2) La implementación de salarios dignos que permitan una vida decorosa.
3) Una reorientación estratégica del gasto social, priorizando la infraestructura y los servicios básicos.
4) El establecimiento de una política fiscal progresiva que distribuya equitativamente la carga tributaria.
La ecuación es clara: mejores condiciones de vida + educación de calidad = reducción significativa de la violencia y no sólo de este problema, sino también de otros males que aquejan al país.
No obstante, este cambio requiere un compromiso conjunto de la sociedad, las instituciones y el gobierno. La transformación que necesitamos debe ser integral (económica, social y cultural), sostenida en el tiempo y respaldada por políticas públicas efectivas.
La eliminación de la violencia no es una utopía; es un objetivo alcanzable mediante la implementación de estrategias coherentes y el compromiso decidido de todos los sectores sociales. Sólo así podremos construir la sociedad pacífica y próspera que merecen las futuras generaciones.
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