Quintana Roo es un estado con abundantes riquezas naturales; son impresionantes sus hermosas playas y lagunas, sus enormes y lujosos hoteles, lo que lo ha posicionado como atractivo turístico nacional e internacional.
Sin embargo, pese a la derrama económica que genera, es abismal la desigualdad de ingresos entre ricos y pobres, es decir, a los trabajadores sólo se les da migajas de las riquezas que produce.
Tan sólo a finales del año anterior según la encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares, el 10 % de los hogares más pobres tuvieron un gasto mensual de 8 mil 660 pesos o menos, mientras que el 10 % de las familias mejor acomodadas ganaron cerca de 146 mil pesos mensuales, y aun peor es que las familias de menor recurso cada vez ganan menos.
Esta brecha de desigualdad que es alrededor de 138 mil pesos es una de las más altas en el país, sólo detrás de los estados de Michoacán, Guerrero, Oaxaca o Chiapas, y esto se debe principalmente a que la clase considerada pobre en Quintana Roo cada vez tiene menos ganancias económicas.
Esta menor adquisición para los quintanarroenses se viene agravando desde 2016 y aún más con la pandemia de covid-19 que es cuando bajó de 11 mil pesos a 8 mil 660 pesos, mientras que los más ricos también tuvieron una ligera baja en sus ingresos; después de la contingencia se volvieron a recuperar con sus 146 mil pesos mensuales.
Esta situación que afecta a los más pobres principalmente se da en las zonas rurales y la periferia de las ciudades más grandes como Cancún o Playa del Carmen, donde no existen actividades económicas que impulsen el desarrollo.
Un claro ejemplo se ve en el campo donde los campesinos son cada vez menos quienes lo trabajan, y en la mano obrera no hay las suficientes oportunidades con más industrias manufactureras que ofrezcan mejores oportunidades de empleo.
En las últimas décadas, la mayoría de los quintanarroenses se ha ocupado en diversas actividades turísticas que, en honor a la verdad, ya no generan ingresos que realmente compensen a los trabajadores los gastos necesarios para atender las necesidades del hogar.
Ante estas dificultades, los ricos se siguen haciendo más ricos, mientras que cada día que pasa los pobres siguen siendo más pobres.
En estas circunstancias es necesario que se tomen medidas donde se trate de apoyar más al desarrollo de toda la población por igual, sobre todo la más empobrecida, para que no siga creciendo la brecha de desigualdad de ingresos entre los que menos tienen pues, de no ser así la situación terminará en un estallido social.
Ya es hora de que la clase trabajadora luche por sus derechos e igualdad de condiciones; el Estado tiene la obligación atender las necesidades de los pobres y además tiene las condiciones para hacerlo. Es cuestión de voluntad política de las autoridades de los tres órdenes de gobierno y, por ende, el pueblo trabajador ya no puede seguir permitiendo que se sigan violando sus derechos constitucionales.
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