Edomex.- Son las seis de la mañana y la luz del día comienza a arañar la oscuridad en el noroeste mexiquense. Ante el frío, los alientos escapan de las gargantas como si fuera humo blanco. El atole y el café se hacen presentes, algunos buscan cortar el golpe del viento helado; los más precavidos, cargan cobijas y se envuelven para olvidarse del clima.
Uno a uno, en familia o con los amigos, llegan ciudadanos a los puntos de reunión. Listos para expresar su inconformidad y exigir justicia; abordan camiones y autobuses con destino a la capital del país, llevan mantas y banderas, practican las consignas que han de gritar para expresar su sentir, empiezan a calentar motores.
-Hoy se cumplen dos años, ¿no sabías?-pregunta una joven a su amiga.
A manera de juego, una chica delgada, de gorra y lentes, le responde: "Claro, fue el seis de octubre, como olvidar", y levanta el puño en señal de protesta.
Y en realidad así es, el seis de octubre no se ha olvidado para la familia Serrano Hernández que, hace dos años, perdió a su "pilar fundamental", Manuel Serrano Vallejo, fue un acto de represión; un zarpazo cruel de "los enemigos del progreso"; un secuestro que, a todas luces, pone de manifestó los riesgos y obstáculos a los que se enfrentan quienes busquen el bienestar del pueblo.
Sucedió en Tultitlán una mañana del 2013, cuando algunos sujetos rompieron con la rutina de Serrano Vallejo y lo raptaron de su puesto de periódicos, ubicado en el cruce de la carretera Lechería-Cuautitlán sin dejar rastro alguno; crimen que, de acuerdo con el Movimiento Antorchista, se trató de una desaparición forzada, una venganza que buscó escarmentar a la organización social tras su rotundo triunfo en las elecciones del 2012, cuando Maricela Serrano Hernández, hija de Manuel Serrano llegó a la presidencia de Ixtapaluca.
Ya en el CDMX, precisamente en el ángel de la independencia, decenas, cientos, miles de antorchistas descienden de los autobuses y se funden en un contingente nacional. Querétaro, Estado de México, Michoacán, Morelos, Oaxaca, CDMX, entre otros sitios de la república, hacen presencia con paso firme en el paseo de la reforma, una de las principales arterias de la ciudad.
Aunque algunos medios buscan minimizar la fuerza de la concentración, un vistazo sobra para desmentirlos. La fila de manifestantes parece interminable. 9 mil dice la radio; el conteo real, 100 mil personas camino al Zócalo en busca de justicia.
Empujados por la indignación y siempre pacíficos, los manifestantes pintan de rojo avenida Reforma con sus banderas y pancartas. Durante su recorrido, consignas al unísono hacen eco entre ciudadanos expectantes por la magnitud de la movilización.
"¡Manuel, amigo, en Antorcha sigues vivo!", grita enérgicamente una mujer al micrófono. Sin detenerse, el contingente repite con más ahínco la frase. Una vez más. Otra vez, y así cada consigna. La marcha es un vaivén de sonidos, de canticos revolucionarios y de protesta.
Sobre el camino, vigilado por enormes edificios, quedan rastros de la protesta realizada el 2 de octubre, en conmemoración de la masacre estudiantil de 1968. Son rastros de violencia y vandalismo, monumentos grafiteados, manchas en las fachadas de comercios; síntomas de una manifestación desvirtuada que culminó en enfrentamientos entre la policía y grupos "anarquistas".
Hoy, quienes se manifiestan lo hacen con respeto, con el único objetivo de exigir justicia a las autoridades federales y exponer ante la sociedad la tragedia que vive la familia Serrano Hernández ante el secuestro y posterior asesinato de Manuel Serrano Vallejo, crimen que no ha sido esclarecido en su totalidad, pues los autores intelectuales siguen libres.
A pocos metros del zócalo, cientos de granaderos forman una valla que impide el paso del contingente. Cascos, escudos y uniformes se atrincheran como un muro para frenar cualquier avance. Aquí no hay enfrentamiento, solo se restablece el punto de encuentro para el mitin final: todos al Hemiciclo a Juárez.
Una vez en el templete principal, Maricela Serrano Hernández, diputada federal por Ixtapaluca toma la palabra. Su discurso es fuerza y rabia, "encabronamiento", dice ella misma. Sus palabras salen como arrancadas de sus propias entrañas.
"Antorcha es el pueblo organizado que hoy está aquí exigiendo justicia. Hoy se cumplen 2 años desde que se llevaron al compañero Manuel Serrano y estos dos años sí, la familia tiene mucho dolor, sí, tiene mucho sufrimiento, pero, sobre todo, mucha indignación y mucho coraje contra este sistema que nos ha arrebatado a nuestro padre, contra estos políticos que nos han reprimido y nos han separado de Manuel Serrano".
Los aplausos le roban la palabra a Maricela Serrano. El apoyo es innegable; tras cada frase, tras cada consigna miles de gargantas solidarias responden al llamado. Se deja en claro que la lucha seguirá, que "no habrá freno para el progreso".
Por fin se acuerda la formación de una comisión negociadora con las autoridades. La gente sigue al pie del cañón, aguantando a pie firme. Aunque no será la última movilización, el mitin se da por terminado. Los contingentes caminan de regreso a sus transportes, a continuar con la lucha desde sus trincheras.
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