Este fin de semana se realiza el XXIII Concurso Nacional de Teatro, organizado por el Movimiento Antorchista Nacional, con actividades programadas para viernes, sábado y domingo, respectivamente.
La ciudad de San Luis Potosí es sede de dicho concurso; el último que ahí realizamos fue en el año 2018. No lo realizamos por la pandemia de covid-19 y después por la negativa del gobierno potosino, que nos obstaculizó la renta del Teatro de La Paz.
El teatro puede ser una herramienta para enfrentar la guerra cognitiva, llevando a todos los rincones del país el mensaje de los mejores dramaturgos que ha producido la humanidad
Pero, ahora gracias al esfuerzo de los antorchistas potosinos y su líder, el abogado Lenin Campos Córdova, se retoma esta sede, y en el mejor teatro de San Luis Potosí.
Largas jornadas teatrales se vivirán en estos tres días en los que desfilarán siete puestas en escena de la categoría semiprofesional. Entre ellas está la obra que representa al Estado de México, Ifigenia en Tauride de Johann Wolfgang von Goethe, cúspide de las letras alemanas.
La obra narra la tragedia de Ifigenia –hija de Agamenón, jefe de los ejércitos aqueos, y Clitemnestra– y que el oráculo profetizó que había que sacrificar a los dioses para que soplara viento y las naves de Agamenón pudieran zarpar hacia Troya para recuperar a Helena y vengar su rapto. Ifigenia no es sacrificada gracias a que Artemisa la salvó, pero la hizo sacerdotisa de un templo en su honor en la región de Táuride (Crimea).
En la moderna versión, Goethe apela a la razón y al poder de la palabra para lograr la libertad de Ifigenia y que pueda regresar a Grecia con los suyos.
En la categoría amateur, el Estado de México participó con dos obras. La primera en presentarse fue La gaviota, del dramaturgo ruso Antón Chéjov, interpretada por la compañía de teatro de la preparatoria Ignacio Manuel Altamirano, bajo la dirección del profesor Edgar Cid Portillo.
La obra, enmarcada en la sociedad feudal rusa en plena descomposición, es anterior a la revolución de 1905. Chéjov, creador del naturalismo dramático ruso, nos presenta una serie de personajes cuyas vidas inútiles, tediosas y solitarias son de personas incapaces de comunicarse entre ellas y sin posibilidad de cambiar la sociedad que sabían se estaba hundiendo sin remedio.
En La gaviota se abordan problemas humanos como el amor, la frustración, el arte, la vocación, la fama, los celos y la muerte, para lo cual Chéjov echa mano de un grupo de personajes, con sus defectos y virtudes que pueden parecerse a nosotros mismos. Muchos acontecimientos dramáticos que, sin duda ocurren, no suceden en la escena, sino fuera de ella; sólo un público atento puede darse cuenta.
Lo que se deja sin decir muchas veces es más importante que la idea o los sentimientos expresados, pero, aunque no se diga, el público atento lo concluye por sí mismo.
La última del Estado de México en presentarse se llama Fedra, del dramaturgo francés Jean Racine, llevada a escena por los estudiantes de la Normal Ignacio Manuel Altamirano, bajo la dirección del maestro Alejo Ambriz Romero.
Es un drama clásico que narra la tragedia de Fedra, esposa de Teseo, quien se enamora locamente de su hijastro Hipólito. Fedra lucha con sus propios sentimientos inconfesables y su sentido del deber moral, lo que la lleva a confesar su amor a Hipólito, quien la rechaza, pero Fedra hace creer a Teseo que Hipólito intentó seducirla, lo que llevará a Teseo a maldecir a su propio hijo.
A medida que la historia avanza, la tragedia se hace inevitable con el desenlace de muertes y revelaciones dolorosas. Racine explora temas profundos como la culpa, el deseo prohibido y la destrucción causada por las pasiones humanas, así como el rol del destino y la fatalidad.
La obra se destaca por su estilo poético y el uso del verso alejandrino, típico de la tragedia clásica francesa, que intensifica el dramatismo y la complejidad emocional de los personajes.
El montaje de estas tres obras y todas las demás que participaron en el concurso estatal es una muestra del trabajo del Movimiento Antorchista del Estado de México, así como de las escuelas de donde provienen los actores y actrices, de los directores de las instituciones y de los directores de dichas obras. Un reconocimiento a todos y todas y nuestros mejores deseos de que su participación sea muy destacada y ojalá resulten premiados.
Este XXIII Concurso Nacional de Teatro se lleva a cabo en un contexto nacional e internacional sobre el que vale la pena decir dos o tres cosas a propósito del título de esta colaboración: el teatro y la guerra cognitiva.
En el plano nacional, estamos saliendo del primer piso de la 4T, en el que se prometió el “oro y el moro” y se nos presentaba un país que, al decir del expresidente, “íbamos bien, muy bien”, y que llegaríamos a tener un sistema de salud “mejor que el de Dinamarca”, donde “se acabó con la corrupción”, “se desapareció el neoliberalismo” y muchas otras mentiras.
Se nos bombardeó a través de conferencias mañaneras con una narrativa que nos presentaba una realidad muy diferente a la que todos vemos y sufrimos todos los días: la de las masacres en muchos estados del país, de la terrible inseguridad que vivimos y que antes no teníamos en esos niveles (y que conste que ya eran muy altos los índices delictivos). La salud pública, francamente desoladora, un endeudamiento público que es con mucho el más grande de nuestra historia.
Y en el plano internacional, el imperialismo norteamericano y su brazo armado, la OTAN, al frente de la manipulada Unión Europea y el indigno Japón, acólito de los gringos a pesar de haber sufrido la masacre de las dos bombas atómicas lanzadas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, donde murieron cientos de miles de personas, cuando ello era absolutamente innecesario, pues Japón y Alemania ya habían perdido la guerra.
Estados Unidos, siempre con su narrativa de defender “el mundo libre y el orden internacional basado en reglas”: lo gringo, lo europeo, como bueno; como malo, todo lo que provenga de otras latitudes: lo chino, lo ruso, lo africano o lo latinoamericano. Es decir, la guerra cognitiva en todo su apogeo.
La guerra cognitiva es un concepto desarrollado por la OTAN para describir la manipulación de la percepción y el pensamiento colectivo con el fin de influir en el comportamiento humano. A diferencia de la guerra convencional, cuyo objetivo son territorios o recursos, la guerra cognitiva busca moldear la mente, moldear opiniones y controlar las narrativas.
Este tipo de control no sólo censura los puntos de vista contrarios, sino que procura anticiparse a ellos, evitando que las ideas opuestas a la narrativa oficial lleguen a la opinión pública.
Nosotros, que formamos parte, nos guste o no, de lo que se denomina “occidente colectivo”, no tenemos acceso a otra visión del mundo más que la que nos permite ese occidente colectivo. No conocemos el punto de vista chino, indio, ruso, árabe o africano, sino el occidental de la BBC de Londres, del periódico Financial Times, de los medios gringos como The New York Times o The Washington Post, o de canales televisivos como CNN, o el punto de vista de Hollywood.
La guerra cognitiva parte del principio de que “el poder genera la realidad, mientras tú estudias esa realidad, nosotros creamos otra”. Esto quiere decir que quienes controlan la narrativa, controlan la realidad misma.
El poder reside no sólo en influir en los hechos, sino en moldear la percepción sobre esos hechos antes de que otros puedan cuestionarlos. Conclusión: quien tiene el control sobre la narrativa tiene el control sobre cómo se percibe la realidad.
Por ello, es trascendental el XXIII Concurso Nacional de Teatro de nuestra organización, porque es una muestra de los mejores dramaturgos de todo el mundo y de todas las épocas de la humanidad.
Por eso, desde esta trinchera demos la batalla contra la guerra cognitiva o pongamos una activa resistencia al intento de moldear nuestra percepción de la realidad, nuestros gustos, nuestros sentimientos, lo familiar, la patria, en fin, la manera de ver la vida y la sociedad.
Por eso, después del concurso, a sacarle jugo al esfuerzo de todas las puestas en escena, a llevar el teatro al pueblo. Que haya cientos de presentaciones en todo México, en todos los lugares donde existan grupos antorchistas; que se presenten las obras en pueblos, ejidos, ranchos, colonias, escuelas. Que a todos los rincones del país llevemos el mensaje de los mejores dramaturgos que ha producido la humanidad.
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