Frívolo, grotesco, decadente… no se me ocurren otros adjetivos que describan, de mejor manera, el lamentable espectáculo que es nuestro escenario político, como reflejo y prueba irrefutable de la crisis profunda del modelo neoliberal que se asentó en nuestro país en la década de los 70 y que ha generado una insoportable contradicción entre la riqueza que se genera, en claro contraste con la insultante pobreza de las grandes mayorías mexicanas.
No hay semana en que no haya un escándalo político, estamos inmersos en un morboso ambiente de señalamientos y ataques entre los distintos grupos que se disputan el poder en nuestro país, quienes sólo difieren en cuanto al matiz de su postura pública, pero en esencia, pertenecen al mismo estrato social, al del gran capital, ya sea como miembros o como servidores de esa élite que en pandemia ha aumentado su capital en más de 14 mil millones de dólares, mientras los pobres aumentaron en cinco millones aproximadamente.
El enredo en el caso Atyozinapa; la burla del retorno de Américo Villarreal al senado por un día; el personal de la Marina Armada que solicitó como guardias de seguridad el senador José Narró a la presidenta de Acapulco, Abelina López Rodríguez, que se encuentra desaparecido; las presiones judiciales y el encubrimiento al presidente del PRI, Alejandro Moreno, una vez que aceptó someterse a los deseos de Andrés Manuel López Obrador de aprobar las reformas a la constitución mexicana para instaurar el militarismo; el hackeo a la Sedena que demuestra espionaje de la 4T en México, que el mandatario llama labores de inteligencia, que no de espionaje (sic): y hasta videos de pornografía protagonizada por una diputada de Morena. ¡Sí, leyó usted bien.
Estamos presenciando una cínica elevación de las ideas y prejuicios del presidente a categoría de verdades absolutas, que se imponen con la fuerza del Estado en su conjunto. Toda esta frívola vulgaridad, juega un papel negativo en la sociedad poco consciente y, por tanto, apolítica, pues provoca que ésta aborrezca lo que sucede en el espectro político, que a nadie le importe y, en consecuencia, que se mantengan ocultos o poco analizados los asuntos torales de la vida económica, que es al final de las cuentas lo que determina el rumbo de nuestra sociedad en su conjunto.
Por ejemplo, Víctor Piz, director de Información Económica y de Negocios del diario El Financiero, sostiene que vivimos una situación complicada, pues el Banco de México ha subido tres veces la tasa de interés desde junio del año pasado, porque tenemos una inflación de 11 por ciento, de las más altas en el mundo y que cuando se suben las tasas de interés, el costo del dinero se encarece, el crédito, las tasas de interés de la tarjeta de crédito, esto es, que si pedimos prestado, cuesta pagar más por ese dinero. Afirma, además, que la inflación se va a mantener alta un tiempo y que probablemente sea necesario seguir subiendo las tasas de interés; con ello se encarecen más los alimentos que han pasado de una inflación del 10 por ciento desde hace seis meses, hasta llegar al 15 por ciento actual, por lo que, en México, al no haber redes de protección para los ciudadanos, afectará más a los pobres.
Pues bien, no se ve a ninguno de los partidos políticos o de los grupos económicos opositores a la 4T, estar concientizando al pueblo pobre de México y a los sectores medios relegados, acerca de esta situación y, mucho menos, llamarlos a organizarse y a movilizarse para cambiar el rumbo de las políticas públicas que nos están afectando.
Por ello, el ciudadano de a pie siente los efectos de la crisis en la mesa, en la piel y el estómago, pero no se puede explicar cómo hemos llegado a eso, cuál es el origen de los problemas, por qué los errores del morenismo en el poder hacen que se agudicen más y, sobre todo, si tienen solución y cuál es ésta.
Por lo tanto, culpa con toda su furia a los que identifica como sus enemigos sociales, y es por ello, proclive a identificarse con todo aquél que dice combatirlos, sin distinguir los conflictos reales ni la razón por la que esos que dicen ser enemigos combaten, con lo que, sin saber, se convierte en carne de cañón para cualquier demagogo que busca su tajada del pastel.
Esa es la razón por la que un importante sector de mexicanos apoya a López Obrador, que con el discurso del combate a la corrupción, en realidad está aplicando políticas más radicales a favor del gran capital extranjero y nacional, en detrimento de la inversión en mejorar las condiciones de vida del pueblo pobre de nuestro país.
Pero la historia de la humanidad enseña que, con la crudeza de los errores y tropiezos de las naciones, los problemas sociales, políticos y económicos llegan a tal grado de agudización que los llevan a guerras civiles o conflictos sociales violentos. Lamentablemente los mexicanos, parecemos no ver ese peligro en el horizonte.
Pero esta suicida carrera no tiene que ser, no debe ser. Los antorchistas sostenemos que estamos a tiempo de prepararnos para evitar sufrimientos innecesarios y ese camino está frente a nosotros, basta con que nos organicemos y empecemos a tomar parte en la solución de nuestros problemas, con la lucha constante y sistemática, con la cual podremos mejorar nuestra vida diaria, pero si esto no fuera posible, esta lucha será la escuela en la que las masas populares y sus dirigentes adquirirán los tamaños necesarios para dirigir a las fuerzas sociales que más temprano que tarde gobernarán este país a favor de las grandes mayorías.
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