MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

¿Vamos hacia un nuevo Maximato? (I/II)

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Tras la revelación de las “corcholatas” presidenciales, es decir, los candidatos del propio presidente Andrés Manuel López Obrador para ocupar su lugar tras su salida en 2024, entre los opinadores e intelectuales se ha formado una corriente de opinión que sostiene que el actual mandatario pretende sostenerse en el poder más allá del periodo constitucional para el que fue electo, mediante la colocación de títeres suyos en la presidencia de la República. Los analistas afirman que tal maniobra sería una réplica del “Maximato” un periodo de la historia nacional marcado por la inestabilidad política y la crisis económica.

Sin embargo, pocos o casi nadie, se ha detenido en explicar qué fue realmente el Maximato, en qué consistió tal periodo histórico y si realmente es válida la comparación o no con respecto a los acontecimientos actuales con los ocurridos hace casi 100 años. En este artículo intentaremos abordar dicho fenómeno.

Se conoce como Maximato al periodo histórico comprendido entre los años que van de 1928 a 1934, durante el cual hubo 3 distintos presidentes de la República: Emilio Portes Gil (1928-1930), Pascual Ortiz Rubio (1930-1932) y Abelardo L. Rodríguez (1932-1934). Los tres mandatarios tuvieron en común haber sido designados y, hasta cierto punto, controlados en sus decisiones por Plutarco Elías Calles, quien se autodenominó “Jefe Máximo” de la Revolución. Por este motivo, dicho periodo es conocido como Maximato.

Aunque la Revolución Mexicana oficialmente llegó a su fin en 1917 con la promulgación de la nueva Constitución de la República, todavía vigente en la actualidad y con la derrota de los ejércitos de Villa y Zapata por parte de los constitucionalistas (Venustiano Carranza y Álvaro Obregón) los años que siguieron estuvieron marcados por una fuerte inestabilidad política, rebeliones, asesinatos de jefes revolucionarios y duras pugnas por el control político y económico del país y de las regiones del interior de la República.

En 1920, el grupo revolucionario sonorense, más identificado con los intereses de la burguesía industrial, con fuertes diferencias con la Iglesia Católica (por que deseaban quitarle todo el control territorial que le quedaba y su influencia en la educación pues frenaban el desarrollo económico del país) y poco interesada en impulsar los derechos sociales constreñidos por la Constitución, se hizo con el poder. Álvaro Obregón gobernó entre 1920 y 1924 y, posteriormente, Plutarco Elías Calles sería presidente entre 1924 y 1928 (el periodo presidencial para entonces era de 4 años). Obregón, intentó ser presidente por un segundo periodo, ganó las elecciones para suceder a Calles en 1928, pero fue asesinado apenas 2 días después de ser declarado presidente electo, el 17 de julio de 1928.

Siendo Calles presidente en funciones tuvo que proponer al Congreso de la Unión a un presidente interino que iniciara el nuevo periodo presidencial, tal como lo establecía la Constitución. Propuso a quien entonces fungía como su secretario de Gobernación, Emilio Portes Gil, y fue aprobado por unanimidad; esto dio inicio al Maximato, propiamente dicho. En teoría la tarea principal de Portes Gil consistía en convocar y organizar las nuevas elecciones para elegir al presidente de la República para concluir el periodo de 1928 a 1934 (el primero de seis años, tras una reforma constitucional), que Obregón no pudo ocupar.

Sin embargo, lo verdaderamente destacable, es que para 1928 varios de los caudillos principales de la Revolución Mexicana habían sido asesinados: Carranza, Villa, Zapata y Obregón, víctimas de las pugnas por el poder y del temor de la burguesía en ascenso de que la vorágine revolucionaria siguiera su marcha, sobre todo en lo referente a la lucha agraria y obrera. Los caudillos revolucionarios que seguían vivos, se habían vuelto parte de la nueva burguesía, eran los nuevos caciques y hacendados, los nuevos inversores en la industria textil y la minería, acumulaban, por tanto, un gran poder económico y político en sus respectivas regiones, por lo que era muy difícil someterlos a un solo poder central.

Era momento de pasar de la Revolución armada, de la época de los caudillos, a la Revolución institucionalizada, como declarara el propio Calles. Por tanto, el verdadero papel de este último en los años que siguieron a la muerte de Obregón, fue el de formar un instrumento político que diera cohesión y representación a las distintas facciones políticas-militares, a los diversos grupos de interés económico que la Revolución Mexicana, de corte democrático-burgués había formado.

Así nació el Partido Nacional Revolucionario (PNR) el 4 de marzo de 1929, antecedente directo del PRI. Según el historiador Lorenzo Meyer, en su compendio sobre Historia de la Revolución Mexicana, editada por el Colegio de México (Comex), el PNR desde el principio se concibió como un partido de Estado que aglutinara a todas las fuerzas políticas y económicas del país, dispersas y contrapuestas, pero que al mismo tiempo les permitiera tener el control de las masas populares, someter a las clases trabajadoras bajo su yugo, para emprender la reconstrucción del país (el desarrollo del capitalismo) y para hacer frente a la dura crisis internacional que se avecinaba (crack del 29), sin el peligro de nuevos levantamientos armados de los desposeídos ni guerras fratricidas.

Dice mucho que en cada oportunidad y bajo cualquier pretexto, los dirigentes del Partido remarcaran el carácter no clasista de éste. “La plena incorporación de todas las clases sociales al movimiento político, significa organizar al PNR para solucionar pacífica y democráticamente… un programa político [que pueda] contener garantías para los intereses de todos: intelectuales, burgueses y proletarios… [se] mantiene el propósito de unión, de tolerancia recíproca entre las clases sociales”, se lee en una editorial del periódico El Nacional Revolucionario, órgano principal de propaganda del PNR, del 10 de agosto de 1929. La afiliación al partido, además, en esta primera fase, se de dio por grupos, es decir, los distintos jefes revolucionarios y sus huestes, así como varios sectores y gremios se plegaron en bloque al PNR.

Pero para consolidar al PNR, para permitirle mediar entre los distintos intereses en pugna, para someter a toda la “familia revolucionaria” bajo la disciplina férrea que necesitaba la formación del nuevo Estado burgués, para colocar al partido como la única vía posible de acceso al poder, terminar los conflictos internos, y para convertirlo en una eficiente herramienta de dominación de clase, era necesario restarle poder a la institución que, hasta entonces, cumplía este papel desde la época porfirista: la presidencia de la República. (Meyer dixit). Tal fue la tarea asumida por Calles como “Jefe Máximo” de la Revolución.

Por ello, los primeros años de existencia del nuevo partido estuvieron fuertemente marcados por la disputa entre la dirigencia del partido y la figura presidencial. En 1930, el primer candidato presidencial del PNR fue Pascual Ortiz Rubio, un hombre propuesto por Calles, que no tenía grandes logros militares ni una brillante carrera política detrás.

Ortiz Rubio rindió protesta como presidente de la República el 5 de febrero de 1930, sin embargo, mucho antes de tomar posesión estalló un conflicto al interior del Congreso de la Unión, por el control de las mesas directivas que quedaron en manos de la facción controlada por Calles, con lo que se tendió un cerco al nuevo presidente para dejarlo imposibilitado en la toma de decisiones trascendentales para el país. Además, más de la mitad del gabinete de Ortiz Rubio fue impuesto por Calles. El primero, por su parte intentó hacerse con el poder efectivo y mantuvo fuertes diferencias con el partido, controlado por Calles, sin embargo, incapaz de gobernar debido a los innumerables cambios y renuncias en su gabinete, solicitó su renuncia el 1 de septiembre de 1932. En la historia fue el último presidente en renunciar al cargo.

Para suplirlo, fue nombrado por el Congreso un presidente sustituto para terminar el periodo constitucional hasta 1934. Nuevamente el designado fue un hombre cercano a Calles, con mucha menos personalidad propia que el anterior: Abelardo L. Rodríguez, quien había hecho su carrera militar y política siempre al lado (bajo la tutela) del “Jefe Máximo”. Con ello se consolidó más que el poder de Calles, sobre todo, el PNR como partido, pues se cimentó la idea de que solamente a través de este era posible el ejercicio del poder y no era buena idea maniobrar al margen de éste o en su contra. Así lo sostiene el historiador Ricardo Pozas en un artículo titulado “El Maximato: el partido del hombre fuerte 1928-1934”, publicado por la revista de Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México de la UNAM.

Así pues, más que el dominio de un solo hombre sobre la vida política del país, más allá de la función de títeres de estos presidentes, como lo señala la historiografía oficial, la verdadera peculiaridad del Maximato, es que en este periodo se cimentaron las instituciones del nuevo Estado burgués surgido de las balas de la Revolución Mexicana, un periodo de inestabilidad política mercado por la necesidad de reconfigurar el aparato de poder estatal frente a los intereses económicos en pugna, un mal necesario, por tanto. ¿Se parece esto a lo que vemos en la actualidad con el presidente López Obrador y Morena, con la actual situación económica, política y social? Responderemos en la segunda parte.

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