A casi un año de haberse detectado el primer caso de covid-19 en México, el 27 de febrero de 2020, llevamos contabilizados hasta esta semana más de 163,000 fallecimientos y de 1,900,000 personas contagiadas, según datos oficiales, pero todos sabemos que son mucho más los fallecidos y contagiados. La pregunta de a kilo es ¿quién asumirá la responsabilidad por el número de muertes, de los terribles estragos económicos y sociales que ha provocado el mal manejo de la contingencia sanitaria en nuestro país? Porque hasta ahora tanto en las mañaneras como en la rueda de prensa vespertina de Gatell, se presentan cifras desastrosas con tanta naturalidad, despreocupación y carentes de una estrategia, que no se nota un mínimo rubor en los responsables al describir una realidad vergonzosa, con nuevas cifras de muertes y contagios todos los días. A ello hay que sumar que en los últimos días tenemos que soportar ver el torpe manejo faccioso como carnada electoral de las pocas vacunas que han llegado a nuestro país, mismas que el gobierno ha tenido que conseguir en el exterior, porque en nuestro país somos incapaces para descubrir y producir algún nuevo medicamento, por razones de sobra que ya conocemos.
Después de más de 11 meses, nada efectivos han sido los llamados, sanciones, medidas sanitarias y económicas implementadas por la Federación, estados y municipios, para detener la propagación de la pandemia, sumado a que los ciudadanos poco han contribuido para evitar la propagación del virus, unos porque no han podido y otros no han querido; los primeros, obligados por salir a trabajar para llevar a casa el sustento de la familia, y otros por salir a divertirse, porque sienten que vivimos en un país donde tenemos derechos y libertades y nadie se las puede coartar, ni siquiera en situaciones de emergencia como la que estamos viviendo. ¿Hasta dónde el gobierno pudo evitar intervenir y no lo hizo?, ¿hasta dónde la ciudadanía pudo aportar y no contribuyó? Por ahora fatal el resultado de 11 meses consecutivos de pandemia es ver hospitales, funerarias y panteones saturados, consecuencias terribles de un gobierno incapaz y de un pueblo sin cultura. Quizás lo más preocupante sea que el gobierno y la ciudadanía se acostumbren a vivir entre muertos sin causarles mayor asombro… será que estamos perdiendo la sensibilidad. Es difícil pensar que fue estrategia del Gobierno federal dejar que la pandemia avanzara, hasta provocar los estragos que estamos viendo, para que saliera papá gobierno como salvador al pueblo con la vacuna en la mano, simular ondear la bandera de la equidad de que la vacuna es para todos. Será que con esa sutil y perversa finalidad dejó el poder nacional que avanzara la pandemia y con ello fortalecer al partido oficial que hoy nos gobierna. De lo contrario, no harían tanta alharaca con las primeras vacunas que llegaron ni estarían planificando la vacunación por plataformas digitales con dosis que todavía no saben cuándo llegarán. Ya el tiempo nos dará la razón.
A pesar del desconocimiento de la enfermedad, los especialistas en salud pública ya sabían que nuestra población mexicana era altamente vulnerable a la enfermedad, ello gracias a las experiencias de otros países: se podía deducir que un alto porcentaje de la población se podría enfermar, que por el estilo de vida de los trabajadores, sus magros ahorros y condiciones económicas precarias no les permitirían una alimentación sana y de calidad, repercutiendo en sobrepeso, enfermedades crónico degenerativas, como la diabetes y la hipertensión, entre otras. A ello se agrega ahora que cuando llegan a enfermar, no tienen el recurso para atenderse en los mejores hospitales y curarse con los mejores medicamentos, sino que van a parar a los hospitales públicos en el mejor de los casos, donde no hay suficiente personal médico ni los medicamentos para atender a los pacientes. Si corre con suerte algún trabajador le darán una cama, por el contrario, lo dejarán sentado o acostado en los pasil de ahí resulta que es más probable superar la enfermedad en un hospital privado que público, donde el índice de letalidad es de los más altos del mundo con un indicador de 8.5%. Será que un alto porcentaje de los que están falleciendo son gente trabajadora de los estratos sociales más bajos y por tanto si siguen muriendo no importa, porque en este país la mano de obra hay que hay de sobra. ¿Será ese el pensamiento del gobierno y la burguesía de este país?
Ante el cierre de negocios medianos y pequeños —que suman ya 1,100,000 hasta el cierre de año, implicando la pérdida de más de 12 millones de empleos&mdash, ante un negro y desastroso panorama social, con una ciudadanía cansada y agotada y desgastada por meses de encierro, pérdida de empleos, padeciendo enfermedades tanto físicas como mentales que han resultado de los meses de encierro, por fin llegan las primeras vacunas, que fueron anunciadas con bombo y platillo, sacando raja política en favor del partido que está en el poder. No esperábamos menos, ya sabemos que son capaces de eso y más, nada menos se les podía ocurrir. Aún sabedores de que la cantidad era insuficiente representando menos del 0.5% del total que se requiere, se hizo un pomposo escándalo mediático. Si en verdad queremos frenar la pandemia y no sólo jugar con la esperanza de la gente, empezando por los trabajadores de salud, entonces debe implementarse un plan más efectivo y sistemático que permita equidad para todos los sectores sociales y no sólo unos cuantos sólo porque tienen en sus manos el poder de decidir, como los directivos de Salud y los siervos de la nación, entre otros.
El atraso histórico en ciencia y tecnología ha ocasionado que estemos en espera de que otros países que son vanguardia en este rubro nos vendan la vacuna, porque en México no tenemos la posibilidad de descubrir nuevos medicamentos porque el gobierno no le invierte en educación y menos a la ciencia y la tecnología. Ahora estamos pagando las consecuencias de ese rezago educativo que hemos arrastrado durante décadas, aquí está el precio que estamos pagando los mexicanos por culpa tanto de los gobiernos anteriores como del actual, por eso urge que las masas populares participen en política, comprendan que necesitan tomar el poder político y unida luchar por instaurar un modelo económico diferente, más justo, equitativo, donde se distribuya la riqueza social que genere bienestar para todos los hijos de la patria.
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