En una sociedad dividida en clases sociales, es paradójico pensar que existe igualdad y justicia; ambas cosas son una falacia. Por el contrario, la clase que domina a la otra siempre buscará conservar su posición y su poder; y para ello, inventará múltiples artimañas que son tan sutiles y geniales que pocos advertimos porque son imperceptibles a los ojos comunes.
Por ejemplo, ¿Se han puesto a pensar quién establece los códigos de conducta de la sociedad?, ¿Quién impone las modas, las formas de ser, de hablar, de convivir, de disfrutar? Muchos incautos pensarán que la cultura se va creando conforme la sociedad se va civilizando, es decir, conforme va desarrollándose su pensamiento, que evoluciona y fluye de manera normal hacia una dirección y que será inevitable que suceda. Como si ya existiera un destino del cual no podemos huir ni reparar en lo mínimo siquiera, que las cosas serán así y ya.
Pero yo no estoy convencida de eso, por el contrario, creo que las condiciones las crea quien domina el pensamiento de los demás, y esa dominación solo obedece a quien tiene más poder, o sea, quien tiene la riqueza económica. Esta es una ley natural, la ley del más fuerte sobre el débil.
El tema viene a mi mente porque trabajar con los jóvenes de manera cercana, convivir con ellos dentro y fuera del aula, conocer su contexto familiar e incluso laboral, me permite distinguir una nueva forma de ser en ellos que no es genuina ni tampoco es una casualidad, sino que, creo yo, está inducida.
Me quiero referir, con mucho respeto y con el ánimo de esclarecer un poco mis propias conjeturas y de aportar una nueva opinión, al tema de la identidad de género. La ONU define identidad de género como la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente profundamente, la cual podría corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo (que podría involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios médicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que la misma sea libremente escogida) y otras expresiones de género, incluyendo la vestimenta, el modo de hablar y los modales. (www.onu.com.mx)
Durante 15 años laborando con jóvenes de bachillerato, he notado un cambio en sus formas de ser, de pensar, de aprender, de sentir, de relacionarse, de percibirse, de entretenerse, de divertirse, de enamorarse, de amar, de desarrollarse en el ámbito público. Y pareciera que entre más tiempo pasa, menos influencia tenemos en ellos los padres y los maestros. Y es que, con la llegada de la tecnología a sus vidas, encontraron un sustituto para educarles, orientarles y acompañarlos: la educación a distancia, las series, las películas, las redes sociales, los videojuegos.
Hay una exagerada promoción del ensimismamiento, es decir, pensar solo en sí, sin pensar en los demás, en el exterior, de la tal manera que al joven se le ha creado la idea de que lo más importante en la vida es él y después él, y que no importa lo que suceda alrededor mientras él desee estar bien. Y esta idea machacona, ha generado actitudes nunca vistas, (al menos por mí en este lapso de laboral como maestra); por ejemplo, la ingratitud hacia los padres, la falta de respeto hacia ellos, la concepción de que los padres están obligados a dar sus vidas para lograr la satisfacción de todas las necesidades de sus hijos, hasta las más banales como comprarles unos tenis de marca muy caros.
Con la farsante idea de la inclusión; es decir, que todos estemos incluidos en la sociedad sin discriminación, disque para diseñar un mundo más justo, se ha desatado una campaña implícita de promoción al liberalismo sexual, a la desequilibrada identidad del género, por eso es más común que un día las jóvenes están muy enamoradas de un joven y a la siguiente semana lo están de una chica de su mismo sexo, dejando absolutamente de lado la cuestión del amor verdadero.
Cada día más jóvenes pierden su identidad, no logran definir su género pues hay demasiada información que no pueden asimilar. Ya es notable, que en cada familia, casi como requisito, o hay una lesbiana o hay un homosexual, pero no solo eso, sino los múltiples términos, (por tanto, formas de ser), que han surgido con la moda: cisgénero, que significa que sí estas conforme con tu género; transgénero, que significa que una persona no se identifica con el sexo que nació; género fluido, que no tiene una identidad definida y que va fluyendo con los estereotipos que marca la sociedad; género no binario, que significa que no se identifica con los géneros existentes de hombre y mujer, o Queer, que no acepta las normas instauradas por la sociedad sobre el sexo y el género.
Ya no es raro ver en televisión, protagonizando relaciones con las características que mencionó, incluso desde las caricaturas se percibe, pues, una inclusión forzada, para que las nuevas generaciones tengan acceso a las nuevas formas de ser y todos las aceptemos. Así, la identidad de género y su expresión también toman muchas formas.
Hay quienes no se identifican ni como hombres ni como mujeres, o se identifican como ambos. Pero la pregunta es: ¿Quién promueve estas nuevas formas de ser?, y, ¿Para qué? ¿Cuál es el objetivo? ¿No será que la clase dominante, intenta adormecer a las mentes más jóvenes con estos nuevos prototipos sociales, para restar espacio al pensamiento crítico y reflexivo, que le permita determinar las múltiples injusticias que se comenten en el mundo, incluso con los más jóvenes como ellos? Por lo que sea y como sea, ahora este tema, tan en moda, nos quita tiempo a todos, pues adaptarnos al cambio del nuevo arquetipo del joven es una transición que ocupará algunos años. Y distraerá nuestro pensamiento, restándole atención a problemas graves como la pobreza, la inseguridad, la injusticia, la falta de calidad en los servicios de salud y educación, la falta de empleos y salarios remuneradores, y ya no digamos de temas más globales como el cambio climático y las discordias entre los países que está generando guerras civiles que pueden derivar en una catástrofe mundial.
Con todo esto, creo que es muy necesario ubicar el problema de identidad de género, como un problema social más, y no individual; (y nótese que no hablo de la preferencia sexual sino de la indecisión de la identidad de género), y de esta manera, entender que el tratamiento que debe dársele es también social, es decir, urge que los padres de familia y maestros y todos los adultos, orientemos a nuestros jóvenes; pues con tanta información es muy fácil perderse en el camino de las decisiones.
No podemos dejar fluir la vida para que ellos se hagan solitos, nosotros los que tenemos más experiencia (la que la vida nos ha dado) y la preparación para educarles, tenemos que brindarles el acompañamiento necesario para que sus decisiones sean lo más genuinas posibles, y eso no será nada fácil, pero debemos hacerlo. Y estoy muy segura de que unidos y organizados lo haremos bien.
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