MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Un solo hombre bueno basta

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La batalla por la construcción de un mundo más justo para todos la van a ganar los hombres buenos, inteligentes, trabajadores y sensibles que demuestren con sus hechos que han tomado parte por los más vulnerables y que entienden que la salida a la problemática de nuestro país está en una repartición más equitativa de la riqueza social, distribución que se refleje en mejores condiciones de vida para todos, donde se cuente con educación, salud, comida, vivienda, calzado, descanso, trabajo, buenos salarios, etc., pero esta batalla exige no solo tener claro el problema, sino actuar para que se pueda aterrizar la solución, y ahí es donde es necesario que la parte más lúcida y buena de la sociedad ponga manos a la obra sin reticencias, dudas, miedos o agravios.

Para que eso sea posible tenemos que ser capaces de entender que la verdadera felicidad no es egoísta ni individualista, que la verdadera felicidad es la que se solaza en el disfrute de la educación, bienestar y todo lo bello que nos otorga la naturaleza por parte de la humanidad.

Pero qué difícil es entender esto, y más difícil todavía encontrar seres humanos que hagan esta tarea suya y que se tracen como objetivo dedicar su vida a esta tarea.

Son verdaderas pepitas de oro los que se suman a esta noble causa, pues no es nada fácil. Muchos renuncian, muchos se quedan a mitad del camino, pues formar parte de la vanguardia nacional que busca construir una patria justa, soberana y democrática exige sacrificio, abnegación y entrega los 12 meses del año. 

Pero también es cierto, y eso es lo que nos mantiene de pie, que hay hombres y mujeres que con su presencia y actuar llenan de nuevos bríos las filas del antorchismo y confirman la decisión a los que de suyo están convencidos de la causa que se persigue y se hace válida la frase del poeta y dramaturgo Bertolt Brecht: “esos son los indispensables”.

Viene a cuento esta reflexión porque en los actuales tiempos de crisis que azota a todos los ámbitos de desarrollo de nuestro país, es necesario ponerse la botas y andar, andar sin vacilaciones, persiguiendo con toda nuestra energía la tarea del momento: cambiar el estado de cosas en este país. Tenemos que comprometernos con este objetivo, no podemos permitir que se siga agrediendo al pueblo de México, no podemos aceptar la muerte sin oponer resistencia, no podemos conformarnos con la desatención en el ámbito educativo, ni tampoco con el uso electoral de la vacuna, mucho menos con la crisis económica que nos lleva a la desaparición de empleos y que nos somete a salarios que más parecen limosna que el precio justo de nuestra mano de obra, tampoco podemos permanecer impasibles ante el incremento de la violencia, la drogadicción, la prostitución y el narcotráfico que querámoslo o no, contagia y desequilibra a la parte más sensible de la sociedad, los jóvenes (muchos de ellos hijos de nosotros, de nuestros hijos, de nuestros parientes, de nuestros amigos, en suma, de todos nuestros conocidos).

El llamado a encabezar la lucha contra esta descomposición debe ser motivo de orgullo y entrega; entre la disyuntiva de hundir o salvar a la patria, le elección no tiene error, hay que trabajar para tener una patria equitativa que responda a las necesidades de todos sus hijos. ¿Cuántos nos sumaremos a esta causa? ¿Cuántos renunciarán? Nada está escrito, pero con un solo que se sume al llamado, bastará para no perder la fe.

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