Con un minuto de silencio que estremeció a todos los que en ese momento estábamos en el icónico Teatro de La Paz, de San Luis Potosí, recordamos la vida abnegada y de trabajo de un hombre que desde que cursaba la preparatoria en el Colegio de Bachilleres de Azcapotzalco –hace casi 50 años– decidió tomar el camino de la lucha social en las filas del Movimiento Antorchista Nacional y ahí, víctima de una grave enfermedad, la concluyó, pero dejando una larga lista de éxitos dentro de la lucha social.
El camarada Mario García Castillo, quien fuera dirigente estatal Antorchista de los estados de Campeche y Quintana Roo y miembro de su Dirección Nacional, perdió la vida la víspera del inicio del XXIII Encuentro Nacional de Teatro, evento al que le hubiera encantado asistir, como lo hacía cada año, no sólo por su militancia y el contento que le producía ver cada producción artística del antorchismo, sino porque era un hombre culto: era escritor, poeta y, además, le gustaba tanto la ópera que, a pesar de vivir limitado de recursos monetarios, siempre compraba un boleto –“aunque sea en gayola; en lo más alejado del escenario”, como alguna vez me dijo– para entrar al Palacio de Bellas Artes a disfrutar de la ópera: obra de arte escénica que, para contar historias, combina música, drama, canto, actuación y escenografía.
Magochi, como le decíamos de cariño, se adelantó en el camino. Sabemos que ningún ser humano es eterno, pero siempre duele perder a un camarada con el que compartes ideales; pero mientras haya antorchistas sobre la faz de la tierra la organización social seguirá luchando para alcanzar la meta que él y Antorcha se trazó desde hace 50 años: instaurar en México un modelo económico benéfico para los trabajadores y armónico para todos.
En varios montajes teatrales que se presentaron en el primer día del evento antorchista más importante de este tipo en el país, vimos, en la categoría amateur, dos impresionantes obras teatrales que a más de uno conmovieron hasta las lágrimas pues, como dije en mi colaboración anterior, uno de los mayores valores del arte es su capacidad para reflejar y explicar la realidad.
Cierto es que, como asegura el portal educaciónymedios.com, “hay muchos dramas humanos difíciles de entender y alivia conseguir entenderlos, aunque sean inaceptables. Entender los problemas es el primer paso para resolverlos.”
El genocidio en Gaza, un gravísimo problema que tiene 75 años de existencia porque desde entonces Israel ha pretendido desalojar a los árabes de sus tierras, es uno de ellos y más aún a partir de octubre de 2023, fecha en que Israel arreció los ataques en contra de Palestina, pero con el objetivo de arrasar definitivamente con los árabes que ahí habitan; sobre todo sus ataques se han centrado en los niños a fin de “que esa raza no se reproduzca más”, según han dicho algunos analistas del genocidio en Gaza, que se ha convertido en infanticidio.
Aunque ha sido muy sonado el genocidio en Gaza y muchas organizaciones del mundo se han inconformado por ello, hay mucha gente que todavía no entiende el problema porque la mayoría de las agencias noticiosas del mundo distorsionan la verdad; no han tenido interés en seguirlo en los noticiarios más objetivos y, tal vez, porque creen que el conflicto se da en tierras tan lejanas, que ni a él –o ella– ni a su familia podrá afectarlos porque la tierra del conflicto está a 12 mil 363 kilómetros de la Franja de Gaza.
Nada más falso que esa concepción porque lo que está en juego en la Franja de Gaza, Palestina, es precisamente el respeto o desprecio de la vida misma, situación que a cualquier ser humano afecta.
Para ayudar a comprender y, sobre todo, a sensibilizar a la gente sobre este grave problema que actualmente sacude al Oriente Próximo, el grupo de teatro del estado de Oaxaca presentó la obra Bajo el cielo de Gaza, escrita por Luis Matilla y publicada en 2015.
La historia trata sobre “Adriano”, un israelí que dirige un grupo de teatro de adolescentes árabes en Gaza, y “Emily”, una cooperante estadounidense que llega para trabajar con él.
Me agreden las noticias sobre cientos de niños palestinos muertos por ataques israelíes, pero nada ha sido tan impactante como lo que sentí al ver, en esta obra de teatro, cómo un soldado israelí asesina a sangre fría a una niña de once años que sólo le preguntó por su hermano, un poco más grande que ella.
El ambiente que los chicos lograron con ruidos de guerra que bajaban desde el aire, luz roja que nos remitió a la Palestina ensangrentada; paredes grafiteadas, viviendas rotas, con cascajo, sin muebles y con unas plantitas que los niños de un grupo de teatro cuidaban más que a su vida; como si fuera la representación de una vida futura, hizo que más de un espectador, incluida a la que esto escribe, derramara lágrimas, las cuales se resistían a detenerse a pesar de que estuviéramos rodeados de gente desconocida.
Bajo el cielo de Gaza es una obra de teatro escrita por Luis Matilla –nacido en San Sebastián en 1938 y muerto la víspera de la presentación de su obra en San Luis Potosí y por parte del grupo de teatro de Oaxaca, el 21 de noviembre de 2024, igual que nuestro querido Magochi– nos habla de un grupo de adolescentes de teatro formado por adolescentes palestinos, con lo cual su director, “Adriano” (un joven de padre israelí y madre árabe), procura paliar los problemas mentales que les causa la tragedia.
Al grupo se suma una joven norteamericana, quien le ayuda en esta humanitaria labor. “Mientras preparan una representación de ‘Rebelión en la granja’, la realidad no deja de irrumpir en el teatro, y así vamos conociendo la problemática de estos chicos” y la tragedia que viven dado que los israelitas han perdido todo respeto por la vida.
Fuenteovejuna fue otra obra que nos hizo reflexionar y conmovernos también hasta las lágrimas porque el pueblo organizado toma el destino en sus manos y acaba con la tiranía del comendador Fernán Gómez, quien se caracteriza por sus excesos y el abuso hacia las mujeres. Las tiranías, pues, enseña esta gran obra, solo las puede acabar el pueblo organizado.
La trama de Fuenteovejuna –escrita por Félix Lope de Vega, el “Fénix de los ingenios” del siglo de oro del teatro español–, está tomada de un hecho histórico: se desarrolla en el pueblo cordobés de Fuente Obejuna en tiempos de los Reyes Católicos (1474-1516).
Tiene un protagonista colectivo (los habitantes del pueblo), como en la Numancia cervantina (1585) o en Los persas de Esquilo, teatro que hace pensar a actores y espectadores en la libertad que debe tener todo ser humano.
Las sentidas actuaciones de las actrices que dan vida a las víctimas del comendador, “Laurencia”, su amiga “Pascuala”, y del actor que interpreta al alcalde “Esteban”, además del magnífico coro, y toda la producción en general, nos llevaron a tierras españolas en los tiempos del feudalismo en que nobles y sus empleados, los comendadores, cometían toda clase de atropellos en contra de mujeres, labradores, autoridades municipales y todo aquel que se opusiera a sus designios y mandatos.
Bajo el cielo de Gaza y Fuenteovejuna son dos magníficas obras de teatro escritas por genios e interpretadas por jóvenes que entendieron profundamente lo que quisieron decir sus autores y así lo interpretaron y nos lo transmitieron.
Mis más sinceras felicitaciones a todos ellos y a los organizadores del bello y educativo XXIII Encuentro Nacional de Teatro organizado por Antorcha.
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