En filosofía pocas veces se está de acuerdo completamente con un planteamiento. Por ejemplo, con frecuencia se discute si en los inicios del pensamiento filosófico el ser humano tenía una concepción metafísica o dialéctica, reduciendo la complejidad del planteamiento, claramente.
Cuando la humanidad empieza a conocer el mundo y a situarse en él ¿cómo se concibe a sí misma? Y he aquí que algunas posturas creen que, en un primer momento, los humanos observaron un mundo estático, que lo interpretaban tal y como lo veían, sin penetrar aún en sus contradicciones y en el estudio del perpetuo movimiento, más propio del razonamiento llamado dialéctico.
Lo cierto es que dependiendo de la referencia que se tome puede defenderse cierta tesis o la contraria. Para aquellos que proponen como el inicio del pensamiento filosófico a los pensadores de Mileto que Aristóteles denominó los “físicos”, por buscar el principio de todas las cosas en la naturaleza misma, el mundo que vemos es en esencia el mismo, se reduce a un principio natural que, aunque sea muy diverso, sigue reflejando la unidad dentro de la diversidad.
También es común encontrar concepciones que hablan de que no puede reducirse a un solo principio lo existente, aquello que, como decía Anaximandro, es origen de todo y a donde todo regresa, sino que hay en todas las cosas una dualidad que no puede ser separada de las cosas mismas.
Ejemplo de esto tenemos en nuestra cultura misma. Para los antiguos mexicanos el dualismo como concepción del mundo era fundamental para entender la contradicción natural del mundo. Arturo Oliveros narra en su texto "Tzintzuntzan, capital del reino purépecha" lo importante que era para los habitantes de la región de Michoacán la concepción dual del mundo. Tanto fue así que la deidad más importante Curicaueri, que era la deidad del fuego, era representada con una figura de obsidiana con forma de daga, porque simbolizaba la capacidad de quitar la vida, pero también de darla, ya que era un instrumento importante para las labores de parto. En un mismo objeto se concentran las dos caras de la moneda, la vida y la muerte.
Para aquellos que habitaron antes que nosotros estas tierras, antes aún de la llegada de los españoles y todo lo que significó culturalmente con la fusión y adopción de un modo distinto de pensar el mundo, pensar en cosas como estas eran importantes para resolver cuál debería ser nuestra actitud frente a lo que nos rodea. Para aquellos que sienten en la vida misma la presencia de la muerte no puede escapárseles la duda constante de cuál es el sentido de la vida.
Podemos aplicar para este razonamiento aquel de Lenin que decía que si no adquirimos una ideología correspondiente con nuestros intereses de clase lo más probable es que de cualquier modo tengamos una, pero será la de la clase dominante, la de aquella que tiene los mecanismos para difundir y reproducir masivamente lo que le conviene que pensemos.
Si no se resuelven, ya no digamos los planteamientos más elaborados de la filosofía, sino los planteamientos básicos, aquellos que han sido considerados como las preguntas fundamentales del pensamiento filosófico, estaremos faltos de una herramienta útil para la orientación de la acción humana. Esto es lo que ha sido tan difícil de entender para los políticos mexicanos de ahora, que con una mano en la cintura plantean lo inútil de enseñar filosofía a los jóvenes de este país. Como vemos, no solamente se desconoce la importancia del pensamiento filosófico en general, sino la importancia que para nuestra cultura tiene, tratándolo por el contrario como producto de mentes que no tienen nada productivo que hacer.
Es verdad que la filosofía es un arma de doble filo (puede someter como liberar), pero no hacer que la gente piense por sí misma su situación y los problemas que la rodean es condenarla a creer todo lo que salga de la boca de aquellos que están en el poder. ¿Es ese el objetivo?
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