El panorama económico para México se veía ya hace unos meses oscuro, hoy, se han concretado algunos riesgos para el desarrollo económico que antes solo se preveían. Esos riesgos tienen que ver con la persistencia de la inflación a escala mundial y el consiguiente endurecimiento de las políticas monetarias en el mundo.
Esto significa el alza de las tasas de interés, así como la persistencia de las interrupciones de las cadenas de suministros globales debido a las medidas de distanciamiento social a causa de la covid-19, que, en China, sobre todo, siguen instrumentando en beneficio de la salud de sus trabajadores; y la guerra en Ucrania que, espoleada ésta por la OTAN, parece alargarse sin fin. Todo ello contribuye a que disminuya la inversión y con ella, el crecimiento económico, la creación de empleos y el ingreso de los trabajadores.
En la reunión anual de los dos grandes organismos financieros internacionales, el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), ocurrida en Washington en la semana del 10 de octubre, se ha alertado del gravísimo escenario económico que vive el mundo. La alerta se acentúa en el caso de los países con economías más vulnerables, más dependientes, como México.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha sido particularmente insistente en que, para el caso de los países de América Latina, la crisis económica no ha tocado fondo y que “lo peor está por venir”. Por su parte, el BM dice que la economía global se acerca peligrosamente a una recesión; esto quiere decir que el mundo está en peligro de no producir más de lo que ya lo hace; en otras palabras, que los recursos en manos de la población no solo no crecerán, sino que podrían disminuir. El presidente de dicho organismo, David Malpass, destacó que el peligro es mayor para las economías en desarrollo, pues son las economías con poblaciones más grandes en condiciones de pobreza y vulnerabilidad.
Hay, entre los críticos del capitalismo, un discurso más o menos argumentado en contra del uso del crecimiento del PIB como medida del desempeño de una economía nacional. No hay duda de que por sí mismo, este indicador no revela las condiciones de vida de la población; mucho menos en el caso de las sociedades con grandes desigualdades de riqueza, como la mexicana.
Sin embargo, esos críticos obvian el hecho de que es en un escenario de crecimiento económico, de creciente demanda de brazos que creen riqueza, en el que los trabajadores pueden desplegar en mejores condiciones su lucha. Y es en el fragor de esta lucha por aliviar un poco su explotación, por una mayor porción de la riqueza creado por ellas, en el que las masas de trabajadores mejor pueden tomar consciencia de la causa última de sus penas y de su tarea histórica, la destrucción de las sociedades divididas en clases, la destrucción de la propiedad sobre los medios de producción que permite que unos cuantos se apropien del producto que los trabajadores crean.
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