En marzo del año pasado cuando inició la pandemia, la riqueza conjunta de 745 multimillonarios estadounidenses era de tres billones de dólares, actualmente acumulan cinco billones de dólares (Forbes), creció con la guerra bacteriológica creada en beneficio de sus monopolios farmacéuticos. La grosera opulencia de estas personas contrasta con los 89 millones de estadounidenses que han perdido sus empleos, 11 millones que carecen de vivienda propia (3.5 millones viven en las calles), 47.5 millones que han enfermado de Covid y más de 768 mil que han muerto a causa del virus. Su crisis económica actual es estructural y crónica, ya existía y se acentúo, tiene la mayor inflación en 31 años debido a la interrupción en los suministros y al estímulo monetario de la reserva federal que en los últimos 18 meses han emitido billones de dólares sin respaldo en el proceso productivo, aquí la inflación supera el 20% y acabará trasladándose a los consumidores (Wolfstreet.com, 9 de noviembre).
La pandemia no la desencadenaron ni Rusia ni China, con ellos el socialismo va saliendo adelante a nivel mundial y esto es verdaderamente importante, desde luego hay errores, pues un mundo mejor se construye entre países imperialistas saboteadores de revoluciones nacionalistas; pese a todo, ambos países le han disputado ya la supremacía mundial a los norteamericanos, los rusos los superan en la industria militar, y China lidera en riqueza mundial, pues se disparó de 7 billones de dólares a 120 billones de dólares en las dos últimas décadas, según el McKinsey Global Institute; “hay nuevo ‘sheriff’” en el mundo, aludiendo a China que, en cuatro décadas ha logrado sacar de la pobreza a más de 770 millones de personas. Son los titanes de la economía emergente en un tiempo record a pesar de todos los ataques de Biden, de Trump, y de todos los enemigos del progreso mundial; a pesar del apabullante asedio ideológico ambas naciones representan el faro de luz que se abre en el mundo ante los gobiernos imperialistas antaño hegemónicos que han sido dictadores del planeta y que agrupados en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y en la Unión Europea (UE) provocan revoluciones de colores para derrocar gobiernos, sostienen dictaduras militares, gobiernos neoliberales de derecha e invasiones a otros países.
El gobierno estadounidense impone su democracia en el mundo siendo que el propio Biden fue electo presidente en un proceso impugnado por Trump, enfrenta la pérdida de credibilidad en su modelo “democrático”, y carece de bases para juzgar. Su derrota militar más reciente en Afganistán -invasión que duró 20 años y convirtió al país en el mayor productor de heroína a nivel mundial destinada al consumo de EEUU- la encubrieron con la declaración hipócrita de Biden “nunca tuvimos la idea de construir un nuevo orden mundial”. El socialismo, en cambio, respeta la libre autodeterminación de los pueblos, no invade naciones, ni promueve guerras civiles, agresiones a otros países ni bloqueos económicos en contra de nación alguna.
Son una camarilla de estadounidenses, los más ricos de entre los ricos, los que están empeñados en querer moldear el mundo, ni siquiera a su imagen y semejanza, sino que lo quieren todo, para mantenerlo sometido, con tal de que ellos sigan acumulando riqueza a través de sus grandes monopolios; esto es un abuso a escala planetaria que todos los seres humanos racionales deben repudiar y condenar. También es necesario poner manos a la obra para corregir desde la base el rumbo que lleva nuestro país, si no lo hacemos los agredidos, los saqueados, los explotados en extenuantes jornadas de trabajo y con salarios de hambre, si no actúan los pueblos que han visto vulnerada su democracia y su soberanía, si no nos organizamos y luchamos por un cambio en el modelo económico neoliberal, en tal caso, los EEUU y sus dominadores nunca nos liberarán “por la buena”, tampoco López Obrador que llamó otra vez, en la Cumbre Trilateral, a estrechar más los lazos económicos y comerciales con EEUU, y a integrarse en las cadenas de suministro de ese país, “en sustitución de China” y del socialismo, en un descarado alarde de neoliberalismo y obsecuencia con el Imperio. No queda duda, hay mucho por hacer.
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