En los últimos días hemos visto, con verdadera preocupación e impotencia, cómo se confirma lo que mucha gente bienintencionada nunca se imaginó en 2018 que pudiera suceder; sin embargo, hoy sucede: el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien siendo candidato juró no robar, no mentir y no traicionar, quien siempre protestó ante los poderes e instituciones para que se haga valer eso de que, al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie.
López Obrador, al tomar protesta como presidente de México, juró respetar y hacer respetar la ley, pero es el primer y principal violador de esta, empezando por las flagrantes faltas a la ley máxima, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
No necesitamos forzar para nada la lógica, ni se trata de ataques viscerales o tendenciosos para ver esta verdad; solo hace falta abrir los ojos y querer ver. Lo difícil sería ocultarlo y desgraciadamente ya ni siquiera eso intentan; el presidente y sus aduladores ya no sienten ni un gramo de pudor al actuar al margen y por encima de la ley.
Las principales ocasiones en que lo ha hecho están relacionadas con procesos electorales, tiene que ver no solamente con las mismas leyes que su partido promovió y aprobó, ni es solamente una manera altanera de responderle al Instituto Nacional Electoral (INE) y a los consejeros, como diciéndoles: “Yo soy Andrés, soy el presidente, y a mí nadie me dice que puedo hacer y que no”, sino que se ha colocado definitivamente por encima de la ley.
La promoción que hicieron el presidente y sus correligionarios acerca de la consulta de revocación de mandato fue desvergonzada y la financiaron con recursos públicos, lo que configura un delito que, gracias al mismo presidente y su partido, se ha tipificado como grave y amerita prisión preventiva: corrupción.
El uso de recursos públicos para promover la participación ciudadana en el ejercicio y sobre todo invitando a los ciudadanos a votar por alguna de las opciones, es un fraude descarado, y es lapidar los recursos tan necesarios para, por ejemplo, comprar medicamentos para los niños enfermos de cáncer, o sostener el programa de Escuelas de Tiempo Completo, o cualquier otra obra o programa importante.
O dígame usted, amable lector, ¿le parece más importante gastar el dinero que aportamos con mucho esfuerzo los mexicanos en promover una consulta?, ¿le parece correcto gastarlo en pedir que la gente vote por que AMLO se quede como presidente, cuando ya eso se decidió en las elecciones de 2018, cuando la mayoría de los votantes le dio el voto para gobernar hasta 2024? Pero no es solo el mal uso de los recursos y de la envestidura, sino el carácter ilegal de sus acciones y la desvergüenza para hacerlo, retando a las instituciones, a la misma justicia y a la nación.
Ahora bien, el presidente y sus aliados de Morena no solo violan la ley electoral, sino que también han violado la constitución, ya que, en el proceso electoral de julio de 2021, AMLO habló de las elecciones en 40 de las 42 conferencias mañaneras, entre el 5 de abril y el 1 de junio, ya en medio del proceso. Él sabía que violaba la veda electoral que impone la constitución en los artículos 41 y 134. El primero señala que el titular del Poder Ejecutivo tiene prohibido intervenir en las elecciones en tiempos electorales; el segundo establece que no está permitido promocionar obras del gobierno mientras dure el proceso.
¿Por qué lo hace?, ¿Por qué viola la ley el presidente?, eso solamente lo puede explicar él. Nosotros solamente nos pudiéramos imaginar porque o para que, o pudiéramos deducir de las mismas circunstancias y proponer alguna explicación o razón, lo que sería legítimo, y no estaría mal, pero no lo hago por falta de espacio y porque no es la intención de esta colaboración; bastará en esta ocasión dejar claro que AMLO viola la ley, y le dejamos a él las explicaciones o justificaciones.
Entender que es cierto que AMLO, muchos de los funcionarios de primer nivel de su gabinete y todos sus achichincles del partido Morena se han puesto al margen y por encima de la ley, se pitorrean de ella creyendo que el manto del fuero y la protección conveniente del presidente les da un escudo de impunidad que los protege hasta de la vergüenza, que no la tienen. Es necesario para que los mexicanos podamos valorar la importancia de nuestras leyes y de que se respeten, como única garantía de que nuestra patria siga teniendo forma y se pueda vivir en ella con paz y dignidad.
Finalmente, debo decir sin vanidad y hasta con pesar, que los antorchistas ya sabíamos y lo advertimos desde el principio públicamente: el entonces candidato y hoy presidente se equivoca en sus propuestas de solución a los problemas del país, faltó a su promesa de no robar, no mentir y no traicionar, a su consigna de que, al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie y a su protesta como presidente, de respetar y hacer respetar la ley, y es momento de que el pueblo se lo demande.
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