El comercio informal es evidente en el centro histórico de la capital mexiquense: es algo que se ha convertido en el paisaje cotidiano desde hace décadas, con sus colores y olores, cualquier paseante se encuentra: panes, galletas, churros, aguas, esquites, elotes, cubrebocas, ropa para bebes y de todas las edades, ropa para mascotas, cables, audífonos, cargadores; en fin, una gran variedad de artículos, prácticamente todo lo que se necesita en la vida cotidiana.
El comercio informal, también conocido como ambulantaje, es un trabajo que se ha incrementado en los últimos años las personas desempeñan debido a la falta de trabajo formal; por eso, se autoemplean y salen a las calles a vender sus productos a fin de ganarse unos pesos para llevar a sus casas. El comercio ambulante es desplazable toda vez que los vendedores pueden estar en distintos lados o establecerse por mucho tiempo en un determinado lugar.
En todas las ciudades del país, y en muchísimas del mundo, se observa este fenómeno social y su incremento. En México, los vendedores ambulantes no cuentan con un salario fijo ni con los derechos que establece la Constitución Mexicana ni la Ley Federal del Trabajo; simplemente no son aplicables al comercio informal.
El artículo 5º de la Constitución mexicana protege la libertad de trabajo, que establece que todas las personas tienen el derecho de dedicarse a la profesión, actividad u oficio que libremente deseen y a recibir por ello la remuneración acordada, de la cual nunca podrán ser privados. En tanto, el artículo 123 dice: Toda persona tiene derecho al trabajo digno y socialmente útil; para tal efecto, se promoverán la creación de empleos y la organización social de trabajo, conforme a la ley.
Eso quiere decir que toda persona tiene derecho a un trabajo digno y socialmente útil o a la profesión, industria o comercio que le convenga, siempre que sea lícito.
Los derechos laborales en México, son: derecho al trabajo digno, jornada de trabajo y descansos, vacaciones pagadas, salario justo, participación en las utilidades de la empresa, capacitación y adiestramiento, protección a la maternidad, y permiso de paternidad. Pero, claro, esos derechos no se aplican en el comercio informal porque esos empleos no están regulados y, por tanto, no tienen prestaciones ni apoyos económicos.
Según el reporte del INEGI llamado “Medición de la Economía Informal”, el 43% de los trabajadores del país tiene un empleo formal, mientras que el 57% tiene uno informal y desempeñan actividades no reguladas. Además, INEGI reporta que por cada 100 pesos generados en el país, 77 vienen de trabajos formales y los restantes 23 del trabajo informal.
Además, el Banco Mundial dice que en México cerca del 60 por ciento de la población económicamente activa (PEA) no cuenta con seguridad social porque se dedica al trabajo informal. Esa situación es alarmante porque la informalidad es síntoma de baja productividad y es común que esté asociada con el desempleo pues los individuos, al no colocarse en el mercado formal encuentran en la informalidad el mejor sustituto para obtener ingresos, sobre todo en las ciudades más pobladas.
La Población Económicamente Activa (PEA) del país es de 60.1 millones de personas y la tasa mexicana de desempleo se ubicó en enero pasado en 3% del (PEA); o sea 1 millón 803 mil personas desempleadas. Inevitablemente, muchos de ellos terminarán incrementando el comercio informal.
Para muchos el comercio informal no solo afecta al comercio formal, sino que también dificulta el uso del espacio público y el tránsito. Además, dicen que afecta la salud pública. ¿Pero qué hay detrás de cada comerciante informal? ¿Qué los lleva a realizar esta actividad? ¿Que los lleva a soportar el ruido, las altas temperaturas, el calor, el frío y los riesgos de tránsito y otros riesgos mayores a los cuales están expuestos?
En recorrido por el centro de Toluca platicamos con algunos vendedores informales. Verónica Hernández, con 31 años de experiencia como vendedora porque inició en el negocio desde los siete años porque tuvo que ayudar a su mamá; por eso sólo cursó hasta tercer año de la primaria. Los gastos de la familia los solventó con el comercio informal, por eso se decidieron a correr el riesgo frente al tráfico vehicular, la delincuencia y los decomisos que realiza el Ayuntamiento de Toluca, independientemente del partido que esté en el poder. Verónica señala que, por lo menos, ella y su familia han sufrido unos 200 decomisos de parte de los funcionarios, quienes se comen o venden los alimentos perecederos. Y, si son artículos, como ropa, los regresan sólo pagando multas. “Con esas acciones, los empleados del Ayuntamiento se llevan lo poco que ganamos para ir pasándola, para tener dinero para sostener a la familia o curarla si se llega a enfermar, que eso es un lujo para nosotros los vendedores ambulantes”.
Doña Marisol Jiménez Dávila, al igual que doña Verónica, comenta que desde pequeña trabajó en el comercio con su madre, “vendíamos donas en diferentes puntos del centro de Toluca” y que a lo más difícil a lo que se han enfrentado “es a los decomisos por parte del Ayuntamiento y a que personas de otras organizaciones les pelean los lugares que han ocupado desde hace muchos años”. Pero ahora estamos organizados con el Movimiento Antorchista, “para defendernos de los decomisos y de otras organizaciones de ambulantes”.
Don Modesto lleva más de 5 años vendiendo plantillas, cordones y agujetas para zapatos. Para sacar el dinero suficiente para sobrevivir, trabaja más de ocho horas al día.
Ser comerciante informal no es nada fácil, coincidieron los ambulantes: “pero es mejor ganarse la vida así, haciendo un trabajo honesto, que buscar el camino de la delincuencia, a pesar de que los servidores públicos nos traten como ilegales”.
El comercio informal no solo permanecerá en los tiempos que vivimos, sino que incluso se incrementará si los gobiernos estatales o municipales no crean empleos bien remunerados o se plantean favorecer a los más pobres. Mientras eso sucede seguiremos viendo a los comerciantes en las calles y en el transporte urbano.
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