El 24 de julio, en Veracruz, el presidente Andrés Manuel López Obrador señaló que se retomarán las clases presenciales a finales de agosto “llueve, truene o relampaguee”. El anuncio se dio en el contexto de una tercera ola de contagios por covid-19, misma que, tan solo para el 29 de julio arrojó un total de 19,223 casos nuevos y 381 muertes[1]. Y por si esto fuera poco, también nos encontramos frente a la nueva variante delta del virus que resulta ser más contagiosa y, a la vez, puede causar cuadros más severos de la enfermedad, lo que maximiza el riesgo de contagios y muertes, sobre todo entre la población que no ha sido vacunada[2]. Frente a este escenario cabe preguntar: ¿es seguro volver a clases presenciales?, ¿hay condiciones para ello? Veamos.
Ha pasado más de un año desde que el 23 de marzo de 2020 se suspendieron oficialmente las clases presenciales. Y para nadie son secreto las desventajas que esto acarrea. La educación a distancia nunca podrá suplir la educación presencial, pues el proceso de enseñanza-aprendizaje no consiste solo en transmitir información, sino que supone un proceso de construcción colectiva que permita al estudiante apoyarse en sus pares y profesores para asimilar nuevos conocimientos y habilidades. Pero el problema va más allá. Los procesos de enseñanza-aprendizaje suponen ciertas condiciones materiales que, fuera de la escuela, dependen por completo de los recursos del hogar. Y los hogares mexicanos están atravesados por una gran desigualdad y muchos de ellos por la pobreza; de manera que no todos cuentan con los mismos recursos y, por tanto, no todos cuentan con las mismas ventajas para educarse, lo que, además, resulta particularmente cierto bajo el actual contexto, pues la educación a distancia supone la disposición de tecnologías de la información a los que muchos hogares no tienen acceso o tienen acceso solo de manera insuficiente[3].
Cuando la educación se deja por completo a los hogares, la desigualdad que los atraviesa se reproduce.
¿Urge, entonces, volver a clases presenciales? Indudablemente. Pero ¿hay condiciones para ello? Éste es el quid de la cuestión. No creo que nadie esté en contra de reabrir las escuelas, siempre y cuando podamos garantizar las medidas para un regreso seguro. No se trata solo de volver, se trata de volver y poder quedarse.
Pero ¿qué condiciones se requieren para volver a clases presenciales? Primero, hay que considerar que nos enfrentamos a una variante más contagiosa y agresiva del coronavirus SARS-CoV-2. Esto pone en mayor riesgo a toda persona no vacunada, incluyendo niños y niñas. Y si queremos minimizar riesgos, una primera medida, es avanzar con la vacunación de jóvenes y adolescentes mayores de 12 años[4]. Es importante que todo aquel que pueda vacunarse lo haga. Sin embargo, aún nos enfrentamos con el problema de no contar con una vacuna para menores de esta edad. Es cierto que la enfermedad parece ser mucho menos agresiva con ellos; sin embargo, es preciso actuar con el objetivo de reducir los riesgos al máximo y, por tanto, es necesario tomar otro tipo de precauciones. Estas precauciones, sin embargo, no son nuevas. Las escuelas requieren mantener la sana distancia y promover el lavado constante de manos y el uso de gel antibacterial; pero, sobre todo, debe usarse cubrebocas para impedir contagios. Otras medidas importantes son la adecuada ventilación y aseo de los salones, el monitoreo y aislamiento oportuno de casos positivos, y la aplicación de pruebas periódicas. De acuerdo con algunos estudios realizados en Estados Unidos[5], si se aplican adecuadamente las medidas preventivas, el número de contagios en las escuelas puede mantenerse bajo y controlado.
Pero, estas medidas, aunque no sean nuevas ni extraordinarias, requieren recursos. Tan solo en EE. UU. el Américan Rescue Plan considera la implementación de 122 mil millones de dólares para dotar de condiciones sanitarias y de equipamiento a las primarias y secundarias de todo el país y, así, poder regresar a las aulas[6]. Y es que la reapertura de las escuelas no solo supone dotarlas de gel y cubrebocas, también se necesita aplicar pruebas periódicas de covid-19, así como rehabilitar espacios, lo que conlleva un alto costo.
En México el problema no es distinto: aquí también se requiere un plan para el regreso a clases presenciales y los recursos para su aplicación; sin embargo, estos brillan por su ausencia, pues el presidente y su administración se han limitado a decir que, sí o sí, se reabrirán las escuelas, y que el regreso a clases será paulatino y voluntario, pero nada más: no se ha dado a conocer ningún plan de rehabilitación y equipamiento, no se ha dicho qué medidas puntuales se tomarán para garantizar el uso obligatorio de cubrebocas o el suministro de agua a las instituciones. Y quizás esta sea una de las cuestiones más complicadas del caso mexicano. Nuestro sistema educativo enfrenta, históricamente, un grave problema de carencias en infraestructura, regularidad en los servicios básicos y equipamiento, por señalar solo algunos de los aspectos más urgentes. De acuerdo con los últimos datos del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE, antes de su desaparición en 2019), al menos 45% de las primarias presenta carencias en alguno de los servicios básicos de agua, luz y drenaje y al menos una de cada tres escuelas de educación media superior no cuenta con agua los cinco días de la semana[7].
¿Qué podemos esperar de un regreso a clases donde ni siquiera lo más básico está solucionado y donde, peor aún, no se presenta ningún plan para solucionar estas carencias ni para garantizar el cumplimiento de las medidas sanitarias elementales? La pregunta no es menor. Así como hay evidencias sobre la posibilidad de controlar los contagios al interior de las escuelas si se toman las medidas adecuadas, también hay evidencias de lo contrario: ante un relajamiento de las medidas, los contagios aumentan[8].
Pero hay una cuestión más que debemos considerar, y es que el SARS-CoV-2 no desaparecerá. Podremos superar la pandemia, pero el virus que la provocó simplemente no desaparecerá y nuevas variantes pueden surgir. De manera que nuestra actual y urgente necesidad de preparar a las escuelas para brindar condiciones sanitarias adecuadas no es algo completamente pasajero. En este sentido, es necesario que el gobierno mexicano enfoque buena parte de sus esfuerzos y recursos en mejorar, sustantiva y significativamente, las condiciones materiales (y no solo materiales) del sistema educativo. Éste es uno de los objetivos que debemos perseguir, en lo inmediato para garantizar un regreso a clases seguro y, en el mediano plazo, para garantizar mejores condiciones educativas para todos los niños, niñas y jóvenes mexicanos.
[1] https://www.forbes.com.mx/mexico-suma-19223-contagios-y-381-muertes-por-covid-19-en-24-horas/
[2] https://www.nytimes.com/2021/07/29/well/family/back-to-school-covid.html
[3] https://cemees.org/2020/05/12/educacion-a-distancia-solo-4-de-cada-10-hogares-tienen-computadora/
[4] https://www.al.com/coronavirus/2021/07/is-the-delta-variant-affecting-children-uab-childrens-of-alabama-pediatrician-explains.html
[5] 1) https://www.cdc.gov/mmwr/volumes/70/wr/mm7012e4.htm, 2) https://www.cdc.gov/mmwr/volumes/70/wr/mm7012e3.htm, 3) https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33419869/, 4) https://schools.archchicago.org/documents/80540/2983414/ABRIDGED_Reopening+Planning+Framework.pdf/b451f470-68da-45e7-b591-485191cc0558
[6] https://www.ed.gov/news/press-releases/department-education-announces-american-rescue-plan-funds-all-50-states-puerto-rico-and-district-columbia-help-schools-reopen
[7] https://cemees.org/2020/10/17/la-educacion-mexicana-a-dos-anos-de-4t/#_ftn6
[8] https://www.eurosurveillance.org/content/10.2807/1560-7917.ES.2020.25.29.2001352
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