La estrategia de hacer chiquitos los productos de consumo, en lugar de aumentar su precio no es algo nuevo, sin embargo, el fenómeno se ha hecho más evidente en los últimos meses ante el aumento del precio de las materias primas e insumos, porque todo puede pasar, menos que los ricos pierdan su dinero.
Por definición, la reduflación es un término que une dos palabras: reducción e inflación. Así que esta técnica consiste en la reducción del tamaño y la cantidad de un producto mientras se mantiene su precio anterior, de esta forma se consigue que los consumidores no noten el aumento de los precios, aunque en realidad paguen más por menos debido a la proporción de la mercancía.
A nivel mundial son distintas las compañías que han reducido el tamaño de sus productos a causa de la inflación. En México observamos en la estantería de tiendas de abarrotes que las empresas de Bimbo y Sabritas usan esta estrategia comercial al poner menos cantidad de la habitual en sus productos sin alterar el precio de venta. Si uno se detiene a observar el gramaje impreso en la envoltura se descubre que, en lugar de tener los 100 gramos de antes, ahora sólo tienes 90 de ellos y lo demás es sólo aire, elemento que se ha usado desde siempre como un medio para evitar que la mercancía se dañe.
Y es que la escalada de precios está en todas las ramas de la industria, así que los ricos deben ser cuidadosos para no perder a sus clientes, por lo que también acuden a emplear ingredientes más baratos, lo que me recuerda algo que leí en El Capital de Carlos Marx: “La inverosímil adulteración del pan, particularmente en Londres, fue puesta al descubierto por primera vez por la Comisión "sobre la Adulteración de Alimentos", designada por la Cámara de los Comunes, y por la obra del doctor Hassall "Adulterations Detected". El resultado de estos descubrimientos fue la ley del 6 de agosto de 1860, "para impedir la adulteración de comestibles y bebidas", que tenían arena, cenizas y alumbre, cosas parecidas se sigue haciendo ahora pero no hay quien intervenga en su regulación
Se entiende que si hay aumento del precio de los insumos que se emplean en el proceso de producción y que luego forman parte de la mercancía terminada, debiera, de forma hasta natural sufrir el aumento de su precio, lo que no tendría por qué ofender a nadie; pero el problema está en que afecta directamente a los consumidores que es la inmensa mayoría del pueblo empobrecido porque no pasa así con su salario, al contrario este se reduce en relación inversa a la inflación registrada en un periodo de tiempo determinado.
Así que la reduflación es una de las soluciones que utilizan los dueños de las empresas como una salida fácil para disimular la inflación, pero no es la única, afectando además la calidad nutricional de los productos alimenticios y lo mismo pasa con la adición de agua a los combustibles como la gasolina o el diésel deteriorando a vehículos automotores, entre otros.
Los consumidores también hemos observado como las bolsas están llenas de aire o bien cómo han aprovechado la campaña de disminución de azúcar porque en realidad significa un ahorro en el precio del producto, lo que se advierte en la tabla nutricional y claro que esto beneficia a los empresarios para no perder sus ganancias que son algo sagrado.
Lo cierto es que la reducción suele pasar desapercibido por la gran mayoría de los consumidores que no están pendientes de eso, por lo demás es una práctica legal toda vez que en el etiquetado se dice el contenido en gramos o mililitros que estás comprando, así que no hay robo: pero la sumatoria de esas pequeñas cantidades que pueden pasar inadvertidas, representan el interés de los ricos por cuidar sus ganancias, medida empleada en épocas de crisis económica como las actuales.
Ante todo esto, ¿qué hacen la Secretaria de Salud o la Procuraduría Federal del Consumidor? Nada. Ellos están solamente para obedecer las órdenes que les dicta el gobierno una vez que son analizadas e impulsadas por los ricos empresarios que se mantienen incrustados en el aparato gubernamental y son parte de los consejeros del presidente en turno, tal como lo vemos en la actualidad con el gobierno de la transformación de López Obrador.
En este escenario también resulta como medida útil la organización del pueblo de México para que siendo mayoría exija un aumento real del salario a sus patrones, pero también que las secretarías encargadas de la salud y del consumo hagan algo en favor de la economía doméstica y no solo se dediquen a poner pequeñas multas o inmovilizar aparatos de medida como básculas, porque eso es solo una vacilada a la inteligencia colectiva.
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