Hablar de producción, en específico de mercancías, tiene dos caras que intentaremos abordar en este artículo; la primera, que es la que lleva consigo el desarrollo de una sociedad en términos económicos, tecnológicos y científicos, y la segunda, que también está siempre presente, la sobreproducción de las mercancías y el poco acceso a estas.
Para entender un poco del fenómeno del que hablamos, debemos entender y conocer la base de todo el desarrollo y la existencia de los diferentes modos de producción. En sus inicios, cuando el hombre se desarrollaba en una sociedad primitiva, existía la propiedad colectiva de los medios de producción, esto quiere decir que todas las herramientas, rústicas en ese entonces, pertenecían a toda la comunidad; por consiguiente, todo lo que se producía y lograba gracias a ellas, pasaba a ser parte del colectivo, además de que lo producido era lo necesario para satisfacer las necesidades de todos los miembros.
Con el desarrollo de las fuerzas productivas, comenzó a generarse un excedente de las mercancías, lo que propició la aparición de la propiedad privada, al aparecer esta, aparece también la propiedad privada de los medios de producción, esto quiere decir que las herramientas y las pocas máquinas que existían en ese entonces ya no pertenecían a toda la comunidad, sino a unos cuantos, quienes al tener el poder sobre ellas, comenzaron a explotar a aquellos que lo único que tenían era su fuerza de trabajo.
Bajo este esquema fue que se desarrollaron los modelos de producción esclavista, feudalista y el capitalista, mismo bajo el que vivimos ahora, solo que nos desarrollamos ya en su etapa neoliberalista. El constante desarrollo de la base de producción ha acarreado notables cambios en la sociedad, pero su base, es el ininterrumpido desarrollo de sus máquinas, pues de ellas depende que se incremente la productividad en cada una de sus fábricas.
Al meter en las empresas maquinarias cada vez más desarrolladas, la producción de mercancía se acelera de manera casi inimaginable; en sus inicios cuando se producía bajo un esquema artesanal, la producción de las mercancías era pequeña, pero al entrar la maquinaria se elevó por los cielos; esto ocasionó, por otro lado, que se genere el segundo fenómeno del que hablábamos al principio, el poco acceso a las mercancías que se producen.
Esto quizás podría parecer algo exagerado para algunos, pero veamos un poco más de cerca el fenómeno. Al desarrollarse la maquinaria, es cada vez menos necesaria la fuerza laboral del hombre, la introducción de nuevas tecnologías ha permitido que el capitalista se ahorre dinero en pagar salarios, pues ya muchas máquinas con la ayuda de un solo hombre puede lograr lo que antes se lograba con la intervención, por ejemplo, de 50 hombres, entonces, el despido de cientos, miles y hasta millones de obreros, se hace presente.
Al ocurrir esto no es para nada sorprendente que la gente que no cuenta con un empleo seguro, busque la forma, cualquiera que esta sea, para generar dinero y seguir satisfaciendo por lo menos, sus necesidades básicas, es ahí que ese gran ejército de reserva creado por los despidos, comienza a laborar en lo que se ha catalogado como el empleo informal; sin embargo, los recursos que percibe, siguen siendo insuficientes, y para aquellos que aún permanecen en las fábricas, el salario, tampoco es suficiente.
Es en este momento cuando ocurre la gran contradicción. Por un lado las grandes maquinas siguen produciendo mercancías aceleradamente y sin pausa para generar mayor ganancia a los capitalistas, pero por otro lado, los pocos ingresos y la mayoría de las veces sin ellos, hacen dif´ícil que los trabajadores puedan acceder y adquirir las mercancías que ellos mismos producen con su fuerza de trabajo.
La conclusión obligada es que existe una sobreproducción en el mercado y al no contar con la suficiente capacidad adquisitiva, se genera el estancamiento de toda esa mercancía, lo que obliga a que se vuelva realidad lo que alguna vez Carlos Marx explicó sobre que es el propio capitalismo el que destruye su base social, convirtiéndose así, en su propio sepulturero.
Comienza pues, a hacerse evidente, que el fin del modelo capitalista es algo que ocurrirá inevitablemente, algo en lo que las masas trabajadoras comienzan también a intervenir, pues este modelo ha acarreado consigo, hambre, pobreza, sufrimiento, drogadicción, delincuencia, entre otros muchos males a la sociedad, y, por si no fuera poco, las ganas de los capitalistas por seguir explotando y extrayendo hasta la última gota de la fuerza de trabajo de los obreros sigue presente.
Ante esta situación, las patadas de ahogado que da el capitalismo por seguir de pie y manteniendo su hegemonía en el mundo, las masas de trabajadores han comenzado a salir a la calle a gritar y a denunciar la inhumanidad de este sistema, la inconformidad pues, de la clase trabajadora, se hace también presente. Y ante ello otra conclusión obligada es que solo nosotros, la clase trabajadora, podremos cambiar el modelo de producción en el que nos encontramos por uno más justo y equitativo para todos.
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