De acuerdo con el presidente Andrés Manuel López Obrador, el modelo neoliberal, cuya manifestación era la corrupción de los gobernantes emanados de lo que hoy es la oposición, llevó a la ruina a nuestro país en todos los aspectos, razón por la cual había que cambiar todo de raíz. Así se justificó el desmantelamiento de casi todas las instituciones y programas sociales existentes, en aras de su llevada y traída transformación.
Pues bien, cuatro años después, dicha transformación no se ve por ningún lado, nuestra sociedad es un caos total. Los asesinatos superan a la administración anterior; la Estafa Maestra y Odebrecht, que llevaron a Rosario Robles y Emilio Lozoya a la cárcel, haciendo con ellos un uso faccioso de la ley como chivos expiatorios, han sido superados por mucho con el desfalco en SEGALMEX, de más de nueve mil millones de pesos, y la 4T sólo destituyó al titular de la dependencia.
En Oaxaca se desmanteló el Seguro Popular, dejando a un millón y medio de personas sin servicios de salud ñ, y al Centro de Oncología y Radio Terapia de Oaxaca (CORO), sin medicamentos ni personal suficiente. Se generó un grave problema social y laboral en la recolección de basura que ha derivado en el descargo de ésta en el Palacio Municipal y zonas céntricas de la ciudad; y, finalmente, está el conflicto inconcluso del aumento de las tarifas de transporte público, ante la incontrolable inflación, que ha encarecido en un 36 por ciento los insumos de este sector.
Y no podía ser de otra manera, López Obrador detectó, durante más de dos décadas de campaña, la creciente inconformidad contra la corrupción. Aprovechándose de ello, generó un discurso seudoizquierdista con el que declaraba la guerra abierta a este lastre al que culpaba de todos los males sociales e hizo de él su principal bandera. Después de tres intentos, con un movimiento social sin cohesión ideológica ni estructural, implementó un proyecto de gobierno con el que simuló barrer los símbolos visibles del regimen neoliberal, dejando intacta la causa profunda y verdadera de los problemas en nuestro país: la injusta distribución de la riqueza nacional. Con el arribo al poder de adeptos inconformes que lejos de solucionar la contradicción prevalecente, se repartieron el botín, se generó el caos en el que hoy vivimos. No se ha seguido la ciencia política, sino la aplicación desordenada de dogmas, prejuicios y vendetas que no han resuelto la contradicción principal.
El político, pedagogo y filósofo mexicano, Eli de Gortari, en su obra el método dialéctico, señala el desarrollo que sigue la sociedad -como organismo vivo- producto de la unidad y lucha de contrarios, y afirma que “los términos contradictorios son tendencias en actividad que se determinan y se desarrollan de manera opuesta y recíproca. Cuando la contradicción se extrema, se llega a producir un antagonismo que se hace insostenible, porque entonces los términos opuestos se vuelven mutuamente excluyentes, lo cual impide su cohexistencia. Esta incompatibilidad llevada al extremo señala el momento de la resolución y la superación de la oposición…”.
Los contrarios esenciales que prevalecen en nuestra sociedad son, por un lado, el aumento escandaloso de la riqueza acumulada en pocas manos y, por el otro, la pobreza que se extiende entre las capas medias y populares. Esta desigualdad económica es la que genera la desigualdad social. Dicho de otra manera, la injusta distribución de la riqueza social es la causa de todos los males sociales, incluida la corrupción, que es una forma de distribuir a aquella por vías alternas. Riqueza solo hay una y el aumento en un lado, significa por fuerza disminución en el otro; qué tanto se concentre en esas pocas manos la riqueza, indicará el aumento de pobres, el grado de pobreza de éstos y, por tanto, el tamaño de la brecha entre unos y otros.
Algunos datos nos ayudarán a comprobar esta afirmación; según el Coneval, tan solo de 2018 a 2020, aumentaron en cinco millones las personas en situación de pobreza; en la pandemia, por las deficiencias que sean, en nuestro país hubo un millón de fallecidos; en 2021 se perdieron 12 millones de empleos, y a inicios de 2022 faltaba recuperar dos millones. Mientras eso sucedía entre las capas populares, las fortunas de los ricos mexicanos aumentaron en 16 mil millones de dólares; la corrupción alcanzó a familiares directos del presidente, quienes fueron absueltos por la justicia; y el gasto en los proyectos como Dos Bocas, el Aeropuerto Felipe Ángeles y el Tren Maya alcanzó la exhorbitante suma de 38 mil millones de dólares, rebasando en más de 21 mil millones de dólares lo proyectado.
Es decir, por un lado, cada vez más mexicanos caen en pobreza, mientras aumenta la riqueza concentrada en pocas manos, y las propuestas superficiales del proyecto de la 4T no van a resolver esta contradicción, porque no se ha atacado su raíz, sino que solo se araña sus más visibles efectos, como la corrupción, aplicando falsos programas de combate a la pobreza e invirtiendo el presupuesto en obras para las clases acomodadas con el argumento de la generación de miles de empleos.
Y esto se hace para echar humo a los ojos del pueblo, para que, llevado por la falsa ilusión de que se combate al sistema que lo agobia, deje de cuestionar las verdaderas causas de su pobreza, mientras este aparato sigue cometiendo los mismos delitos, incluso en mounstrosas proporciones. Nuestro país es un barril de pólvora a punto de explotar, los datos oficiales han sido diseñados para ocultar la insostenible situación económica y social, es decir, no reflejan fielmente que los opuestos no pueden ya cohexistir.
El presidente lo sabe y se prepara para combatir la creciente inconformidad social con el control de todas las instituciones autónomas y el Ejército con autorización oficial para tareas civiles de contención de manifestaciones.
La actual clase política no resolverá los problemas porque su organización está sentada en la base del individualismo y el interés propio que se abre paso por sobre el colectivo a costa de lo que sea. La superación de esta realidad, requiere un salto de calidad en la organización de la sociedad, que ponga al interés colectivo por encima del individualismo que hoy prevalece y para ello, deben formarse políticos verdaderamente populares que luchen por el bienestar real de las mayorías relegadas.
Por ello, el que la supuesta 4T no resuelva el problema no significa que no tenga solución. La respuesta se ha dado ya, no en el discurso, sino en los hechos. Nosotros no sustentamos nuestro proyecto con la ganzada de que hay que barrer de arriba para abajo con la corrupción para cambiar al país, sino que armados de una verdadera y consolidada teoría social, en consecuente y dialéctica unidad con nuestra práctica política, hemos aplicado nuestro método en las casi cinco décadas de existencia como organización de masas, demostrando en diversos puntos del país en los que tenemos presencia, que somos capaces de resolver la contradicción social de la que emanan la desigualdad, la pobreza, la corrupción el resto de males sociales que nos aquejan, instrumentando un cambio real y profundo de varias comunidades como Tecomatlán y Huitzilan de Serdán en Puebla, Chimalhuacán e Ixtapaluca en el Estado de México y San Miguel Monteverde y San Pedro Ocopetatillo en Oaxaca, como botones de muestra, que hoy siguen siendo ejemplo de progreso, desarrollo social y bienestar para sus habitantes. Esas son nuestras pruebas.
La incompatibilidad entre riqueza y pobreza anuncia el arribo de la solución de la contradicción, entonces se verá la verdad de lo que somos y lo que podremos hacer cuando estas mayorías engañadas volteen los ojos a nosotros y a nuestro proyecto de país, ante el fracaso de los falsos transformadores. Por ello y no por otra razón, se intentó destruir al Movimiento Antorchista Nacional.
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