El Artículo Tercero de nuestra Constitución dice muy preciso: todo mexicano tiene derecho a recibir educación. Y bien, dejando hasta ahí las cosas, si hubiera condiciones para que todos los mexicanos ejercieran ese derecho, para ningún mexicano habría problema en ejercerlo, pero lamentablemente no es así, ya que, al momento de querer emprender el estudio, desde el nivel básico se requiere dinero, y entre más y más avanza uno, más se requiere para costear los gastos; aunado a ello, el gobierno también te cobra más dinero en los niveles superiores de la educación. O sea, ya no solo el estudiante tiene que cargar con pagar el alimento, ropa, copias, internet, material escolar, renta, etc., sino que también tiene que pagar una cuota semestral, cuatrimestral o en el caso de las escuelas particulares, mensual. Casi casi le dicen al joven: “¡No estudie!”.
Hay familias que sí pueden costear la educación de sus hijos, y mandarlos a las mejores universidades, pero también hay familias que definitivamente después de terminar la primaria, tienen que mandar al hijo a trabajar para aportar al gasto familiar, ya que aparte de no poder aportar dinero para su educación, también les falta dinero para pagar agua, luz y compra de alimentos, y es así como la persona desde pequeña se inserta al ambiente laboral obrero o jornalero, para después casarse, tener hijos, trabajar para mantenerlos y así cumplir su ciclo de vida, una vida con muchas carencias, una vida donde deja toda su juventud, energía y tiempo en una maquila o en un campo agrícola. Se repiten, pues, las relaciones de producción de generación en generación. Si se quiere realmente educar y formar profesionales con los hijos del pueblo, el gobierno debe crear las condiciones para que estos puedan tener por lo menos las mínimas condiciones para estudiar su carrera.
En Hermosillo, desde hace mas de quince años, con muchas dificultades ha sobrevivido la Casa del Estudiante Sonorense (CES), un albergue estudiantil que ha servido a varias generaciones estudiantiles para que terminen su carrera universitaria en la UNISON, UTH, ITH, UES y la misma preparatoria. Jóvenes de procedencia muy humildes, de Huatabampo, Etchojoa, Navojoa, Guaymas, Nogales, Puerto Peñasco, San Luis Río Colorado y de otros municipios, que tuvieron que migrar a la capital sonorense para poder estudiar la carrera universitaria, y quienes ya ahora se desempeñan como ingenieros, paramédicos, abogados, maestro, etc. Cabe mencionar que, en esos años de existencia, el albergue estudiantil siempre se vio embestido por el gobierno del estado, quien insistía en desaparecerlo, les cortaba el subsidio, no les daba apoyo ni nada, y ante esto los jóvenes salían a manifestarse haciendo marchas y plantones, y para sostenerse salían a colectar a los cruceros e iban a la central de abastos a solicitar alimentos a los pequeños comerciantes para poder tener alimentos y seguir estudiando.
Hoy, gracias a la lucha tenaz de la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios Rafael Ramírez (FNERRR), a la que está afiliada la CES, desde hace mas de un año comenzó la construcción del edificio, -ya que antes tenía que rentar casas a particulares, de las cuales fueron desalojados porque el gobierno se negaba pagar la renta, aún sabiendo que era su obligación por que se firmaba un convenio anual donde se estipulaba ese apoyo- el cual albergará alrededor de 100 estudiantes. Proyectos como estos, son los que realmente el gobierno debería darle prioridad, ya que son un gran apoyo para los que realmente quieren seguir estudiando y no tiene manera de hacerlo. Esperamos que este nuevo gobierno que encabeza Alfonso Durazo Montaño, le ponga énfasis al tema educativo y pueda concluir la Casa del Estudiante Sonorense, para que más generaciones puedan seguir terminando sus estudios. El pueblo necesita educarse y requiere condiciones para hacerlo. ¡Que viva la Casa del Estudiante Sonorense! ¡Por una educación crítica, democrática, científica y popular!.
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