Es verdad conocida que los campesinos constituyen el sector más pobre y económicamente más rezagado de nuestro país; en el campo, la falta de oportunidades crea un entorno sumamente lastimoso y es precisamente, en el área rural, donde se encuentran los índices más altos de insalubridad, analfabetismo y desnutrición; muchas comunidades carecen de servicios elementales como agua, luz, caminos y demás medios de comunicación; hace falta vivienda, urbanización de los centros de población, clínicas, escuelas y ya no se diga, espacios de recreo y esparcimiento. En fin, en el campo se carece casi de todo, sin afán de exagerar.
Pero el problema no termina ahí, la situación ha empeorado desde el inicio de la pandemia provocada por el virus SARS-CoV-2, en marzo de 2020; agudizándose en algunas regiones, por las inundaciones que ocurren cada temporada de lluvias en estados del sureste y del centro del país, o bien, por la sequía en estados del norte y noreste como ocurre en estos días; en fin, las calamidades para los pobres del campo siguen incrementándose aceleradamente y la falta de programas gubernamentales serios y bien pensados, de carácter sustantivo y no asistencial, que brinden apoyo a los pequeños y medianos productores para mejorar sus métodos de cultivo, la dotación de insumos necesarios para la producción, la dotación de tecnología de punta para abaratar costos y ser competitivos, que se les permitan garantizar la cosecha, con la que además de satisfacer sus necesidades, puedan comercializar los excedentes obtenidos, brillan por su ausencia.
Así, ante la ausencia de oportunidades, el campesino ha tenido que endeudarse al no tener alternativa para mantener a la familia y en la consecución de recursos para sembrar, al no contar con ningún tipo de apoyo oficial. Se les ha venido encima, como a todos los mexicanos, la inflación y el encarecimiento de los productos de la canasta básica, no tienen para curarse, tampoco para edificar una vivienda, aunque sencilla, mucho menos para educar a sus hijos y proporcionarles satisfactores adicionales.
El empeoramiento de las condiciones de vida en zonas rurales ha obligado a los campesinos a emigrar a las áreas urbanas de las grandes ciudades en busca de empleo que les proporcione los ingresos necesarios para la adquisición de satisfactores inmediatos, aunque no siempre lo encuentran, porque aquí, el desempleo también se incrementa. Datos oficiales recientes proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) evidenciaron que el empleo en México tuvo una disminución; en mayo, se perdieron 518 mil puestos de trabajo, en donde el sector agropecuario fue el más afectado al reportar una disminución de 267 mil puestos menos, seguido del sector servicios, que perdió 221 mil.
Y si la problemática rural en el país se ha agudizado, en Yucatán no es la excepción. De 2018 a 2020, la pobreza rural se incrementó en casi un punto porcentual al pasar de 56.8 a 57.7 por ciento, acentuándose más en municipios y comunidades con población maya-hablante, cuyas fuentes de ingresos disminuyeron y solamente tuvieron como ingreso las transferencias monetarias, que nunca son suficientes y tampoco se les proporcionan a todas las familias.
El 10 de febrero del año en curso, al comparecer el titular de la Secretaría de Desarrollo Rural del Estado (SEDER), Jorge André Díaz Loeza, ante el Congreso del Estado de Yucatán, informó que mil 285 millones de pesos fueron invertidos para el campo yucateco en los últimos tres años y, como parte del programa “Peso a peso”, sólo en 2021, beneficiaron a 15 mil 810 productores a lo largo de los 106 municipios; es decir, la media de campesinos beneficiados de este programa por municipio es de 149, que, como fácilmente puede deducirse, es totalmente insuficiente para incentivar la producción en el campo y abatir la pobreza, si consideramos que en junio de 2020, la tormenta tropical “Cristóbal”, acabó con el 85 por ciento de la producción agrícola del estado. Para la siembra primavera-verano 2022, el Gobierno estatal a través de la SEDER propala que beneficiará solamente a 10 mil campesinos de veinticinco municipios, ¿y en los municipios faltantes?, ¿es que los campesinos necesidad no tienen?
Ante esta situación, mil 500 campesinos antorchistas de distintos municipios del sur y del oriente del estado, siguen insistiendo que se les dote de fertilizante y demás insumos indispensables para hacer producir sus pequeñas parcelas y proporcionar el sustento a sus humildes familias; asimismo, se les considere en los programas de infraestructura social y de servicios (caminos, vivienda, calles, agua potable, electrificación, escuelas, etc.) indispensables para una vida decorosa.
Como es fácil de deducir la situación económica de miles de familias yucatecas que dependen del campo se torna insostenible, la magnitud del daño a la economía campesina por todas las situaciones descritas y en particular la falta de apoyo gubernamental, es un hecho palpable, ya que el consumo y la calidad de vida de la población se está cayendo. La gente no compra porque no tiene con que hacerlo; la actividad económica es cada vez menor y las comunidades tienden a convertirse en pueblos fantasmas debido a la migración del campo a la ciudad.
Urgen políticas gubernamentales que verdaderamente impulsen el desarrollo en el campo, en las que sean considerados a los pequeños y medianos productores, que casi siempre quedan a la deriva y en la orfandad de los programas oficiales; se necesita hacer una reorientación del gasto social que realiza el Estado, para incidir en el mejoramiento de la calidad de vida de las grandes mayorías, creando más y mejores empleos. El gobierno tiene y debe invertir, pero no en los que más tienen, sino en los que apenas tienen para sobrevivir.
Hay que lograr que esto ocurra y para hacerlo, se necesita de una fuerza popular organizada, en la que deben estar los campesinos, exigiendo los beneficios que por derecho les corresponde. Sin importar las veces que se les niegue, hay que luchar y no claudicar, hasta conseguir la victoria, obligando así a las autoridades en turno a que resuelvan.
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