¿Debe el periodismo tomar partido? En abstracto podemos decir que, dado que vivimos en una sociedad dividida en clases sociales, en grupos que se definen por el ingreso económico que tienen, es completamente racional que cada grupo defienda los intereses con los que se identifica; de ahí que una postura política imparcial para mostrar algo así como la verdad completamente objetiva, no sea posible.
Ya en repetidas ocasiones, periodistas que hacen uso del espacio de las mañaneras del presidente Andrés Manuel López Obrador, han justificado su claro apoyo al presidente aludiendo al razonamiento anterior. Según su percepción, no hacen más que acatar las palabras del presidente cuando invitaba a los periodistas a tomar partido, a que se definan, a que decidieran en qué lado quieren estar. Pero ¿qué tipo de definición es lo que quiere el presidente?
Cuando Lenin, el dirigente de la Revolución de Octubre, en su artículo La organización del partido y la literatura del partido planteaba la necesidad de una prensa partidista pensaba en algo mucho más complejo que lo que vemos en el caso mexicano.
Para Lenin, es verdad que la libertad de prensa absoluta no existe, por lo menos como la planteaban los liberalistas burgueses que apelaban a esta forma de libertad. Es imposible que mientras el dinero fundamente las relaciones sociales, mientras este tenga el poder que es conocido por todos, haya más ley que la suya. La libertad de prensa aclamada por el liberalismo burgués es simplemente hipócrita, porque no deja claro que en realidad el escritor no expone el resultado de su investigación y de su trabajo, sino lo que su dueño le ordena.
Por eso, aquellos que quieren cambiar la realidad deben reparar en esta verdad, y deben oponerse a la libertad de prensa, una prensa partidista. Una prensa que explique con claridad que la libertad de la que hacen gala los defensores del capital no es tal, y que por el contrario el escritor comprometido toma partido.
Pero analicemos un poco más de cerca la cuestión; porque no se trata aquí de aceptar la fatalidad de tener que apoyar a unos u a otros, sino de oponer a una falsa libertad de prensa, que utiliza esa bandera para esconder su defensa de los poseedores del dinero, una libertad más real.
No se trata de tomar partido por tomar partido, sino de tomar partido por la clase explotada, por el proletariado, por los pobres del mundo, estos que integran a la inmensa mayoría de los hombres y mujeres que habitan nuestro mundo. Aquí ya hay una particularidad que debe tomarse en cuenta, y es que no se defienden los intereses de una minoría, sino de la mayoría de la sociedad.
Pero el número por sí mismo tampoco es criterio de verdad. El tomar partido por el proletariado no solamente impulsa una verdadera libertad por representar a la mayoría y no a la minoría, no es que sea más verdad el tomar partido por los intereses de una cantidad mayor de personas. La libertad real está en el carácter de la defensa de los trabajadores y trabajadoras.
La literatura creada para analizar de manera concreta a la clase trabajadora crea las condiciones para una verdadera literatura libre puesto que, como dice Lenin, “dejará de servir a damiselas hastiadas y a los diez mil de arriba que se aburren y engordan, sino que servirá a los millones, a las decenas de millones de trabajadores que son la flor y nata del país, su fuerza y su futuro. Esa literatura verdaderamente libre fecundará la última palabra del pensamiento revolucionario de la humanidad gracias a la experiencia y al trabajo vivo del proletariado…”.
Puede verse, entonces, con claridad que la toma de partido no tiene que ver con elegir bandos, sino con la defensa objetiva y real de los explotados que son los que están sometidos a una dinámica en la que prácticamente viven al día y en la que su trabajo solamente proporciona beneficios a los poseedores de los medios de producción. Es más libre esta prensa porque ya no se escribe buscando la ganancia, el dinero, sino en beneficio de la verdad, la verdad de la explotación.
De nada sirve dejar de servir a un amo para servir a otro, por tanto, aquellos periodistas que defienden a los que ahora están en el poder deberían primero cuestionar si verdaderamente todo lo que se hace desde la presidencia de México es lo que le conviene a la mayoría de las y los mexicanos, si es así, difundirlo, y si no, también.
El partido que ellos deben tomar no es el de un individuo, sino el de las masas, esa es la verdad con la que deben comprometerse; de lo contrario pasarán de defender la libertad de prensa para esconder sus verdaderos intereses, a defender el partidismo abstracto para justificar su lealtad a toda costa, y aunque los resultados sean pobres, al gobierno actual.
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