Uno de los grandes problemas de nuestra sociedad moderna es la falta de oportunidades de trabajo para toda la población, en particular, para los jóvenes. En el mundo entero y a nivel nacional, ha sido siempre uno de los más grandes desafíos y una verdadera amenaza para ellos y para la futura generación; en vez de empezar una nueva vida llena de entusiasmo y esperanza, muchos de ellos tienen que afrontar un mundo de ansiedad y temor.
Haciendo una radiografía de la Población Económicamente Activa (PEA), México representa el 57.8% de la población total de los cuales el 50.4% son jóvenes de 14 a 29 años. La tasa del desempleo nacional es de 5.36% mientras que la de los jóvenes se duplica llegando al 8.6%. Es por eso que, a pesar de estos datos aparentemente pequeños, de la tasa de desempleo, millones de familias enteras y jóvenes en edad de trabajar se arriesgar a aceptar el trabajo informal, aceptando las dificultades y condiciones que se les atravesarán durante su jornada laboral, así aceptando una pluralidad de ocupaciones, como lo son: el trabajo asalariado (incluye el trabajo familiar, trabajo doméstico y los jornaleros), trabajo independiente o por cuenta propia, empresas o empleadores informales que utilizan trabajadores informales y los que las empresas formales los utilizan en la informalidad.
En cuanto a su preparación profesional de los jóvenes que se encuentran en edad de estudiar, uno de los factores que actúa negativamente, es la falta de educación y la educación de calidad en todos los niveles, este problema empieza desde la infancia o la educación elemental. Según datos de UNICEF, la cantidad de niños que no van a la escuela es espantoso, son más o menos 4 millones y unos 600 mil en riesgo de abandono, esto, por causas distintos, ya sea, por ejemplo, por los bajos salarios que ganan sus padres, ellos se ven forzados a aportar recursos a su hogar para sobrevivir y sobresalir con su familia, son las principales causas del abandono escolar.
Según datos del INEGI, 14.4% abandonan sus estudios por ir a trabajar y 12.7% por falta de recursos económicos, así sumando un total de jóvenes en México que no asisten a la escuela alrededor de 2.2 millones de jóvenes y niños. Estas cifras muestran un escenario complejo en un país como México que ya arrastraba un rezago en materia de educación y tomando en cuenta que la pandemia de la covid-19 aún lo ha agravado mucho más de lo esperado, a tal grado, que por falta de recursos, hoy suman los que no se inscribieron al ciclo escolar actual, más de 5.2 millones de niños y jóvenes de toda la comunidad estudiantil.
Hay algo mucho más preocupante. Lo que los expertos en esta rama lo denominan como la economía criminal, los jóvenes o menores que participan en este sector, que suelen ser vendedores de droga o transportadores de la misma, sicarios o halcones -vigilantes e informadores- entre otras actividades, la mayoría obtienen ingresos muy reducidos. Aunque dada al nivel de pobreza existente en sus lugares de origen, la cantidad que se les paga, desde su perspectiva, puede ser considerada alta. Además, de que, a pesar de sus ingresos bajos, hay una gran posibilidad de ejercer poder con el “poder” que supuestamente tiene y generar gran temor hacia su misma comunidad o pueblo.
En esta misma relación, a los jóvenes se les proporciona un celular y una camioneta que también hace que se sientan con otro nivel de vida. Es cierto que, al igual que en una empresa, están en un proceso escalafonario, quieren ser primero halcones, luego sicarios y seguir escalando. A pesar de que la realidad no es así, ya que solo son un instrumento que permite proteger a los delincuentes realmente importantes que controlan un negocio ilícito, pues los delincuentes, logran introducir una psicología hacia a ellos muy diferente para lo que realmente les sirven. En tal situación se encuentra actualmente algunos jóvenes, los que prefieren unos años de aparente riqueza. Si no son algunos de estos tipos de trabajo tienen en frente el camino de ir a trabajar de ilegal hacia los EE. UU.
Hace falta pues, cambiar las políticas institucionales que maneja el gobierno federal. México no necesita una economía moral, lo que realmente se requiere es, una política económica que, al ejecutarse, sean tangibles sus resultados. Por ejemplo, una economía que les dé un rumbo con más oportunidades a los niños y jóvenes en edad escolar, es decir, mejorar el acceso a la educación. Para ello, se requiere de manera urgente un gobierno próspero, con una preocupación muy grande de combatir la desigualdad que reina dentro de nuestro país, además, un gobierno capaz de enfrentar a cambiar las reglas que los beneficia a mínima parte de los mexicanos (los ricos). En otras palabras, cambiar el sistema tributario a una más justa que garantizaría que los de arriba pagaran, al menos, un porcentaje de su renta en impuestos igual que los que perciben unos salarios muy bajos.
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