Ya llegaron los tiempos electorales, y por ende los candidatos visitarán a las familias potosinas solicitando el voto. En el caso de San Luis Potosí, se elegirán: 1 gobernador, 58 presidentes municipales, 64 sindicaturas, 387 regidurías, 27 diputaciones locales y 15 diputaciones federales.
Los votantes esperan un cambio real, un gobierno que, en vez del beneficio propio, vean por el beneficio del pueblo, dejando de lado sus intereses personales, como los políticos que hoy nos gobiernan están acostumbrados a colocar como prioridad. Aún en este período de pandemia no faltará el candidato que no respete las medidas sanitarias, de usar cubreboca, careta, gel antibacterial, guantes, una sana distancia, etc.; se dejarán ver, llegarán las promesas, caras amables, la fotografía del recuerdo, el abrazo y el beso. ¡Va, pura faramalla!
Es una burla que solo en estos tiempos de campaña, los políticos electoreros tengan el descaro de querer convencer con engaños a la gente humilde. Pero esta, ya no es la misma de años atrás, gracias a los medios de comunicación y de las redes sociales, la gente se está dando cuenta de la verdad y de quién merece o no el voto. Ahora en las campañas, los candidatos solucionan todo, prometen y hasta dan de su bolsillo para ayudar al ciudadano que se les acerca con alguna petición, ya sea de salud, de educación, obra pública, entre otras; y prontito resuelven, saben que de ahí obtendrán seguro el voto. Pero ellos mismos nos enseñaron, “a recibir lo que nos den y a votar por quien consideremos la mejor opción”.
Lo peor de todo es que cuando el candidato electo llega al poder se olvida de todo, de ser amable y respetuoso con sus gobernados, y lo principal, ¡se olvida de lo que prometió en campaña!, como si por arte de magia, padecieran de amnesia. El candidato que llega a ocupar el cargo de elección popular, siendo ya presidente municipal, regidor, síndico, diputado, gobernador o presidente de la república se olvida de la persona que le brindó el saludo, al que visitó en su casa, que comió con ellos; el ciudadano humilde que confío en él para que lo representara en el poder. Hasta ahí llega el cinismo de querer y obtener el poder.
El pueblo ya no quiere mentiras, quiere un gobierno que sepa gobernar, que sea humilde, respetuoso, responsable de sus palabras y sus actos. El pueblo quiere un gobierno que sepa resolver temas y situaciones de todo tipo, ya sea de salud, de educación, de desastres naturales, económicos, ¡Un gobierno honesto y humanitario! Y la única manera de conseguir esto, lo que todo el pueblo pobre mexicano necesita, son gobernantes y líderes políticos capaces de asumir su puesto, de liderar y dar soluciones, a los problemas del día a día; es a través de la concientización, la educación y el estudio de la trayectoria política de cada candidato, si cuenta con la preparación académica como para poder con la responsabilidad de ocupar un cargo de lo que se está comprometiendo realizar, una vez que sea elegido por la mayoría popular.
Y hasta aquí no termina la tarea el pueblo, pues si una vez que el candidato haya alcanzado el poder, es labor de cada ciudadano recordarle todo lo que prometió en campaña, en caso de que espontáneamente sea diagnosticado con Alzhéimer.
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