La educación popular es uno de los varios fenómenos de la modernidad; anteriormente, la educación estaba solamente reservada para una pequeña parte de las élites políticas y económicas, o sea, en la historia de la humanidad, nunca fue un fenómeno extendido y, mucho menos, de masas.
No es sino hasta un periodo en donde el capitalismo se encuentra desarrollado, que éste reclama, del funcionamiento del mundo occidental, una cantidad considerable de masas más o menos instruidas que sirvan dentro de la dinámica de funcionamiento del capitalismo. Dicha instrucción no resulta especializada en un inicio, pero, con el avance de la colonización y la ciencia, se necesitan cada vez más especialistas que afinen la máquina de producción más grande de la historia. Es de esta manera que la filosofía pasa a segmentarse de manera formal y se le relega como un acto puramente reflexivo.
No es que el desarrollo de estas ciencias y disciplinas sea exclusivo de este momento histórico, es que es en este periodo cuando las masas educadas se vuelven necesarias para el funcionamiento del capitalismo. Sin podernos abstraer de éste, pues nosotros participamos dentro de esta dinámica, es que, esta instrucción generalizada nos toca y, con ello, toca a nuestros hijos. Pero esta educación no busca la excelencia sino la suficiencia. La educación superior, o sea, las universidades, no se salvan de está lógica de funcionamiento.
Al avanzar en la historia entramos, hoy por hoy, en una etapa que los teóricos políticos llaman postcapitalismo o, en el caso de los países del tercer mundo (como el nuestro), capitalismo tardío, y así como la historia mantuvo a las masas sin educación ni conocimiento, y el capitalismo desarrollado gestó como una necesidad las universidades y la educación (apenas suficiente) de las masas, la época en que vivimos está cambiando su dinámica, el capitalismo de hoy no es el mismo que fuera después de la revolución industrial, el postcapitalismo está cambiando sus dinámicas y, dentro de esto, está cambiando el funcionamiento de la educación, educación que nunca ha buscado la excelencia educativa entre las masas.
Por ello, a todas luces, en el mundo la educación está sufriendo cambios, no es la instrucción de las masas lo que interesa, sino que el mercado, en su dinámica, funcione mejor. ¿Pero esto que tendría de malo o negativo, si aparentemente no hay algo por sí mismo malo dentro de la historia, si la gente, al final, vive todo lo bien que puede y ha podido? Lo negativo reside en que el poder, dentro de su dinámica, necesita de conocimiento, por lo tanto, una sociedad más culta y mejor preparada tenderá a descentralizar el poder cada vez más, por eso, aunque la educación se rija por la agenda de la dinámica del mercado, si queremos lograr un mejor futuro como especie y como hombre y mujeres histórica y sistemáticamente oprimidos, hay, a la par de trabajar, que educarse dentro de mejores esquemas y estándares, porque lo que no se aprende por vía ajena, o sea, lo que no nos enseñan otros, es difícil aprenderlo por uno mismo si no se cuenta con la disposición y medios materiales para lograr pensar esquemas donde, nosotros, los empleados, trabajadores y obreros, vivamos de manera más justa y, sobre todo, más digna.
Por eso es una tarea históricamente relevante el luchar por cualquier espacio público que permita o proponga un mejor modo de educarse, porque es arrebatarle a las élites políticas y económicas un pedazo de futuro, un pedazo de esperanza de que otras realidades son posibles. Un centro educativo con una propuesta diferente es arrebatar a otros la oportunidad de una nueva perspectiva.
La lucha que se dio y que esperemos se mantenga por este centro educativo, no es una lucha perfecta ni acabada, apenas es el inicio de lo que una institución de educación pública puede ser. Al final, ser padres para traer un o varios obreros más al mundo, es doloroso, por ello necesitamos poner cada vez más empeño en transformar nuestra realidad injusta y condenatoria. Aquí no se educan los hijos de las élites acomodadas, sino nuestros hijos, los hijos de quienes salimos cada día a trabajar para poder sobrevivir y es nuestro deber, como padres y docentes, entregar a la sociedad gente de excelente formación que pueda frenar el deterioro de las condiciones laborales y políticas que asuelan no sólo México, sino el mundo.
Por eso, esta lucha es importante y estamos hoy aquí para liberar a las generaciones venideras de trabajadores. Nuestros hijos deben educarse para servirse a ellos y no a otros, nunca más deben ser esclavos.
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