En China, el Partido Comunista Chino (PCCh) ha sido la columna vertebral de la política y economía que han llevado al país asiático a la posición que hoy tiene frente a EE. UU. con la nueva "Guerra Fría”. Desde la fundación del PCCh en 1921, su único objetivo no fue implementar el socialismo, sino recuperar la soberanía nacional, restablecer la fortaleza frente al extranjero y basarse en el bienestar y estabilidad de su población mediante el trabajo, la salud, la vivienda, la educación, etc. Sin el PCCh hoy no se podría explicar las decisiones que los líderes actuales han continuado implementado en pro del desarrollo.
En sí, todo parece sencillo, pero es el reto que otros países como el nuestro no pueden llevar a la práctica porque los intereses responden al servicio de otros, menos al de los necesitados de una justa política social. China, por su parte, ha logrado erradicar la pobreza extrema, lo que favorece y refuerza la confianza en el sistema comunista que el PCCh y su visión fomentan.
En los países de Occidente, la "democracia” sólo funciona para los más cercanos a la cúpula del poder, de la economía, la política y la religión. Para el lo único que importa es la acumulación del gran capital y beneficiarse a sí mismos con grandes propiedades, comodidades en exceso y de los mejores servicios; mientras del otro lado la gente se hunde en la pobreza, la enfermedad y la hambruna.
En EE. UU. siempre hemos visto a los representantes del Wall Street y a los señores de la guerra jugarse el poder para garantizar su sobrevivencia en el mercado mundial, y continuar expandiéndose sobre los demás países en desarrollo para participar activamente en su política económica. Sin embargo, el país americano tiene niveles de marginación y desigualdad que demuestran su otra cara.
Pero para que haya una regulación en un país es necesario que el Estado intervenga para regularizar y evitar una monopolización con mucha acumulación de la riqueza, sin recibir lo justo por su mano de obra.
En México está ocurriendo todo lo contrario. No se busca una regulación sino la confrontación con el discurso de corrupción para que sea apoyada por los seguidores del Presidente, y generar un linchamiento mediático que sustente la iniciativa.
La Ley de la Industria Eléctrica aprobada por la Cámara de Diputados busca monopolizar a la CFE con inversiones millonarias del Estado, frenando las inversiones privadas en energías renovables y sustentables, pero que generarán sobrecostos y fallas en el servicio eléctrico en los hogares mexicanos. Lo que preocupa a muchos mexicanos.
El Presidente no demuestra una posición de liderazgo frente al caos que se avecina; demuestra la actitud de una criatura ida y envuelta en la locura, porque para él no hay más lucha justa que la suya.
El Estado no debe desdeñar la iniciativa privada del modelo económico, pero debe jugar su papel que le corresponde con las reglas del Ejecutivo para beneficio de sus empleados. Es cierto que el modelo capitalista ha sido feroz y lo seguirá siendo si no se emplean verdaderas políticas que beneficien y no destruyan como lo hace AMLO.
Es momento de mirar nuevas formas y estructuras de gobierno con más sensibilidad humana, calidad de vida y bienestar social. El análisis es primordial. Tal vez México necesita un modelo muy parecido al de China, con gobernantes del pueblo y que sí vean por los intereses de los ciudadanos. Por el momento, querido lector, es todo.
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