Después de tres años, el Gobierno morenista ha mostrado que una de sus estrategias favoritas es hacer cambios “cosméticos” a las reformas, leyes e instituciones, con la promesa de mejora, aunque no se mejore nada; aunque por el simple hecho de “cambiar”, aunque sea “gato por liebre”, se le ha otorgado el beneficio de la duda. Pues, siguiendo en ese tenor, ahora incluso sugiere cambiar hasta las conmemoraciones nacionales. Hoy me refiero al famoso “Día de la raza”, que se conmemora el día 12 de octubre de cada año. Una fecha reconocida en México y en muchos países de Latinoamérica; que pretende recordar la fecha en que se “descubrió América” y el nacimiento de una nueva identidad, producto, así se dice, del encuentro y fusión de los pueblos originarios del continente americano y los colonizadores españoles, además de la valorización del patrimonio cultural hispanoamericano. Esta fecha ha sido un tema polémico, pues muchos consideran que no hay nada que conmemorar por haberse tratado de un genocidio; sin embargo, otros argumentan que se trató de una liberación de la barbarie en que se encontraban nuestros antepasados.
De esta histórica polémica, se aprovechó el Gobierno de la 4T, pues el año pasado, en el mes de noviembre, en el senado de la república se argumentó que esa fecha escondía “persecución, trabajos forzados, discriminación, segregación, hambre y esclavitud que impusieron a nuestros antepasados por más de 300 años”, así lo expresó el funcionario Casimiro Méndez Ortiz en la sesión que aprobó el cambio de nombre de la festividad. Se decretó pues, que el nombre de la celebración cambiara a “Día de la Nación Pluricultural”. (infobae.com). Según, el objetivo es reconocer la riqueza multicultural del país, al motivar el conocimiento y reconocimiento de la diversidad étnica y lingüística del país
En México, hay 16 millones 933 mil 283 indígenas, que representan el 15.1% de la población total (www.iwgia.org). Sus lenguas, tradiciones y costumbres, son parte de la riqueza nacional, incluso consideradas patrimonio cultural de la humanidad. Sin embargo, no podemos asegurar que, por eso, los indígenas vivan y reciban un trato digno por el resto de la sociedad, pues, al ser un grupo minoritario sigue siendo visto como cosa rara. El tema de discriminación está fuertemente ligado a la raza o grupo étnico, al racismo, porque históricamente esa fue la diferencia más marcada en los tiempos remotos (debido a las condiciones naturales de la época), dos tipos de razas. Aunque posteriormente, conforme la sociedad se ha desarrollado, y la discriminación amplia su rango, y es notable en muchos otros grupos sociales diferentes y minoritarios, puede entenderse que la permanencia y penetración de esas desigualdades, ya no se explica por factores naturales, sino por razones en el fondo económicas o humanas y, por lo tanto, no solo se ejerce discriminación al indígena, sino a todo aquel grupo o persona que se considere inferior. Inferior a una clase que lo domina todo.
Podemos decir entonces, que el racismo se sigue manifestando y solo ha cambiado de etiqueta, ahora podemos entender como raza superior a la clase dominante, y como la raza inferior a la clase baja, la clase trabajadora y obrera. Hoy en día, se discrimina a un gran número de habitantes en nuestro país, pero no porque sean distintos, sino porque pertenecen a la clase oprimida todos ellos. Ese es el racismo de ahora.
Para prueba varios botones. Salta a la vista, el gravísimo problema de migración masiva que nunca antes se había visto en nuestro país. O la emigración de México a EE. UU. ¿Por qué, miles de personas deciden emprender otro rumbo, alejado de su patria? ¿Qué los motiva a arriesgar sus vidas y las de sus familias en rumbos desconocidos y peligrosos? O el abandono al sistema educativo nacional, y el daño incalculable al desarrollo educativo de 5.2 millones de estudiantes que abandonaron sus estudios durante la pandemia. Otro ejemplo, es la falta de vacunas para un sector que también es vulnerable y al cuál, no se ha brindado protección necesaria, que son los 38.5 millones niños y adolescentes, que representan el 30.8% del total de población. (inegi.com.mx). O, que decir de los 36,579 homicidios en México, registrados en 2020, la mayor cifra en 30 años, y que no tienen respuesta de las autoridades, y ha provocado que un grupo de madres desconsoladas busquen las causas de muerte de sus familiares.
Con todo esto, podemos creer que, ¿un simple cambio de nombre a una conmemoración que alude a la desigualdad, podrá provocar la erradicación del problema en sí? ¿Qué se pretende cambiando el nombre? Acaso, ¿esconder la magnitud y la amplitud del problema? ¿Qué pasaría si todos los grupos minoritarios, como la comunidad LGTB, los desempleados, los violentados, los enfermos sin medicamentos, los médicos y personal médico maltratado, los migrantes, los estudiantes abandonados, el magisterio desatendido, y un largo etcétera, se organizaran en un solo frente y exigieran mejores condiciones de vida? ¿Seguirían siendo un grupo minoritario?
Creer en un discurso presidencial que pregona la defensa de los pueblos indígenas, mientras que, por otro lado acaba con sus tierras y por ende, con muchas de sus costumbres y tradiciones, para ejecutar una mega obra caprichosa, es de irracionales. Lo que los pueblos de México y el mundo necesitan de sus gobiernos es la satisfacción de sus necesidades básicas: alimentación, salud, educación, vivienda. No solo simulaciones ni cambios de nombres. Hoy todos los mexicanos, incluso los latinoamericanos, estamos unidos por nuestras desgracias que no son distintas, aunque así nos quieran hacer pensar. El camino a seguir es la organización de todos en un mismo frente que luche por la erradicación de la discriminación en todas sus formas, que se hará tangible cuando la injusticia social desaparezca.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario