Desde hace tres años, los desastres por fenómenos naturales no le han dado tregua al sureste de México; podemos decir que se iniciaron con la pandemia de la covid-19, pero ese mismo año varias tormentas tropicales y huracanes azotaron a la península. A Yucatán, Campeche y Tabasco, y a sus habitantes les llovió sobre mojado.
A Yucatán, en 2020, los azotaron tres tormentas tropicales: Amanda, Cristóbal, Gamma y dos huracanes “Delta” y “Zeta”; en 2021, a pesar de que los fenómenos naturales no azotaron a la península, de todas formas, las fuertes lluvias inundaron muchas comunidades. Ya en este año, a partir de junio, se anunció que la época de ciclones inició en la península y las autoridades comenzaron a alertar a la ciudadanía para que se prepare por lo que pueda acontecer.
Con lo descrito, puede entenderse fácilmente que por lo agresivo de las lluvias y por la humedad, las paredes de las viviendas, las fallas y las carencias de los servicios básicos son también muy graves.
En las colonias y comunidades, las calles pavimentadas comenzaron a llenarse de baches, y las que no estaban están convertidas en charcos y lodazales invadidas por la hierba.
Las tormentas con sus rayos también han afectado el servicio de energía eléctrica, pues la Comisión Federal de Electricidad (CFE), con este pretexto, cortó este servicio; esto, y mucho más, durante dos años seguidos, han sufrido miles de yucatecos de los más pobres del estado.
Pero lo descrito no les ocurre a todos los ciudadanos; en contraste, familias del norte de Mérida donde sus ingresos y capital les permitió construir casas lujosísimas y gozar de todos los servicios sin ningún tipo de interrupción. No es casual que sea ahí donde viven los mismos funcionarios del gobierno del estado, trabajadores de las alcaldías y burócratas.
En cambio, como lo he referido, las familias más pobres que viven en los suburbios de Mérida o de las comunidades, no cuentan ni siquiera con una vivienda digna en la que puedan refugiarse de las lluvias torrenciales, y el Gobierno del estado no ha hecho nada para solucionar este problema y mantiene a esta clase social, en la marginación y la pobreza.
A todo esto hay que sumarle la tragedia, males y consecuencias que nos han dejado estos tres años de pandemia en los que no se nos ha ayudado por ningún nivel de gobierno y se nos ha dejado morir como animales.
Esperanzas de apoyo de las autoridades es casi como pedir un milagro, pues como se sabe, el presidente Andrés Manuel López Obrador y los arrastrados diputados de Morena, eliminaron el Fonden que de algo servía para ayudar en los casos señalados.
Y como si faltara más, se anuncia que este fin de semana, los yucatecos tendrán que soportar una nueva onda tropical, con las graves calamidades que implica, sin que Mauricio Vila ni Renán Barrera hayan destinado recursos y estén preparados para afrontar las consecuencias de estos fenómenos naturales.
Entendámoslo pues, en Mérida y en Yucatán no hay dinero para los pobres, no hay dinero para vivienda; no hay dinero para invertir en mejorar los servicios básicos de colonias y comunidades, pero, eso sí, nuestros gobernantes están empleando el dinero (para eso sí hay) en construir un estadio que costará millones de pesos y cuyo propósito es levantar la imagen del gobernador Mauricio Vila, el cual es uno de los favoritos del Partido Acción Nacional (PAN), para lanzarlo como candidato a la presidencia de México, y del alcalde Renán Barrera, del mismo partido que pretenden también busque la gubernatura del estado aún cuando eso implique dejar, entre el lodo y con el agua hasta el cuello a los más pobres de Mérida.
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