A cada paso de los humildes, la tierra cimbra, y el suelo que antes era infértil, tras la huella de estos, se fecunda y de este renacerán los gritos de aquellos, los que por tener en el labio la voz de los menesterosos vilmente fueron callados.
En Guerrero, la semana pasada, se llevó a cabo una marcha encabezada por miembros de la Dirección Nacional de nuestra organización exigiendo que se castigara a los responsables del asesinato de nuestros compañeros: Mercedes, Conrado y su pequeño hijo. Vilmente masacrados y que, hasta el día de hoy, no hay seña, si quiera, de un intento real por averiguar el atentado, sus causas y artífices.
Sí, somos antorchistas, los que elevan el puño en alto y quiénes acompañados del clamor que brotan del labio a la menor provocación, siguen haciendo resonar el suelo en Guerrero. Usando todos los medios legales a nuestro alcance, seguimos exigiendo justicia.
No me detendré aquí a explicar la labor importantísima de los compañeros, pues ya lo he hecho en artículos anteriores, pero si quiero expresarles, amables lectores que, el hecho, tan inhumano, tan injusto, debe hacer arder la sangre no solo de los que nos identificamos como antorchistas, sino de todos los pobres de México; de todos los que día con día trabajan por llevar pan a la mesa, por todos aquellos quiénes, cómo Mercedes y Conrado, buscan lo mejor para sus hijos, para su familia entera; un acto tal vil y tan deleznable debe hacer llenar de enojo a todos los trabajadores de nuestro país.
Tras la marcha y la audiencia pidiendo que fuesen castigados los actos, la respuesta por parte de las autoridades estatales fue un rotundo silencio, una puerta cerrada y una clara evidencia de cerrazón ante la exigencia de los Antorchistas.
¿Por qué?, ¿a qué se debe el silencio sepulcral de las autoridades en Guerrero?, ¿cuál es la razón de no querer atender al pueblo que representan?, ¿vale menos la vida de los humildes de nuestra patria y es esta la causa real del rechazo ante las peticiones justas de los familiares y compañeros de Conrado, Mercedes y su hijo? Todas estas razones juntas caracterizan bien a las autoridades guerrerenses.
Antorcha, ese mismo día, anunció que empezarían movilizaciones, cadenas humanas y exigencias a lo largo y ancho del suelo mexicano exigiendo justicia por nuestros compañeros, porque nos identifica no solamente la pobreza que se adueña de nuestras casas, alacenas y bolsillos; sino porque nos une también el mismo ideal de lucha.
Mereces y Conrado fueron como nosotros, activistas de la organización que colectaban, que tocaban puertas, que visitaron pueblos y les hablaron de Antorcha demostrando que no había destino distinto para los pobres que no fuese la organización, para solucionar sus malestares. Fueron compañeros ejemplares pues nunca se les conoció actos vergonzosos o robos u otro malestar que hiciese que la imagen de Antorcha callera sobre sus actos. Y el niño apenas conocía la vida, pero a sus escasos seis años ya sabía bien que su vida estaría destinada a apoyar las causas más justas y nobles de nuestro país, él quería ser un luchador social, yo lo conocí y lo escuché.
Es por esto, queridos compañeros, que los llamo a permanecer atentos a las próximas acciones totalmente lícitas y legales que nuestra organización realizará en todo el país. Todos los compañeros y los hombres de buena voluntad, todos aquellos que quieren edificar una sociedad más justa y todos aquellos a quienes la sangre parece hervir ante este atroz crimen, debemos ponernos en pie y levantar el puño, para exigir que estos actos no queden impunes. Todos deberemos alzar la voz por quiénes fueron callados y tendremos que exigir desde nuestras trincheras, un castigo ejemplar contra los autores de crimen tan vil.
Prestos, pues, al llamado de nuestra organización y que nadie se canse de exigir justicia y de luchar por todos los medios posibles, incluyendo también las redes sociales pues hay que inundarlas de la voz y las imágenes del pueblo. Así, como el conjunto de flores bellas nos muestra el inicio de la estación primaveral, así el conjunto de nuestras voces, de nuestros puños y corazones hará valer la vida de nuestros compañeros y será la prueba irrefutable que ha llegado la hora del pueblo. Que nadie falte a la cita.
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