El pasado 11 de agosto, el encabezado principal del diario El Financiero fue México tiene hambre y el sumario decía: “Los sectores más desprotegidos padecen los efectos de la carestía de los alimentos, que presentaron una escalada de precios como no se veía desde hace 21 años”. Esta información nos hizo recordar que, en el año 2000, se difundió que el cambio de partido en el máximo poder político del país mejoraría la situación socioeconómica del pueblo mexicano porque, hasta entonces, los gobernantes habían sido de lo peor.
Sin embargo, esa invocación nos permitió recordar que ya vimos gobernar a dos presidentes panistas; que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) tuvo una “nueva oportunidad” para corregir los desastres generados por Vicente Fox y Felipe Calderón; y que, desde finales de 2018, se instaló el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) en Palacio Nacional y se anunció como la “salvación de los pobres” y el inicio de una histórica “Cuarta Transformación” de México.
Pero, luego más de dos décadas y casi cuatro sexenios, cabe preguntarnos en qué, cómo y en favor de quién ha cambiado el país; porque el pueblo mayoritario de México permanece pobre y padeciendo –además de hambre, como advierte El Financiero– desempleo masivo, migración laboral e inseguridad pública; mientras, los políticos y los partidos solo buscan hacerse del poder para encumbrarse y enriquecerse.
La inflación, otro de los graves problemas más recurrentes en México, hoy no para; y este año provocará extremas carencias en las familias más pobres, en las que el mayor peso de la crisis económica recaerá con más fuerza mientras el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) repite a diario su discurso trillado de que “todo va bien o requetebién”, pese a que la mitad de la población está al borde de una hambruna.
Todo esto ocurre mientras AMLO y Morena impulsan obras públicas de relumbrón como la refinería de Dos Bocas, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), y el Tren Maya. Mientras AMLO y su partido perseveran en estas “prioridades” y solo piensan en la sucesión presidencial de 2024, la pobreza y la marginación avanzan, como constantemente lo evidencian el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) con base en mediciones que demuestran que el decepcionante resultado de los programas sociales se debe a que su finalidad resulta evidentemente electorera.
Mientras el pueblo padece inflación, violencia, inseguridad, pobreza, hambruna, falta de medicinas, desatención hospitalaria y falta de oportunidades, la prensa reproduce los dichos y las payasadas de las “corcholatas” de AMLO, los discursos de fantasía de éste y la mayoría de los funcionarios públicos, gobernadores y políticos de partido, que se dan hasta con la cubeta para desprestigiar a sus oponentes; y las acciones políticas de un gobierno que usa el aparato del Estado para imponer su voluntad y garantizar el voto de los mexicanos a favor de la candidata o candidato de Morena en 2024;
El pasado 25 de octubre, el diario El Universal alertó con este titular: Arrasa la inflación de más de nueve por ciento a hogares pobres. La nota precisaba que las familias con ingresos de un salario mínimo enfrentaron inflación de 9.3 por ciento en los primeros 15 días de octubre; que los precios de bienes y servicios de mayor consumo registraron un alza superior al 8.5 por ciento, que los hogares con menores ingresos destinan hasta 47 por ciento de su gasto para comprar comida y que el resto lo destinan a vivienda, vestido, salud, educación, etcétera.
Pero resulta preocupante la previsión de los especialistas en el entorno económico, pues aseguran que, en lo que resta de 2022 y gran parte de 2023, la tasa de la inflación seguirá elevada, sobre todo en los alimentos. ¿Qué debemos hacer los mexicanos frente a esta situación? ¿Podemos, de nueva cuenta, creer en los políticos que ya están enloqueciendo con las elecciones locales de 2023 y la presidencial de 2024, y que únicamente buscan el poder para enriquecerse?
La solución está, sin duda, en usar nuestro voto como un arma para defender nuestros derechos e intereses de clase; pero para eso debemos estar bien informados del acontecer diario y votar por políticos nuevos que tengan capacidades y visiones de cambio realistas y objetivas. Quizás esto tarde un poco, pero debemos estar preparados; por lo pronto, debemos informarnos y aprender a escoger a los candidatos menos peores o malos, porque en la política también aplica el refrán de “tan malo es el pinto como el colorado”. Por el momento, querido lector, es todo.
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