La Universidad de Sonora (Unison) es una de las grandes realizaciones humanas en el Noroeste del país, pero inaccesible para infinidad de sonorenses de cuna humilde. Rodeada de una naturaleza poco amigable a lo largo de cientos de kilómetros a la redonda, hoy ofrece a la población 53 licenciaturas, 48 posgrados, 4 academias de arte y 10 cursos de idiomas; todo ello lo hace contratando a 977 profesores de tiempo completo, entre los que hay 389 académicos que forman parte del Sistema Nacional de Investigación. Un acercamiento de alta calidad a la ciencia y las artes está garantizado para sus integrantes porque 92.4% de los profesores tienen estudios de posgrado, 27.1% tienen maestría y 65% cuenta con un nivel de doctorado. Cuenta con tres unidades regionales académicas, seis campus y 11 divisiones académicas (datos tomados de la “Numeralia” que la propia Unison proporciona en su portal web).
Esta universidad pública sonorense está convertida en una de las pocas alternativas que tienen los sonorenses más humildes para acercarse a los frutos más altos del espíritu humano. Sin embargo, las posibilidades para que las clases más bajas accedan a ella no son muchas. El mismo documento consultado indica que hay un promedio de 30 mil 218 alumnos “en los últimos años”, de los cuales 29,050 estudian licenciatura y 1,168 algún posgrado. Hay, además, 10 mil 406 personas tomando cursos de idiomas y 1,307 en talleres de arte.
La Universidad se ve incapacitada material y económicamente para recibir masivamente a más estudiantes, por lo que debe limitar la cantidad de nuevo ingreso mediante una selección cada vez más rigurosa de sus integrantes: es de todos sabido que las políticas de selección (sea mediante examen o mediante promedios) dejan fuera a enormes cantidades de jóvenes aspirantes. Además, no son pocas las cantidades que cobra por concepto de cuotas de inscripción, colegiaturas y servicios escolares, lo cual también suele ser impagable para miles de familias.
Esa incapacidad objetiva se explica en gran medida, aunque no de manera unívoca, por la cantidad de presupuesto que tiene asignado la Unison. En 2019 tenía un presupuesto de $2,624 millones 256,045 pesos; en 2020 subió a $2,780 millones 614,916 pesos, que es un incremento de 6% del año anterior; pero en 2021 tuvo presupuesto de $2,827 millones 203,138 pesos, esto es un incremento de sólo 1.6% del año anterior: un golpe de 4.4% menos. Los ingresos ordinarios de la Unison (88.6% del total) se vieron más mermados este año, pues el Gobierno del Estado anterior no le entregó completas sus participaciones y justo acaba de anunciar el Gobernador Durazo que destinó 500 millones de pesos para pagar esa deuda tanto a la Unison como a otras universidades. Eso está bien. También anunció durante el 79 aniversario de la Unison, el pasado 12 de octubre, que su gobierno destinará 500 millones de pesos para crear un fondo de becas que respalden la educación de los jóvenes sonorenses, lo cual también es buena señal.
A pesar de que la Unison tiene mecanismos como exentar de pagos a los alumnos de excelencia, lo cierto es que hay una relación innegable entre la pobreza de cientos de miles de nuestros jóvenes sonorenses y su imposibilidad de acceder a esos mecanismos. Para la mayoría del pueblo esas posibilidades y ofertas son en realidad solo formales, porque nunca se transforman en una posibilidad real, objetivamente alcanzable, sino sólo para una pequeña parte de total. De allí que el fondo de becas anunciado sea una buena noticia.
Sin embargo, el monto destinado no abarcará sino a una parte igualmente pequeña, debido a que año con año se incorporan miles y miles de jóvenes a la demanda de ser estudiantes de nivel superior. No rebasan 8 mil los lugares de que dispone la Unison para nuevo ingreso, y tan solo del sistema COBACH Sonora egresaron este año 7,200: con eso tendríamos para casi ocupar la oferta de la Unison, si todos los egresados entraran a ella. Pero más allá de este ideal, lo real es que de todos los demás campos educativos públicos egresan miles y miles de jóvenes que ya no continúan estudiando. Y eso es lo que afecta en primer lugar a los más humildes de nuestra patria chica y en general a toda la sociedad.
Es necesario llevar a cabo una transformación profunda tal que ponga al alcance de las clases más humildes la educación universitaria más elevada. Al sistema de explotación burgués no le importa más que la fuerza de trabajo tenga la capacidad intelectual suficiente para que trabaje rindiendo ganancias, cuantas más mejor, y ya. No le interesa le elevación espiritual del trabajador. El sistema de economía basado en la ganancia a como dé lugar requiere que el trabajador piense sólo en cómo rendir más en su trabajo para no perder el empleo. Pero a los trabajadores sonorenses nos conviene conocer cómo funciona todo, no sólo la máquina o los mecanismos de nuestra empresa. Necesitamos saber cómo funciona la sociedad, cómo funcionan el pensamiento humano y la naturaleza; de dónde y cómo surge nuestra pobreza y si es posible desaparecerla.
Por eso nuestros hijos deben ingresar a la universidad. Es de interés a largo plazo de los trabajadores que sus hijos sean universitarios y se gradúen: es lo que en política se llama un interés histórico de los trabajadores. Y todo lo que ayude en ese sentido, será bienvenido por el pueblo humilde. Por eso, es de nuestro interés también que la Unison continúe fortaleciéndose, que se le destinen ingentes recursos para que pueda poner al alcance de nuestros hijos su patrimonio cultural y técnico: aunque humildemente, pero en nosotros la Universidad de Sonora también tiene amigos, en última instancia buscamos los mismos objetivos: más educación superior para nuestro pueblo.
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