MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

POESÍAS

Poesía

Manelic

Antonio Mediz Bolio
Declama: Angélica Yumei Ibarra

Como una cabra arisca bajó de su montaña,

de su montaña que era salvajemente huraña

como su espíritu hecho a las bravas alturas,

como su cuerpo en donde dejaron huellas duras

el sol de fuego, el soplo de las tormentas locas

y mordidas de lobos y arañazos de rocas.

 

Bajó de los picachos a la llanura un día;

allá dejó el rebaño, la choza, la jauría,

los agrios vericuetos, las claras soledades

dominio de las águilas y de las tempestades.

 

Arriba dejó todo cuanto su vida era,

y con un dulce sueño dentro del alma fiera,

vino a la tierra baja, la tierra misteriosa

que miraba de lo alto como una vaga cosa

que no le era dado conocer hasta cuando

bajase por la amada, que le estaba esperando.

 

¡La amada, la hembra llena de suavidad, aquella

que él miraba en las noches temblar en cada estrella,

a la que luego en sueños como una luz veía,

y que en el sol brillaba al despertar el día,

aquella en que pensaba sin tregua año tras año,

viendo cómo, en los riscos se ayuntaba el rebaño,

y cómo en el silencio del monte adormecido,

las águilas buscaban el calor de su nido!

 

Y así vibrante bajo las pieles de su sayo,

su ser, quizás engendró de una cumbre y un rayo,

ingenuo y primitivo, enamorado y fuerte,

el pastor bajó un día de cara hacia la suerte.

 

¡Y ahí, en la tierra baja, en la tierra del amo,

Manelic halló cruda decepción al reclamo

de un amor que él quería nuevo, fértil y suyo,

¡suyo no más! Alegre como un temprano arrullo

de tórtola, como eco de canción, un cariño

como un regazo donde durmiese como un niño!

¡Y supo que ahí, lejos de los hoscos rediles

que dejó en la montaña, los hombres eran viles,

más viles y traidores que las malas serpientes

que abajo se arrastraban lo mismo que las gentes!

 

¡Y supo que su amo, el amo que le daba

la mujer que allá arriba como un cielo soñaba,

era más vil que todos y que también mentía,

y que era como un lobo que robaba y huía!

 

¡Supo algo más horrible: la mujer de su sueño

era del amo. El amo era el único dueño

de todo: de la tierra, del amor, de la vida...

El era sólo un siervo, la bestia encarnecida,

una cosa... Un pedazo de carne esclavizada,

sin derechos, sin honra, sin amor y sin nada!

 

Y entonces, entre el asco de toda la mentira,

de toda la cruel beja del mundo sintió ira,

ira trágica noble de león provocado

que se ha dormido libre y despierta enjaulado.

Y oyó que de él reían como de simple y bobo,

¡De él que igual que un hombre estrangulaba a un lobo

¡Ya no pudo más! Un día se alzó contra el tirano

y le arrancó la vida. ¡Con su plebeya mano

se hizo justicia el siervo...¡

Todos enmudecieron

Ante el soberbio triunfo y estupefactos vieron

cómo el pastor hirsuto, labraba bestia huraña,

¡Con su mujer en brazos se volvió a su montaña!

 

¡Oh, Manelic! ¡Oh plebe que vive sin conciencia

de tu vida oproviosa, que arrastras la existencia

dócil al yugo innoble, que adormeces tu alma

de hierro, en el marasmo de ignominiosa calma!

 

¡Oh carne santa y pura del pueblo, carne abierta

bajo el golpe del látigo infamador; despierta!

 

Cuando entre la impudicia de los hombres te sientas,

cuando en tu pecho el odio desate sus tormentas,

cuando todo te nieguen y te insulten el orgullo,

levántate y exige que te den lo que es tuyo!

Levántate. ¡Tú eres la fuerza y el derecho!

Si te estrujan la vida, si te infaman el lecho,

si te pagan la honra con mezquino mendrugo.

No envilezcas de miedo soportando al verdugo!

 

¡No lamas como un perro la mano que te ata!

haz pedazos los grillos, y si te asedian, ¡Mata!

¡Que la soberbia aleve halle tu brazo alerta,

que a veces es justicia que la sangre se vierta!

No temas nada y hiere, porque Dios es tu amigo

y por tu brazo a veces desciende su castigo.

 

¡Oh Manelic¡ ¡Oh plebe que vives en la altura!

Ven a la tierra baja, desciende a la llanura,

y cuando aquí te arranquen en miserable robo

Tu ilusión, que tus manos estrangulen al lobo

¡Que lo fulmine el rayo que vibra en tus entrañas,

 

y después, con lo tuyo, regresa a tus montañas!