En la literatura universal encontramos textos en los que cada uno de los autores formulan un tipo de sociedad con características sumamente atractivas y esperanzadoras para los pueblos. Algunos ejemplos de libros con este tipo de contenido son las obras escritas por los llamados utopistas, entre los que se encuentran: Tomás Moro, Francis Bacon y Tomás Campanella.
Las ideas expuestas por estos pensadores pueden considerarse una respuesta a las injusticias que les tocó ver y vivir (Tomás Camapanella fue encarcelado por las autoridades españolas por atentar contra el orden feudal) y, al mismo tiempo, deben considerarse como una referencia que contiene propuestas de solución a distintos males que la sociedad de clases trajo consigo.
En “Utopía”, de Tomás Moro, encontramos una brillante solución al problema de la delincuencia. Moro sostenía que los ladrones están sentenciados a un suplicio cruel y horrible, cuando sería preferible asegurar a cada uno la subsistencia.
Francis Bacon, en su “Nueva Atlántida”, describe a Bensalem como un lugar en el que el estado pone especial atención en el desarrollo de la ciencia y la tecnología como base del bienestar y comodidad material de todos los habitantes. La anterior no es una idea descabellada: se puede realizar en una sociedad donde las necesidades básicas (alimentación, vestido y techo) se encuentran resueltas y (si la economía del Estado lo permite)
Campanella en su “Ciudad del Sol” plantea un tipo de educación que pone en el centro la enseñanza de las ciencias. Campanella proponía que, después de cumplir los siete años y luego de haber aprendido las nociones matemáticas que al efecto se hallan dibujadas en las paredes, se aplican al estudio de todas las ciencias naturales, para mostrar cada uno sus inclinaciones. Las lecciones son profesadas por cuatro maestros que en cuatro horas explican todo lo concerniente a cada uno de los grupos.
La vigencia de las ideas de estos pensadores es indiscutible. Su propuesta de una sociedad en la que los hombres tengan trabajo para ganarse el pan; su idea de desarrollar la ciencia y la tecnología para crear los medios de subsistencia que las sociedades necesitan y por supuesto la idea de una educación científica desde temprana edad, todas estas propuestas además de vigentes, son necesarias.
En México hay muchas injusticias por resolverse, justamente dos de ellas son las que tienen que ver con el trabajo y la educación.
Si algo ha caracterizado al gobierno de Morena, tanto a nivel federal como estatal y municipal, es justamente su desdén por resolver los gravísimos problemas que hay en materia laboral y educativa.
De acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), el potencial no aprovechado de la fuerza laboral es de 14.6 millones de mexicanos que no aportan su tiempo y habilidades a la economía remunerada; a esta cifra habrá que añadir que se calcula que hay 32.2 millones de habitantes que no cuentan con ningún tipo de prestación ni seguridad social, pues laboran en el sector informal, eufemismo que usan los gobiernos para negar el desempleo.
Todos sabemos la relación causa-efecto que hay entre el desempleo y la delincuencia; por tanto, solo diremos que justamente por eso en México la delincuencia y sus efectos (la violencia, los asesinatos), pues mientras no se asegure empleo y las correspondientes prestaciones no se podrá resolver este problema. Los abrazos y no balazos nunca serán la solución.
Con respecto a la ciencia y la educación, todos somos testigos de la embestida de los gobiernos morenistas, a veces abierta, a veces velada, contra estas.
No solo no se invierte en ciencia -el gobierno invierte 35 centavos de cada 100 pesos-; además, con la reforma educativa impulsada por la peor secretaria de Educación que ha tenido nuestro país, Delfina Gómez Álvarez, se socavan los cimientos del pensamiento lógico, matemático y científico al desaparecer la asignatura de matemáticas de la curricula de nivel básico y al sustiruir la enseñanza de física, química y biología por un revoltijo informe que condenará a la ignorancia al estudiantado.
En los tiempos que les toco vivir a los pensadores llamados utopistas, aún no existían las condiciones materiales y tampoco los hombres que pudieran hacer realidad sus correctas propuestas. Los tiempos que corren son distintos.
Hoy, hay condiciones para resolver las problemáticas mas sentidas por el pueblo y también existe una organización -Antorcha Revolucionaria- que tiene bien identificado el problema principal de México: la injusta distribución de la riqueza, por lo que se ha impuesto como tarea educar y organizar al pueblo para que este sea el que haga que florezca la semilla del progreso que traerá bienestar para todos.
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