“La neta yo por las tardes o de noche me voy a talonear a una casa de masajes, y en la mañana me voy a trabajar a la fábrica, la verdad es que no alcanzó para el sustento de mi familia, soy madre soltera, tengo tres hijas, la más grande también ya va a trabajar. Con los 1200 pesos que me pagan a la semana no me alcanza para nada, en la empresa me descuentan lo del INFONAVIT, IMSS y lo del sindicato, y pues me queda poco para mal comer, y ahora todo está subiendo” comenta con desenfado Guadalupe N. obrera de la zona industrial.
Esta es la vida de los trabajadores en San Luis Potosí a la que tienen que buscar otros “jales” (empleos) para poder completar el sustento diario, dado los salarios tan raquíticos que perciben en sus fuentes de empleo, una situación verdaderamente dramática por la cual muchos potosinos en medio de su pobreza y preocupación por llevar el pan a la casa, se ven obligados a trabajar en el llamado empleo no formal, trabajos de los cuales no tienen ninguna prerrogativa laboral: sin seguridad social, pensiones, etcétera, y en muchas ocasiones trabajan en situaciones de mucho riesgo, a intemperie, aunque llueva, con frío o calor, y con grandes y extenuantes jornadas laborales; con tal de llevar la comida al hogar, así se ocupan, tal como vemos en las imágenes de la vieja película franco-alemana (1953), llamada el “salario del miedo” de la cual se cuenta la historia y el drama que sufren cuatro obreros, que arriesgan su vida al trasladar una carga de nitroglicerina por selvas y caminos sinuosos y abismales, con tal llevarse unos centavos a sus bolsillos. Así muchos potosinos ponen a disposición su salud y hasta su propia vida para obtener un salario. Son los salarios del miedo.
Y es que la situación de la clase trabajadora en nuestro país es cada día más difícil. Veamos datos oficiales del Coneval, Banco de México y ENOE, respecto al número de pobres, la cantidad de ingresos que perciben y el acelerado incremento de los productos de la canasta básica en los últimos días.
En el año 2018 en nuestro país había un total de 51 millones de personas en situación de pobreza y para el 2020 aumentó más de 5 millones de pobres, de tal manera que, en la actualidad, suman más 56 millones de mexicanos que el día de mañana, no saben sí van a comer por su situación de precariedad. Lo que también está aumentando son los precios de los productos de la canasta básica, la gasolina y el gas butano, lo que ha provocado incremento en la inflación, según el subgobernador del Banco de México, Jonathan Heat, la inflación en México en los últimos días rebasó el 6%, y puede llegar hasta más del 7% este fin de año, como en décadas no se presentaba en la economía de nuestra nación.
¿Y el salario?
Más datos. Según el Coneval en San Luis Potosí, del 2018 al 2020, los salarios de los potosinos aumentaron su precariedad, de 14.7% al 17.8%, es decir, que ahora existen más potosinos “con un ingreso inferior a la línea de pobreza extrema”, que en números redondos suman más de 504 mil potosinos con salarios muy miserables, por ello, en muchas familias potosinas para completar el sustento diario tiene que trabajar el papá, la mamá y los hijos mayores. Y ocupándose en gran parte, en empleos no formales dado los bajos salarios en las fábricas. Hoy un modesto lavacarros, un franelero, taxista o doméstica, gana hasta 3 veces más que un obrero de fábrica, por ello, la mayoría de los potosinos se ocupan en trabajos no formales, según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), en SLP, más del 60% de los potosinos (726, 094) no se ocupa en empleos formales.
Ante la situación de pobreza y de falta de empleos bien remunerados que azota a la mayoría de los mexicanos y en particular a los potosinos, bien harían las autoridades de los tres niveles de gobierno por atender y auxiliar a estos sectores de la población que no se ocupan en los empleos formales, ya que no cuentan con ningún derecho laboral, como vacaciones, aguinaldos o utilidades, ni atención médica ni pensiones. Apoyar a los trabajadores no formales debería ser una de las prioridades de los gobiernos que se dicen sensibles y transformadores sociales en favor de los pobres.
Un caso. Mis compañeros comerciantes antorchistas no establecidos que trabajan en la ciudad, que en los casi últimos dos años, por los terribles efectos de la pandemia del Covid-19 dejaron de trabajar varios meses sin la posibilidad de llevar el pan a su hogar, se descapitalizaron, se enfermaron y otros, lamentablemente fallecieron; necesitan urgentemente el auxilio, el apoyo oficial para sacar adelante su deteriorada economía, sin embargo nada de eso existe por parte de los tres niveles de gobierno, y por el contrario, ahora apenas hace unos meses que salieron con muchas dificultades a trabajar, se ciernen amenazas de retirarlos de sus espacios donde realizan su actividad desde hace muchos años, prácticamente toda su vida. Quitarles su fuente de empleo no sería justo ni humano, lo correcto es apoyarlos, a este grupo de potosinos que trabajan todos los días (y digo todos los días, porque no tienen día de descanso) para llevar los alimentos de forma honesta y lícita a su familia.
Hoy las distintas entidades de gobierno hablan de grandes cambios y de transformación social en beneficio de los estratos sociales más empobrecidos de nuestra sociedad, los modestos comerciantes pertenecen a esos estratos, que con su trabajo dan alimento, casa, salud y vida a otros miles de potosinos, engrandeciendo con su trabajo honrado a esta patria chica. Y no piden nada, sólo que se les respete su derecho al trabajo. ¿Es mucho pedir?
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