Por su baja estatura y el gorro rojo, 'cerillos', fue como se describió a los niños, a pie de caja, que empaquetaban las compras, mientras los empresarios justificaban que era para ahorrar tiempo al cliente mientras se le cobraba y que, al mismo tiempo, ellos desarrollaban actividades productivas y formativas. Todo un cínico discurso para justificar su necesidad de mano de obra barata e incrementar sus ganancias.
Tras la apertura en 1958 del primer supermercado, este tipo de práctica comenzó en nuestra sociedad y fue hasta cuatro décadas después, en 1999, cuando se firmó entre la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales (ANTAD ) y el Gobierno del entonces Distrito Federal, un convenio para la protección de menores empacadores, anunciando el inicio del fin de los 'cerillos' en los supermercados.
Cuatro años después, en 2003, el Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores abordó la problemática de las personas de la tercera edad para competir en el mercado laboral, anunciando el Sistema de Empacado Voluntario de Mercancías como la oportunidad de trabajar, al mismo tiempo en que se contribuía a su inclusión social como personas adultas mayores.
¡Vaya forma de inclusión! a través de un trabajo manual, no calificado, que exige estar de pie durante varias horas observando el consumo ajeno y soportando los maltratos.
Después de los cambios que ha sufrido este sistema de trabajo, ¿qué pasa actualmente con los niños y las personas de la tercera edad que empacan mercancía en las grandes cadenas de supermercados como Chedraui, Wal-Mart, Sam´s, Aurrera, Soriana, entre otras?, ¿qué hay detrás de la buena voluntad de las empresas que ofrecen este tipo de empleo?
Veamos, ahora estas empresas ofrecen a niños y adultos mayores la oportunidad de tener un ingreso extra, sin embargo, no tienen ningún contrato que proteja sus intereses y derechos laborales, tampoco cobran un salario mínimo, ni seguro médico ni prestaciones de ley, aunque por otro lado sí tienen obligaciones.
Deben portar uniforme, el cual deben comprar por su cuenta y cumplir con un horario laboral establecido por la empresa, pues si faltan los corren.
Miles de niños sufren explotación infantil disfrazada de benevolencia de las empresas de supermercados. Empacar los productos de los clientes no es todo el problema, las situación se complica cuando niños o adultos mayores deben cargar cajas pesadas, bultos de alimento, ayudar en el aseo o hasta acomodar los carritos que se ocupan para las compras.
Ya es suficientemente preocupante que un menor de edad tenga que trabajar y, muchas veces, doblar turno para ayudar a su familia, pero la ocupación laboral de niños en México crece al mismo ritmo que la pobreza y encarecimiento de la vida de las familias. Sobre esto, el Inegi reporta que México es el segundo país de América Latina con mayor nivel de trabajo infantil, pues cerca de 3.3 millones de niñas, niños y adolescentes se encuentran trabajando.
En el caso de los adultos mayores, cientos se ven en la necesidad de buscar empleo y son arrojados a las fauces de estas empresas que son las únicas en darles la oportunidad. Pero las personas de la tercera edad muchas veces lo hacen porque la miserable pensión que cobran no les alcanza para vivir o simplemente no tienen una, mientras que el gas, el agua, la luz, la renta y la comida siguen aumentando su costo cada día.
Según la propaganda capitalista, quien trabaja no debe ser pobre, sin embargo en este sistema, el trabajo no es la salida de la pobreza para la gente humilde, pues las estructuras laborales se han convertido en fábricas de la pobreza ahondando la desigualdad. Esto lo demuestran las leyes a modo que lejos de proponer una mejoría para los trabajadores, los hace visualizar un futuro incierto, como la reforma para las pensiónes del IMSS posteriores a 1993, las cuales ahora serán calculadas anualmente de acuerdo con el aumento en la Unidad de Medida y Actualización (UMA), y ya no conforme al incremento del salario mínimo como era antes.
Por ejemplo, para este año la UMA equivale a $103.74 pesos, mientras que el salario mínimo, este año, será de $207.44 pesos. En otras palabras, los empresarios y el gobierno preparan el terreno para que las nuevas generaciones de pensionados tengan un ingreso precario, sino es que miserable.
Son los bajos salarios que los funcionarios de gobierno y las empresas imponen a los trabajadores, así como la reducción al mínimo de los montos de las pensiones, la causa de que los niños y adultos de la tercera edad deban someterse a tanta explotación de las transnacionales para aportar al ingreso familiar. Así, los adultos mayores que trabajaron toda su vida, se ven obligados a tener que seguir trabajando en condiciones precarias.
La situación de los trabajadores empeora cada día, el salario no alcanza, la pobreza crece y el desempleo obliga a nuestra clase social a aceptar maltratos y salarios de hambre. Más de la mitad de trabajadores asalariados, es decir 18 millones 640 mil, carecen de contratos, y la inmensa mayoría con 31 millones 230 mil, carecen de organización sindical para la negociación y defensa colectiva de sus derechos.
Las instituciones del gobierno sólo maquillan la explotación laboral legislando leyes que quedan en letras muertas porque nunca se hace justicia social para los niños que deberían estar estudiando o los adultos que tendrían que disfrutar de una vejez tranquila, pero si alguien se atreve a protestar se le acusa de alterar el orden, se le persigue como criminal, y el Estado como protector de los poderosos, hace valer la ley en contra de los trabajadores.
Es claro que un trabajador no puede protestar solo, debe organizarse con otros para mejorar sus condiciones laborales y se debe educar para formar un partido que dé la lucha por nuestros intereses como clase, porque las situación actual no va a mejorar por voluntad de los que gobiernan, ellos no tienen la necesidad de cambiar las cosas, pero nosotros sí la tenemos. Los trabajadores del mundo y, en este caso, los de México deben organizarse y luchar para acabar con todas las formas de explotación laboral y esclavitud moderna, esa es la consigna.
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