El 26 de julio de 1953, tuvo lugar el asalto al Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, por un grupo de jóvenes del Partido Ortodoxo dirigidos por el abogado Fidel Castro Ruz, con el fin de derrocar al dictador Fulgencio Batista. El levantamiento armado de los jóvenes tenía por objetivo liberar a su país de la tiranía sangrienta que vivía; pero el levantamiento fue delatado y derrotado.
Se sabe que, en el asalto, sólo seis guerrilleros murieron en combate, pero el grupo de Castro denunció, que el ejército de Batista torturó y ejecutó a más de 80 atacantes del cuartel, de los 160 que integraban el grupo original. Tras 22 meses de prisión, Fidel Castro fue liberado durante la amnistía general de mayo de 1955; meses después, se exilió a Estados Unidos y finalmente a México.
Después de ese suceso, Cuba ya no era la misma. Un hecho simbólico en el momento de la captura de Fidel cambió la historia; éste se lo confió a Ignacio Ramonet que lo consignó en su obra “Biografía a dos voces”. A continuación, rescato parte de un pasaje referido por el guerrillero, que contiene el hecho que yo señalo.
“Y una de las patrullas va y da exactamente con el lugar donde yo estaba acostado. Y nos capturan. Aquella docena de soldados estaban enfurecidos. Las venas, mire, yo me acuerdo de las arterias de ésos, hinchadas; querían matarme. Aquello estaba ardiendo, y el teniente dice: ¡No tiren!, tratando de poner orden, un hombre negro, alto. Pedro Sarría, se llamaba. Estaban allí, con los fusiles así, a punto de hacer lo que hacían, y sin imaginarse que era yo, desde luego. El teniente, murmurando: ¡No tiren, no tiren! Las ideas no se matan, las ideas no se matan”.
Y prosigue el guerrillero: “…y la desgracia es que encuentran las armas de los otros cinco. ¡Vaya! Ese fue un momento crítico, el escándalo, las armas. Entonces van para allá, y al teniente ya le era difícil… Pero siguió el teniente: ¡Quietos! No gritaba mucho, porque la cosa no estaba como para gritos. Pero decía: ¡Quietos! No, no muchachos, quédense tranquilos. Les dio órdenes para que no tiraran, que era lo que estaban locos por hacer a todo el que hacían prisionero. Y entonces logró apaciguarlos, no sé de qué manera, pero la cosa es: No disparen, las ideas no se matan”.
Y así fue. El 2 de diciembre de 1956, Fidel Castro regresa a Cuba en compañía de 82 hombres a bordo del yate Granma, y comienza la guerrilla desde la Sierra Maestra. Habían transcurrido poco más de tres años de su encuentro con Pedro Serría. Dos años más tarde de infatigables batallas, el ideal se cumplió. La madrugada del primero de enero de 1959, entra Fidel Castro a Santiago de Cuba con su ejército de guerrilleros triunfantes, declarándose capital provisional del país. Cuba estaba liberada del tirano.
Y aquí, las lecciones quedan para la posteridad, como fatal sentencia para los enemigos del progreso social: las ideas no se matan, ni las tiranías viven para siempre. Fin del pasaje que refiero.
La tarde del 12 de abril, cerca de Chilpancingo, Guerrero, fueron asesinados tres queridos compañeros antorchistas. Eran una familia de activistas, que dedicaban todo su tiempo de vida a buscar el bienestar para las humildes familias guerrerenses, que estaban bajo su dirección y asesoría. Conrado, y su esposa, Mercedes, eran miembros del Comité Estatal de Antorcha en Guerrero. Él, era líder de nuestra organización desde hacía 10 años en Chilpancingo de los Bravo; ella, desde hace año y medio, era la dirigente de los antorchistas en la zona de Cañada. La tercera víctima mortal fue su pequeño hijo, que aún no cumplía los siete años, y estudiaba lo elemental de la educación y concentraba todas sus pequeñas e inocentes energías, para poder seguir en el futuro el ejemplo luchador de sus padres. He aquí nuestros muertos, que no tuvieron la suerte de Fidel.
Pero las perversas intenciones de poderosos enemigos del progreso, asomaron de inmediato su funesta sombra en el hecho mismo del crimen. Primero, se esparció la noticia de un fatal accidente, se afirmó que el vehículo donde viajaba la familia se había precipitado a un barranco con sus mortales consecuencias. Pero los hechos reclaman siempre su verdad. El vehículo no tenía abolladura alguna de consideración ni vidrios rotos; estaba entero. Los asesinos no cuidaron los detalles.
Luego, vino la tardanza de los equipos de auxilio y seguridad que tienen los gobiernos; no obstante, el oportuno aviso, tardaron más de cuatro horas en llegar al lugar de los hechos. Después, tenemos la casi nula intervención oportuna de la Fiscalía General del Estado en el caso, a pesar de que la autopsia no dejaba ya dudas: los adultos fueron asesinados a golpes antes del accidente, y el niño, estrangulado. Todas, ¿meras casualidades?
Pero ¿por qué asesinaron a nuestros compañeros? ¿Dónde está el mal de los que sólo procuran el bien? Y, además, ¿qué mal podía hacer en el mundo, un niño, que aún no lograba distinguir bien a bien lo malo de lo bueno? No hay duda de que aquí se necesitó el servicio y la maldad de una mente muy enferma. Vivimos ya en un país muy enfermo que mata a nuestros hijos. Por todo esto y más, no cesaremos en nuestra lucha. Ningún antorchista debe dormir tranquilo, mientras haya quien procure el mal a los luchadores sociales. El Gobierno del Estado de Guerrero debe intervenir. ¡Exigimos cárcel para los asesinos!
Pero exigimos también, que cese la calumnia oficial en contra del Movimiento Antorchista Nacional. Cada vez que se le ocurre, el presidente Andrés Manuel López Obrador calumnia y miente contra Antorcha, busca descalificar y acusar a los Antorchistas, de supuestos actos de corrupción de los que nunca, jamás, da prueba alguna de su dicho; con eso, está contribuyendo a generar por todos lados, un clima de odio contra los luchadores sociales.
Agredir verbalmente calumniando y mintiendo como él lo hace, acusar a las organizaciones o a los individuos, cualquiera que estos sean, sin que se haga en las instancias correspondientes, abusando del poder presidencial, es preparar el escenario para que a la gente se le agreda impunemente, es preparar el terreno para que a la gente se la mate; como en el caso de nuestros compañeros. He aquí la urgencia de que este crimen no quede en la impunidad.
Exigiremos justicia hasta encontrarla, compañeros caídos en Guerrero. Exigiremos justicia, porque, como dijo Fidel: las ideas no se matan. En Antorcha, por todos los caídos, nosotros estamos de pie.
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