MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Las cuotas de vida del regreso a clases 

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La cuenta regresiva para el regreso a clases está cada vez más cerca. La terca insistencia no tiene vuelta atrás pese a que estamos en la tercera ola de covid-19 y los contagios siguen en aumento. Tan solo en la semana que concluyó, los contagios se han superado a casi 130 mil y en muertes a más de 4 mil 500, siendo el pasado miércoles el día con más casos al alcanzar 28 mil 953 tan solo en 24 horas. Lo que demuestra una vez más que no es precisamente que se vaya aplanando la curva epidemiológica. “Lo cual es cierto, pero se exagera”, diría la portavoz de Quién es quién en las mentiras. 

Pero al presidente Andrés Manuel parece no importarle la vida de miles de estudiantes, puesto que para defender su irrenunciable decisión, presentó a través de su Secretaria de Educación Delfina Gómez, un decálogo que no es para nada novedoso porque son las mismas medidas dadas a conocer desde comienzos de la pandemia y una carta compromiso de sentencia de muerte. Un deslinde de que su errada decisión de un aplazamiento de contagios acelerados, no será responsabilidad de él. 

Los motivos para el regresos inminente han sido desde que “los estudiantes pasan mucho tiempo en el televisor”, “somos de los pocos países que siguen sus clases a distancia”, “los pequeños no se enferman tan grave como los adultos, aguantan más” y las más recientes que son la grave deficiencia educativa que con la pandemia se ha arrastrado y los problemas psicológicos que con ello trae. De los anteriores ya he hablado en artículos pasados, quizá habrá que detenerse a reflexionar sobre las dos últimas excusas. 

Efectivamente la pandemia ha significado un cierre todavía más a las oportunidades educativas de por sí precarias en nuestro país. Vale la pena destacar los datos que daba a conocer el Inegi en su Encuesta para la Medición del Impacto de la covid-19, donde hacía hincapié que alrededor de cinco millones de estudiantes de nivel básico, medio y superior habían dejado su preparación académica por falta de recursos. Sin embargo, la propia SEP no ha dicho cómo le harán para que esos millones de jóvenes y niños vuelvan a las aulas. En algún momento se dijo que los maestros realizarían visitas a cada vivienda de los alumnos que se dieron de baja para saber los motivos, pero está demás decir que esto es absurdo. 

Con respecto al segundo motivo. Esta semana también la Secretaría de Gobernación en conjunto con la SEP y la Unicef, presentaron un estudio sobre el impacto psicológico que ha traído consigo el encierro durante más de un año y medio de pandemia en donde se habló de la deserción, la situación de la violencia así como las complicaciones psicológicas que con ello trae en los menores. Como solución ofrecieron cuatro puntos: Desarrollo de protocolos que permitan un retorno seguro a las escuelas, monitoreo de los centros educativos, comunicación de información confiable, recuperación de aprendizajes perdidos y salud mental. 

Estos pasos propuestos a seguir pudieran ser efectivos siempre y cuando hubiera las condiciones. Todos coinciden y se basan en una comunicación constante entre autoridades y docentes. Sin embargo, es precisamente ese el problema neurálgico, no la hay y no la habrá. Varios docentes incluso la CNTE, han denunciado que desde comienzos de la pandemia, no se les dieron indicaciones ni mucho menos capacitación de cómo sería el funcionamiento por línea. Tampoco se dio a conocer el famoso estudio que aseguró tener la SEP con respecto a los resultados del Aprende en casa 1, no se les comunicó que había que modificar para los siguientes periodos escolares, mucho menos se les ha dicho de los protocolos a seguir para este retorno a clases, de cómo afrontar el rezago educativo que presentan todos los estudiantes, qué plan educativo se tiene que aplicar. Ni hablar de las escuelas que muchas de ellas no cuentan con los servicios mínimos de agua, electricidad para poder mantener las medidas sanitarias y son precisamente los maestros los que se enfrentarán a este tipo de problemas. 

Nadie niega que el regreso a clases es urgente, que el encierro crea problemas psicológicos y hasta motrices en los menores de edad, sin embargo, no podría hacerse en medio de una tercera ola en donde los contagios en menores de edad han alcanzado más de 60 mil de lo que va de la pandemia, según el Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA). Donde los hospitales de nueva cuentan comienzan a saturarse por la alta demanda de atención, en donde sólo se ha vacunado al 24 por ciento de la población con los dos esquemas y se tienen resguardadas 14 millones de dosis con fines desconocidos.

Este gobierno le sigue apostando a la “inmunidad rebaño”, que se mueran los que tengan que morir, al “sólo es cuestión de ir a hacer el aseo de las escuelas”, “el regreso a clases se hará aunque truene, llueva o relampaguee”, a “los niños aguantan porque no les afecta tanto”, decisiones que al final de cuentas se pagarán con vidas de menores.

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