La cosificación de la vida humana se ha profundizado, y con ella las implicaciones que le son propias, como la atomización de la sociedad, el egoísmo, la vanidad y el individualismo.
El culto al cuerpo y a la vida vacía se multiplica en nuestros días, el ejemplo por antonomasia es el uso mayoritario de Instagram para cultivar una aparente vida opulenta y ad hoc a las normas estéticas del marketing. Su número de usuarios incrementó notablemente el año pasado, llegó a mil 478 millones. No se trata de demonizar el uso de esta red sino de resaltar algunos efectos que podrían ser nocivos en una sociedad que se encuentra volcada hacia el espectáculo, que requiere espectaculizar sus vivencias hasta el extremo.
En La sociedad del espectáculo, Guy Debord señaló que “el espectáculo no es una colección de imágenes sino una relación social entre la gente que es mediada por imágenes”. Las relaciones entre las personas hoy, pues, están fundamentalmente mediadas por las imágenes, lo cual constituye el espectáculo. La dependencia hacia el reconocimiento de los demás -en términos narcisistas- se ha incrementado exponencialmente, a tal grado que los usuarios registran inestabilidades emocionales porque no reciben gran número de likes o porque su apariencia física no se adecua al canon de belleza occidental.
Lo que generalmente se encuentra en Instagram son repeticiones en serie, adecuadas a la estética publicitaria que pretende dar muestra de “amor propio” o de “sujetos empresariales” que llevan una vida exitosa, sin carencias ni injusticias.
Mucho de esta vanidad y ensimismamiento evoca al mito de Narciso. Según el adivino Tiresias, Narciso, el joven altivo, altanero y vanidoso, llegaría a viejo sólo si no se conocía a sí mismo. El tiempo dio razón al adivino. A los 16 años Narciso se conoció a través de su reflejo, en una fuente, y se embriagó de sí hasta morir. Ovidio lo narra en Las metamorfosis:
Olvidado de comer y dormir, queda allí inamovible, mirándose con ansia insaciable, y quejándose a veces de la imposibilidad de realizar su amor […]. Cuando el agua se sosegó y Narciso pudo verse en ella de nuevo, no resistió más y comenzó a derretirse y a desgastarse de amor, y perdió las fuerzas y el cuerpo que había sido amado por Eco.
El exceso de amor propio, el culto a sí mismo y el egoísmo cegaron a Narciso, haciéndolo perder sus relaciones exteriores, con el mundo y con las personas. De allí el término narcisismo, que está en relación no solo con dichas características, sino que emana conflictos con la sociedad. Una persona narcisista hasta el límite no es fuerte ni victoriosa, su excesivo amor propio no la mantiene sana espiritualmente; se halla vacía al ser incapaz de fundirse con los demás a través de relaciones auténticas.
Los efectos de que las redes sociales alimenten actitudes narcisistas recuerdan la importancia política del uso de dichas plataformas. El hecho de que cada día más personas se sumen al comportamiento que dicta la publicidad mercantilista podría desembocar en una sociedad más egoísta, más desagradable y con menos posibilidades de construir relaciones fraternas.
Esto, desde luego, no se restringe ni se debe exclusivamente al uso de las redes sociales, pero sí que guarda relación con estas. Y más si se considera que en los tiempos que corren se impulsa el entrenamiento de personas satisfechas consigo mismas, dispuestas a soportar la vida alegremente, sin emitir queja alguna. Estas son malas noticias, el sistema económico actual construye un ejército de “emprendedores” alienados, satisfechos con sus condiciones de precariedad, con una vida instagrameable que evoca alegría y satisfacción; esto es algo tan indigno como absurdo. Ante nuestros ojos hay hombres y mujeres explotadas sin derechos ni seguridad social, personas desgraciadas pero que se aferran en nutrir su autoestima a través de sus medios más próximos. Sin embargo, realmente el amor propio se construye en relación con el mundo. El problema se torna ya no con respecto a “quererse a uno o a una misma” y difundirlo, sino en apreciar al mundo e intentar salvarlo para poder valorarnos junto con éste.
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