MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La riqueza de unos cuantos y la ley de la acumulación capitalista

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En un libro destinado a marcar época, como El imperialismo, fase superior del capitalismo, escrito en 1916 por Vladimir Ilich Uliánov, se caracteriza científicamente la situación actual de disputa a muerte por el mundo, trayendo a colación lo asentado por el autor desde el lejano 2015 durante una ponencia dictada a estudiantes de nivel medio superior y superior, que sirvió de base al texto en comento: “La crisis terminal del capitalismo”.  

La humanidad se encuentra en una encrucijada: o se decide a cambiar este sistema caduco y expoliador o se extingue junto al capitalismo que agotará en breve todos los recursos de la Tierra.

La frase lapidaria que da título al trabajo no tiene nada de arbitrario ni exagerado, sino por el contrario, es fruto de la fecunda reflexión, tesonero estudio y conocimiento enciclopédico profundísimos de Aquiles Córdova Morán, dirigente indiscutido del Movimiento Antorchista Nacional, que pone de relieve el verdadero y objetivo estado de cosas en el momento actual, ya que en una crisis de tal carácter, el enfermo o acaba con el mal que lo aqueja o se muere; y la humanidad se encuentra, precisamente, en esa encrucijada de su historia: o se decide a cambiar este sistema caduco y expoliador con pretensiones de dominación universal y eterna por un mundo multipolar con desarrollo compartido entre todos los seres humanos y en armonía con la naturaleza, o se extingue junto al capitalismo que agotará en breve todos los recursos de la Tierra en aras de la ganancia para acrecentar sus capitales o sea mediante la guerra nuclear con la cual amenaza si algo o alguien trata de impedírselo sin éxito.  

Y es que no hay de otra, es una ley del desarrollo capitalista de producción que los capitales tengan que expandirse (agrandarse) constantemente, y cada vez más aceleradamente, mediante su acumulación llegando a la concentración, centralización y posterior monopolio, para incrementar exponencialmente la extracción de plusvalía mediante el trabajo excedente obtenido en el resto de la jornada laboral después que el trabajador ha rendido el equivalente al valor de su salario; pero la tecnificación que arroja a la calle millones de trabajadores, junto a los salarios de hambre que pagan los capitalistas a los ocupados, hace que la gente no pueda comprar las mercancías, y ellos no puedan transformar en dinero la riqueza que hay encerrada en ellas.

Por tanto, se abarrotan los mercados de un país o una región, quedan capitales ociosos, improductivos, que necesitan invertirse de grado o por la fuerza en otros países para explotar allá tanto sus recursos naturales contaminándolo todo, como la mano de obra barata, hecho que vivimos todo el siglo XX el cual ocasionó que quedase ya muy poco territorio sobre el cual expandirse: Rusia, China y otros cuantos, a los que no ha podido someter porque también son potencias, una militar y la otra en lo económico.  

Esa es la situación, esta es la crisis terminal: el capital imperialista ya tiene muy poco que explotar salvo los territorios de Rusia y de China, que también son finitos; además de que para poder hacerlo tiene que agredirlos e intentar someterlos violentamente así sea llevando a cabo su amenaza de exterminio a su población con un ataque nuclear, cosa que aún no ha podido para fortuna de la humanidad entera, porque son ya el único reducto y, por tanto, baluarte y esperanza de vida y de libertad para los seres humanos.  

Nos acercamos a un punto en el que se decidirá el destino de la especie humana, que tiene que ver con todos nosotros, especialmente con los intereses del pueblo pobre trabajador porque se juega no sólo su suerte, sino su propia existencia.

Lo útil e importante de saber esto es la toma de conciencia y, por tanto, la toma de posición frente al problema.

O se actúa en favor de un cambio en la organización de la sociedad para producir, distribuir y consumir los bienes de manera más desarrollada, plena, justa y equitativa para todos los seres humanos que garantice un desarrollo seguro, armónico y realmente sustentable, o vuelve uno indiferente la espalda a la realidad para no verla apoyando con ello la inevitable catástrofe que se nos viene encima por la irracional sed de ganancia de los dueños del capital quienes se dejan arrastrar por las ciegas leyes del mercado concentrador de riqueza social, en vez de optar por acotarlo y dirigirlo planificadamente en interés del bien común; o sea que prefieren que el sistema acabe con la sociedad al acabar con la naturaleza en vez de que la sociedad acabe con el sistema para preservarse junto a la naturaleza.  

De cualquier modo, el tamaño del problema es gigantesco. Por eso sólo un gigante puede resolverlo. Y desde mi punto de vista, ese gigante con la capacidad para atarle las manos al guerrerismo supremacista (alimentado del más vil de los individualismos para quien sólo importan sus capitales producto del trabajo humano, amasado con el sufrimiento y sacrificio de los desposeídos), es la sociedad, es el pueblo organizado y consciente.  

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