En su discurso del 24 de julio de 2021, en Veracruz, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), cegado por el rezago educativo en México, un problema real por décadas, por cierto, volvió a la carga con su planteamiento de un regreso a clases presenciales a finales de agosto de 2021. Las clases presenciales se llevarán a cabo, “llueva, truene o relampaguee”, dijo, porque las escuelas ya llevan mucho tiempo cerradas y no podemos continuar más así, concluyó.
Cierto, nadie duda del rezago educativo agudizado por la covid-19 y de un rezago equivalente a dos años de escolaridad causado por el letal virus SARS-CoV-2, de acuerdo con las estimaciones del Banco Mundial. En esta preocupación coincidimos con el presidente de la república, pero ¿y el peligro que se cierne sobre los niños y adolescentes ante la apertura de las clases? Es una pregunta obligada a la que deben responder la Secretaría de Educación Pública (SEP) y el Gobierno federal. Y sobre las condiciones materiales, ¿están dadas para que los estudiantes retornen a sus aulas de manera segura? ¿Hay agua suficiente en las escuelas para lavarse las manos y desinfectarse los estudiantes? ¿Hay acaso un plan de remozamiento para todas las escuelas en todo el país? ¿Hay espacios suficientes en las escuelas para guardar la distancia mínima recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS)? ¿El gobierno de la república y la SEP ya proporcionaron un plan para la compra de los materiales médicos para un regreso seguro a clases? ¿El gobierno de la república garantizará la vacunación de la población en un 80 por ciento, como mínimo, para finales de agosto, como lo recomiendan los especialistas en el área? A éstas y otras cuestiones deben responderse correctamente y poner en marcha de inmediato las medidas y acciones que se deriven de ellas. Si la SEP y el presidente de la República están conscientes de estas necesidades y se comprometen, pues es su obligación, a salvaguardar la salud de los niños y adolescentes, entonces sí estamos de acuerdo en un retorno a clases presenciales. De lo contrario, más le valdría a la SEP y a AMLO no consumar el genocidio.
Ante la encrucijada de un regreso a clases en las condiciones actuales o seguir confinados por la salud y la vida de los mexicanos, la respuesta está clara. El gobierno y la SEP deben fijar su postura a favor de la salud de los niños y adolescentes y de todos los mexicanos, desde luego. De si regresamos o no a clases, no es cuestión de honor ni mucho menos, sino de velar y salvar la vida de los mexicanos, de todos, sin excepción.
La tercera ola del coronavirus que recorre el país es cosa seria y se le debe combatir con la ciencia y en serio: pero en lugar de eso, AMLO dice que la tercera ola forma parte de unos pequeños rebrotes, que no pasa nada, que son pocos los mexicanos que van a los hospitales, que no hay tantos hospitales saturados, que en comparación con las dos olas anteriores, ésta causa menos muertes y cuestiones parecidas como las afirmaciones imaginarias del Subsecretario de la Salud, Hugo López-Gatell Ramírez: “aunque hay más casos de covid-19 respecto a julio de 2020, la letalidad del mismo es apenas del 2%” (Forbes del 27 de julio de 2021); o como esta otra cita que la misma revista recoge: “cuando tuvimos el punto máximo de la primera ola la probabilidad era de 22% para las personas que padecen covid-19, ojo, no quiere decir que 22% de los mexicanos fallecieron, por supuesto”. O esta otra cita parecida: “en la segunda ola, la probabilidad de morir por covid-19 era la mitad, 11%, en este momento es menos del 2%. Esto es lo que está ocurriendo con la epidemia, continuamos vacunando”. Renglones seguidos continúa: “si las cifras se comparan respecto a julio de 2020, hoy existen 37% más contagios, no obstante, respecto a enero de este año, hay 34% menos casos”. Vaya comparación doctor López-Gatell. O sea que estamos mejor con respecto a los casos en enero de este año, pero peor que en julio del año pasado. ¿Y eso en qué ayuda para combatir eficazmente a la pandemia? ¿Acaso no es mejor estar por debajo de los casos del año pasado, con una tendencia a la baja? Estamos hablando de la vida de los mexicanos, no de los números a secas. Su comparación señor López-Gatell esconde la verdad. Usted y AMLO no quieren hacerse responsables de tanta muerte, 240 mil 456 con corte al 30 de julio de 2021, para ser exactos, y mucho menos muestran ni siquiera una pizca de preocupación por la vida de los mexicanos, pues ante sus ojos los contagios van creciendo rápidamente y no se toman las medidas correspondientes. Por ejemplo, 19 mil mexicanos se están contagiando diariamente y 400 muertes diarios, según los datos más recientes. Además, 15 estados de la República están en semáforo amarillo, 13 en naranja y uno en rojo (Forbes, 23 de julio de 2021). ¿A esto le llama AMLO pequeños rebrotes?
Pero eso no es todo. El señor López-Gatell no se detiene tampoco a pensar sobre las secuelas que va dejando el mortal virus a su paso, como los huérfanos que ya suman en total 131 mil 325, de acuerdo con la revista británica The Lancet, publicada el 20 de julio de 2021. Tampoco el doctor López-Gatell se detiene a pensar sobre los decesos oficiales acumulados y los que no fueron registrados, que de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), se registraron 35 por ciento más muertes por covid-19 que las reportadas oficialmente. ¿Acaso no le dice nada esto al doctor López-Gatell y al presidente de la República? Para ellos, las muertes y los contagiados son solamente números y porcentajes como lo señala el columnista Emmanuel Carrillo en su nota del 27 de julio en la revista Forbes: “Respecto a la mortalidad asociada al coronavirus, López-Gatell detalló que actualmente es menor en un 77%; es decir, cuando se estimaron 5 mil 719 muertes, respecto a la primera ola y un 87% menor frente al segundo impacto, donde murieron 9 mil 913 personas”. O sea que vamos bien, no pasa nada. No se están muriendo tantas personas como se proyectó. Vaya manera de razonar y de tapar su error y negligencia señor López-Gatell. Pero renglones más abajo López-Gatell termina mintiendo al pueblo de México. De acuerdo con su estimación “la tasa de mortalidad en México se redujo considerablemente gracias a que un 48% de la población está vacunada”. Sobre esto último hay artículos serios que opinan lo contrario. Cito solamente uno: en su artículo “Amenazante regreso a clases”, el doctor Abel Pérez Zamorano, quien recoge la nota de Enrique Quintana, de El Financiero del 27 de julio, señala: “el porcentaje de vacunación es muy bajo: apenas 18.4% de la población tiene el esquema completo –ni la quinta parte. Según analistas, la variante Delta, altamente contagiosa, puede ser contenida, siempre y cuando se aplique la vacuna completa mínimamente a 80% de la población, lo cual implica todavía 110 millones de dosis más. Y al paso que van las cosas, para el 30 de agosto el porcentaje alcanzaría a lo sumo 30%”. ¿Dónde está, pues, el 48 por ciento de la población vacunada del que se jacta tanto el doctor López-Gatell? No existe tal porcentaje, amigo lector. López-Gatell distorsiona la realidad con la venia de AMLO.
Ambos quieren que creamos que todo marcha a la perfección, que ya domamos a la pandemia, que no hay que preocuparse tanto y que la prioridad es regresar a las clases presenciales. AMLO y López-Gatell quieren imponernos una realidad distorsionada y que creamos en ella ciegamente. Este objetivo se logró en épocas de obscuridad, cuando la sociedad no conocía todavía la ciencia o cuando ésta estaba oculta y muy lejos al alcance del pueblo. Así, durante varios siglos, el pueblo se mantuvo sumiso y obediente. Pero hace tiempo de aquella época, ahora el pueblo se está despertando de su largo letargo; ahora se está educando y organizando, y gracias a ello y a la ciencia puede distinguir el mal y el bien; gracias a su organización, su olfato político se ha agudizado y a ello se debe que no puede ser engañado fácilmente. Por eso, aunque AMLO y López-Gatell se esfuercen por imponernos su voluntad con todo y su distorsionada realidad, no lo van a lograr. Aunque se imponga el regreso a clases presenciales por la fuerza, los padres de familia y los maestros protestaremos unidos por la salud de nuestros hijos. Veremos quién es el más terco, el presidente que no tiene la razón o el pueblo con la verdad de su lado.
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