El sueño del pueblo pobre de México, que hasta este momento suman más de cincuenta y cinco millones, es salir de la pobreza. Y es que hablar de pobreza implica hablar de la falta de acceso a los servicios básicos, a la educación, a una vivienda digna, a un sistema de salud digno (como el de Dinamarca, prometido por el mismo inquilino de Palacio Nacional), es tener un plato de comida en su mesa, es tener lo indispensable para vivir una vida plena, es tener un trabajo bien remunerado, pero ese sueño se ha roto.
Y basta con recordar a los gobiernos anteriores, cuya bandera de campaña era “sacar a los mexicanos de la pobreza”, a través de diferentes estrategias, pero al final de cada sexenio los resultados son los mismos, y, en algunos casos, peores.
La verdad es que quien llega a ocupar la silla presidencial sabe perfectamente los problemas de nuestro país y, a pesar de ello, no hacen nada por combatirlos, pues ellos tienen clara una cosa, sacar a los pobres de su miseria, es darse un balazo en el pie y dejar de tener tantos privilegios a costa de millones de pobres en México.
Las condiciones que rodean a la pobreza en nuestro país son, por poner algunos ejemplos la malnutrición que eleva los índices de mortalidad infantil y las enfermedades; un sistema educativo deficiente con un gran rezago; malos servicios de salud, carentes de medicamentos, tratamientos, estudios de laboratorio e imagen, entre otras muchas carencias. Además de la lamentable criminalidad, drogadicción, carencia o insuficiencia de servicios públicos como agua, luz, drenaje, calles pavimentadas, etcétera, sin olvidarnos de algo que existe y que promueve el mismo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador: la división social.
La verdad es que quien llega a ocupar la silla presidencial sabe perfectamente los problemas de nuestro país y, a pesar de ello, no hacen nada por combatirlos, pues ellos tienen clara una cosa, sacar a los pobres de su miseria, es darse un balazo en el pie
A veces se agradece la honestidad del jefe del ejecutivo; ustedes amigos lectores recuerdan cuando mencionó en su mañanera que cuando se apoya a los pobres va uno a la segura, es decir que es preferible tener una base social pobre para fines políticos que, en verdad, tomar acciones para sacarlos de la miseria en la que viven. Eso nunca lo harán, pues se les acabaría su mina de oro.
Pero ¿por qué seguir una política donde a los más necesitados de nuestro país se les toma como capital político, donde solo hacen presencia en las elecciones (como ahora lo vemos con las “corcholatas”), donde después de cada elección son olvidados, menospreciados, se les escupe en la cara y cuando exigen sus derechos son golpeados y negados por las autoridades? La respuesta es bien sabida, pero me gustaría que ustedes compañeros nos ayudarán a contestarla.
De mi parte y con la mejor intención les digo que, las promesas de cualquier candidato (que no sea antorchista) serán puras mentiras, serán promesas al aire y que jamás van a cumplir, y a los únicos que van a sacar de la pobreza son a sus familiares, como lo hemos visto con el actual gobierno; por eso, una y otra vez, insisto en que la única solución es organizarse y luchar con el Movimiento Antorchista Nacional (MAN).
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