Desde de la fundación de su partido y a casi tres años de la llegada de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a la presidencia de la república, su política ha girado en torno a su figura. Desde el inicio ha pregonado cínicamente ser el sucesor de personajes simbólicos y trascendentes en la historia de nuestro país. Ha vendido su imagen como una especie de salvador de las clases trabajadoras, un “mesías” que le dará a México una revolución pacífica que terminará con todos los males que padece la patria.
Pero debemos recordar que, “las revoluciones sociales no las hacen las personalidades, por muy brillantes o heroicas que ellas sean. Las revoluciones las hacen las masas populares”. AMLO, más allá de autoconsiderarse el Jesucristo tabasqueño, ha demostrado ser uno de los presidentes menos aptos de entre tantos que han llegado poder; sus rasgos coinciden con los de una persona megalómana, narcisista, paranoica y, además, sufre de una incultura que flota a la vista: el presidente miente sin rubor, autoproclama logros y talentos inexistentes, su sentimiento de superioridad, su egocentrismo incomparable y su arrogancia lo han hecho padecer la burla internacional. Es agresivo con todo aquel que se atreva a cuestionarlo o a tener ideas distintas a las que proclama, solo empatiza con personas que están de acuerdo con él, que piensen como él y que puede dominar, mantiene una actitud desafiante, inflexible para reconocer otro tipo de realidad diferente a la suya. Sus ideas tercas y su delirio de grandeza han hundido, día con día, desde el inicio de su gobierno, a las mayoría de los mexicanos y, lo peor, AMLO vive en su ensueño de “los otros datos”. Colocar en el poder a una persona con desordenes mentales, lejos de encaminarnos a una Cuarta Transformación (4T), ha traído severas consecuencias en todos los ámbitos. La ineficiencia, torpezas, demagogia y errores de su gobierno, han aflorado inevitablemente.
En la anterior semana el presidente rindió su Tercer Informe de Gobierno (en el tercero, ya no es tan fácil seguir echando culpas a gobiernos anteriores y lavarse las manos descaradamente) en donde, organizaciones no gubernamentales como el INDESIG, ONEA y SPIN señalaron que el mandatario realizó más de 88 afirmaciones falsas o no comprobables. Por ejemplo, sobre la recaudación de impuestos, dijo: “Estamos mejorando nuestra recaudación de impuestos, procurando cobrar a grandes corporaciones nacionales y extranjeras que se las ingeniaban para no pagar sus contribuciones (…) no existe el ofensivo privilegio de la condonación, estamos cobrando deudas vencidas y no se tolera el fraude fiscal”
Sin embargo, según una investigación de la ONEA, durante el 2021 el Sistema de Administración Tributaria (SAT) condonó 293.3 millones de pesos en multas a 862 contribuyentes, entre los que destacan Carlos Slim, Carlos Hank González y el periódico La Jornada.
Otra falsa afirmación del mandatario: “70% de los hogares está inscritos a un programa social”. No obstante, datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) señalan que sólo un 30% de los hogares reciben al menos un programa social, un porcentaje incluso menor al del 2016, cuando 31% de los hogares contaban con al menos un apoyo. Y otra: “la política de austeridad ha permitido financiar los programas sociales para los más pobres y marginados”. Sin embargo, según una investigación del INDESIG, en realidad durante el 2014 hubo más gastos en programas sociales que durante el 2019, 2020 o 2021.
Sin duda, AMLO ha evitado dar datos crudos sobre la realidad de nuestro país, por ejemplo, no se habló de la incapacidad criminal para operar la pandemia, no se mencionó que México es uno de los países con las tasas más altas de casos y muertes por covid-19 a pesar de ocupar los últimos lugares en aplicación de pruebas. Y que las muertes en casos con covid-19 se han concentrado desproporcionadamente en los municipios con mayores niveles de marginación socioeconómica.
Los índices de violencia, por otra parte, han alcanzado niveles históricos. De acuerdo con datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), y del Inegi, al inicio de 2021 se habían contabilizado 76 mil 841 víctimas de homicidio doloso, en junio de 2021 esta cifra pasó a 87 mil 271 y en julio, a 91 mil 619 víctimas en lo que va del sexenio. Dato que contrasta con los 42 mil 489 asesinatos ocurridos durante todo el sexenio de Peña Nieto. Según la ONC, en el primer semestre de 2021, se reportaron, diariamente, 82 homicidios dolosos como promedio diario, tres feminicidios, dos secuestros, 713 casos de violencia intrafamiliar, 58 violaciones, 278 robos a transeúnte y 41 en trasportes públicos.
Y ni hablar ahora del proceso electoral más violento de la historia, pues con su política de “abrazos, no balazos” aplicada a la perfección en la narco-elección del pasado 6 de junio, el mandatario dejó claro que México es un narco Estado y que el crimen organizado, con él en el poder, realiza su trabajo ilegal en total estado de impunidad.
Incertidumbre económica: al inicio del sexenio se afirmó que el crecimiento promedio del PIB de 2019 a 2021 sería de entre 3.4 y 5 por ciento anual, pero la realidad es que solo ha sido del 1.1% anual. El gobierno de la 4T también había previsto un aumento de casi ocho millones de empleos más en el mismo periodo, pero el crecimiento es tan solo de 175 mil empleos.
Pero la realidad es terca y la crisis por la que atraviesa México no cambiará con declaraciones alegres, promesas utópicas u otros datos, la realidad se impone, nos exige, y los afectados debemos actuar pronto, quitarnos la venda de los ojos y poner un alto, de lo contrario vendrán más consecuencias irreparables; el poner a una persona no apta en el poder, nos cobrará la factura, y saldrá muy cara.
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