La investigación económica coincide que el inicio del siglo XX, fue el punto de madurez para el sistema económico de libre mercado, para el capitalismo, dando con ello un salto de calidad, el cual consistió en romper las barreras fronterizas de los países, convirtiéndo su influencia e interdependencia en un gran número de naciones, transformándose en imperialismo o fase imperialista, como le denominaron.
Esta fase se caracterizó por el surgimiento de los monopolios, truts, etc., todas las formas en que los grandes capitalistas se asocian, después del proceso de concentración y centralización de capital, que duró varias décadas previas.
Esa monopolización de las economías capitalistas más avanzadas, trajo como consecuencia el rápido crecimiento de la productividad del trabajo humano, es decir, la capacidad de producir grandes cantidades de mercancías listas para su venta a consumidores de un mercado mundial; con ello se intensificó la actividad comercial y la acumulación de ganancias, incrementando la acumulación de capital en su forma dinero, el cual, como señaló Lenin, se resguarda en bancos, provocando un desarrollo exponencial del sistema financiero en el país imperialista, pero ese incremento de la masa de mercancías y del capital concentrado en bancos, sobrepasó la capacidad de consumo y de inversión productiva del mercado interno de ese país; por tanto, se convirtió en asunto de vida o muerte para el sistema, la búsqueda de nuevos mercados para ese cúmulo de mercancías y para los capitales ociosos, emprendiendo la conquista de nuevos mercados, se generó la globalización.
Pero la globalización, conocida hoy por la creciente integración de las economías del mundo, a través del comercio y los capitales financieros, en el fondo no es más que la explotación de los recursos naturales, la mano de obra nativa, los mercados y posibilidades de inversión, para convertirse en derecho exclusivo del imperialismo que logra esa integración. Bajo esta forma las industrias, hoy en día, han llegado a territorios no pensados, ofertando mercancías de todo tipo, creando una interdependencia mundial, pero también, la perpetuación de la desigualdad, de la pobreza y la injusticia en el mundo.
Esta integración económica ha permitido que las industrias aumenten y se modernicen a paso veloz, pues en el capitalismo actual, las etiquetas “hecho en”, son anacrónicas, ahora la mayoría de los productos elaborados a mano, son hechos en el mundo. Los diversos componentes se producen en distintas partes del planeta, las cuales son unidas posteriormente, para llegar después a los aparadores de los centros comerciales.
Sin embargo, este avance de la industria acrecenta al capital, por ende, aumenta la ganancia, que es el afán de los capitalistas como señaló Marx, pero que también, trae consigo pobreza y miseria para los obreros, a quienes se les pagan salarios de hambre.
En México, un claro ejemplo es la industria de la moda, integrada por los sectores de manufactura y comercialización de textiles, prendas de vestir, calzado y accesorios, pues de acuerdo al informe La precaridad no pasa de moda, elaborado este año por Acción Ciudadana Frente a la Pobreza (ACFP), en nuestro país se encuentran 44 de las 50 marcas con mayor valor en el mundo, como Nike, Adidas, Chanel, etc., estas marcas representan un valor económico que se estima en 3 billones de dólares; los cuales están distribuidos en 373,772 Unidades Económicas (UE) -o mejor conocidas como empresas-, de estas, la quinta parte, es decir, 77,605 UE están en el sector de la manufactura, mientras 296,167 pertenecen al sector comercio.
El informe de ACFP señala que "el conjunto de la industria de la moda que ofrece prestigio y buen gusto, muestra el cobre en las condiciones laborales, pese a su fortaleza económica: considerando al conjunto de la población ocupada (formales e informales): Ocupa a 3 millones 196 mil personas, 60% son mujeres: 1 millón 914 mil. [...]2.3 millones, casi 3⁄4 partes del personal ocupado carecen de ingreso laboral suficiente para superar el umbral de pobreza (72%). 1.7 millones de personas, poco más de la mitad, carecen de acceso a servicios de salud y demás protecciones del seguro social (53%)”, con ello se confirma que mientras el imperialismo acrecenta sus ganancias y crece su capital exhorbitantemente, los obreros, que son realmente quienes crean la plusvia, el valor, solo se les retribuye el pago de su fuerza de trabajo y no su trabajo producido, esto, mediante su salario, tal como lo precisó Lenin. Y el caso de los obreros de la industria de la moda es una muestra, pues no ganan el salario de 11, 291 pesos mensuales que señala el Coneval, como el necesario para superar el umbral de pobreza, si no salarios de hambre.
Y aunque la ACFP sugiere algunas recomendaciones que ayuden a paliar las condiciones de seguridad social de los obreros de la industria de la moda, es necesario decir que eso no basta, pues lo que se requiere son medidas mayores en proporción al tamaño del problema, las cuales no son otras, mas que un cambio en el modelo económico, uno en que no se deje de producir inmensa riqueza, pero a condición de que sea repartida en salarios adecuados, en condiciones dignas para los trabajadores, en darle salud, seguridad, educación, deporte y cultura a la población, mientras esto no ocurra, seguiremos lamentándonos.
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