Recientemente, el presidente Andrés Manuel López Obrador se refirió a una lista de políticos mexicanos que, siendo opositores al partido de su propiedad, el del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), podrían estar en condiciones de ser precandidatos a la presidencia y sucederlo en el cargo.
Mas no lo hizo con el respeto que debería guardar su investidura, lo hizo mofándose de ellos, burlándose, como si estuviese convencido de que los morenistas habrán de triunfar de nuevo en las urnas, sólo porque él lo piensa o lo dice.
Cuando se refirió al gobernador de Coahuila, Miguel Ángel Riquelme Solís, el promotor de la llamada Cuarta Transformación no hizo comentario alguno, simplemente lo nombró y pasó a los demás probables aspirantes en tono burlón.
Es decir, se guardó el sarcasmo al referirse a Riquelme porque, sin duda, sabe perfectamente que con un coahuilense no se juega, que esta tierra es de hombres y mujeres echados pa’delante que no se andan por las ramas ni se amilanan ante nada, ni ante nadie.
López Obrador también sabe que si alguien le ha puesto la muestra de cómo se debe gobernar ha sido el gobernador de Coahuila, implementando proyectos y estrategias que no tan solo han permitido la recuperación en la salud de la gente tras la pandemia de covid-19, sino también en lo económico, dejando atrás la difícil situación generada por dicha enfermedad.
Y sabe también que, a pesar de que su gobierno le ha robado recursos millonarios al estado, aquí no estamos esperando que al señor presidente se le ocurra regresar lo esquilmado, que se trabaja diariamente en la unidad de sectores y gobierno para la construcción de la tierra progresista que habrá de ser heredada a nuestras nuevas generaciones.
Se puede entonces comprender por qué López Obrador no se burló de Riquelme Solís, como lo hizo con otros actores políticos opositores a su camino, porque sabe bien que, bajo el mandato del gobernador, esta tierra cuenta con verdadera seguridad, mejoría en salud, educación y atención a todos los gobernados.
Por igual está enterado de que los coahuilenses somos ejemplo a nivel nacional y aún en otras naciones como una tierra de trabajo y paz social, donde sus hombres y mujeres son tan capaces que logran arrancarle frutos al desierto.
Y es cierto, no se equivocó López Obrador cuando soltó el nombre de Riquelme Solís como probable aspirante a sucederlo en esa encomienda que para él le ha resultado sumamente difícil y donde ha dejado mucho qué desear, incumpliendo sus promesas, incurriendo en todo tipo de tropelías en contra de sus compatriotas, cayendo en la corrupción y la mentira, engañando a su pueblo para tratar de pasar a la historia como un buen mandatario, cosa que ya ha quedado muy alejada de la realidad.
Porque si el gobernador de Coahuila fuese el candidato a la presidencia de México, y llegase a triunfar, desde hoy les puedo asegurar que México saldría de todos los problemas que actualmente lo están asfixiando bajo la torpe actuación de los promotores de la 4T.
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