Treinta millones de ingenuos votantes le dieron el triunfo a Andrés Manuel López Obrador y lo hicieron presidente de México creyendo en su bandera de “primero los pobres”; 30 millones de personas que creyeron en sus prédicas de honestidad y en su lucha anticorrupción, 30 millones de que creyeron sus dichos de que en cuanto llegara al poder, los delincuentes cambiarían armas por tractores y que la gasolina iba a bajar hasta costar 10 pesos el litro.
Hubo voces de alerta en el sentido de que las promesas de campaña eran falsas y que el entonces candidato no era de confiar pues era un ignorante en economía y su trayectoria política no era confiable porque se decía enemigo acérrimo de priístas y panistas acusándolos de lo peor siendo como lo es, que él se encumbró en el poder gracias a su pasado priísta; lo mismo se decía por su trayectoria violenta e ilegal como político que lo mismo quemaba pozos petroleros que mandaba al diablo a las instituciones y porque quienes lo conocían, aseguraban que su gobierno en la Ciudad de México era más propaganda que acciones reales.
Más de cuatro años de gobierno han pasado y pese a la inmensa publicidad que paga, los resultados le dan en la cara a López Obrador. La pobreza no se ha reducido, ahora tenemos un incremento mayor a los tres millones de pobres; al señor se le ha hecho fácil decir absurdos como el promrter que tendremos un sistema de salud similar al de Dinamarca cuando en la realidad, los hospitales carecen de medicinas, de equipo y de personal; si los enfermos no cuentan con recursos para atenderse en hospitales privados difícilmente se salvan; prometió que iba a encarcelar a los corruptos y sus familiares, amigos y allegados resultaron más corruptos y descarados. Las carreteras son un desastre, no hay inversión para fomentar el empleo, no hay programas de mejoramiento de vivienda, no hay proyectos productivos, y los programas clientelares de López Obrador han sido un fracaso tanto por la corrupción como por la opacidad en su manejo, de modo tal, que dichos programas no llegan a sus verdaderos destinatarios.
López Obrador no se cansa de presumir que, gracias a su gobierno, el peso se mantiene fuerte y prueba de ello es que el dólar ha bajado de precio. La caída del dólar tiene una explicación muy diferente a lo que dice él y sus apologistas, y aunque no es objeto del presente análisis, mientras tanto diré que el peso, respecto a las mercancías en general, ha perdido mucho poder adquisitivo; por ejemplo, antes de 2018 comprábamos el kilo de huevo a 16 o 17 pesos y ahora sobrepasa los 50 pesos; el kilo de tortillas lo comprábamos a 11 pesos y ahora cuesta 24 pesos. Igualmente presume el incremento de las remesas que envían nuestros paisanos de Estados Unidos o Canadá cuando en otros tiempos criticaba que los paisanos se fueran a trabajar al extranjero porque decía que eso era muestra del fracaso de los gobiernos anteriores, es decir, que para éste señor, lo que en otros es un defecto abominable en él es una virtud.
Su supuesta lucha anticorrupción resultó más falsa que una moneda de 14 pesos. Por un lado, salen escándalos que evidencian la corrupción de familiares y amigos y por otro, los justifica como a Delfina Gómez o a la ministra jazmín Esquivel. Y para rematar, al ver que no se pudo reelegir como era su sueño dorado, pretende desmantelar al INE que es el último reducto de nuestra maltrecha democracia.
La esperanza del bienestar, generada por el pretendido salvador de México, ha sido aniquilada por él mismo; está muerta y enterrada por su propio creador.
Ahora es cuando debieran surgir los adalides que defiendan al país de las pretensiones autocráticas de López Obrador; sin embargo, parece que por el lado de la oposición, no hay intenciones de corregir los errores que cometieron en el pasado y por los cuales los pobres votaron masivamente a favor de este señor; tanto en el PRI, como en el PAN y Movimiento Ciudadano, hay destacados representantes que muestran un franco rechazo a organizaciones sociales como el Movimiento Antorchista que ha resistido los embates aniquiladores del mandatario federal que representan a sectores amplios de la población y que pueden ser determinantes en la defensa del país; hay antecedentes de actitudes represivas de gobernantes de dichos partidos, a los cuales, cuando les conviene utilizan a las organizaciones para su beneficio y una vez logrado su propósito les dan una patada en las traseras partes y los mandan a freír espárragos; así tampoco se revive la esperanza.
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