Es de conocimiento común que, al concluir la Segunda Guerra Mundial, en varios países del mundo, aunque principalmente de América Latina y Asia, emergieron regímenes dictatoriales apoyados o al menos con el consentimiento del imperialismo norteamericano.
El objetivo de dichas dictaduras era frenar el crecimiento de los partidos comunistas y el avance de gobiernos progresistas. Marcos Pérez Jiménez en Venezuela, Manuel Odría en Perú, Fulgencio Batista en Cuba, Carlos Castillo Armas en Guatemala, Suharto en Indonesia y Ayub Khan en Pakistán, son algunos ejemplos de lo antedicho. Cabe aclarar que el respaldo del imperialismo norteamericano a tales dictaduras no siempre fue evidente, de hecho, en la mayoría de los casos se hizo de manera velada.
Varias de estas dictaduras fueron catalogadas como fascistas, sin embargo, no todas lo fueron o tuvieron la misma influencia a pesar del carácter despótico. Para continuar, es conveniente indicar que no es posible encontrar igualdad entre acontecimientos debido a que estos nunca se repiten tal cual sucedieron anteriormente, aunque se pueden encontrar semejanzas, sobre todo si persisten los factores económicos, sociales, políticos, etcétera, que los hicieron posibles.
Lo antes mencionado es crucial porque algunos teóricos como Richard Pipes, entre otros han planteado que la Italia fascista y la Alemania nazi no tuvieron como base el capitalismo, sino otros sistemas económicos, no obstante, historiadores como Josep Fontana, Eric Hobsbawm y Domenico Losurdo han demostrado que el fascismo y el nazismo fueron una forma extrema del capitalismo, como dijera Palmiro Togliatti, fueron o son la última trinchera del capitalismo. Su nacimiento y desarrollo se dieron en momentos en que convergieron situaciones complejas que anteriormente no habían existido.
El fascismo en Italia surgió después de la Primera Guerra Mundial como una respuesta a la terrible situación en la que se encontraba el país después de que los partidos tradicionales no pudieron sostenerla y la llevaron a la ruina total, y a la creciente influencia en la población de los comunistas, socialistas y otros grupos por lo que la continuidad del estado burgués y del capitalismo estaban en duda.
Por ejemplo Giuliano Procacci menciona que en las elecciones de 1919 los socialistas obtuvieron 32.5 por ciento de los votos y el Partido Popular 20.2 por ciento. Antonio Gramsci, destacado líder comunista de esos tiempos analizaba así la situación: “cuando tales crisis se manifiestan, la situación inmediata se torna delicada y peligrosa, porque el terreno es propicio para soluciones de fuerza, para la actividad de potencias oscuras, representadas por hombres providenciales o carismáticos”.
Josep Fontana señala que “Benito Mussolini era hijo de un herrero socialista. De limitada cultura, se convirtió en 1908 en un periodista socialista de izquierda, opuesto a la entrada de Italia en la guerra. Incapaz de arrebatar el control a los dirigentes reformistas, acabó expulsado del partido y aceptó dinero de los industriales para transformar su periódico, Il Popolo d’Italia, en el ‘periódico de los combatientes y de los productores’, en que expresaba sus nuevas ideas sobre la concordancia de intereses entre los productores burgueses y los productores obreros”.
El 23 de marzo de 1919 fundó los Fasci italiani di Combattimento, organización que agrupaba a veteranos de guerra, viejos izquierdistas decepcionados, futuristas, sindicalistas revolucionarios y personajes del más diverso pelaje. Participó en las elecciones en noviembre del mismo año, pero obtuvo pésimos resultados.
Su movimiento se pudo mantener debido a los actos violentos de sus escuadras en las zonas rurales del norte y al financiamiento de los terratenientes. En menos de dos años llegó a tener más de 250 mil afiliados: veteranos de guerra, jóvenes de clase media, propietarios, campesinos acomodados, etcétera. Mussolini tenía claro que el camino hacia el poder necesariamente tenía que pasar por el pacto con las fuerzas dominantes en la sociedad como la monarquía, el ejército, la iglesia y los grandes industriales. Con ellos se alió en 1921 y obtuvo 35 diputaciones.
Tuvieron que transcurrir tres años más para que en 1924, después de la fundación del Partido Nazionale Fascista, del incremento de la violencia y la neutralización de los sindicatos fascistas, de la escisión del Partido Socialista, de la traición del rey al jefe de gobierno Luigi Facta, obtuviera mayoría en las elecciones. Dichas elecciones estuvieron ensuciadas por todo tipo de violencias, a tal grado que el diputado Giacomo Matteoti al denunciarlas, también fue asesinado. En 1925, Mussolini aprovechó que tenía el control sobre la cámara para hacerse nombrar jefe de gobierno, lo que significaba que podía gobernar personalmente.
Los hechos demuestran que lo prometido no era más que palabrería, que el verdadero objetivo era eliminar todo tipo de oposición que pudiera encabezar una revolución contra el capital, por lo que resulta contundente la afirmación de Fontana de que casi todo fue escenografía (saludo romano, camisas negras, arquitectura monumental, la propia figura del Duce, etcétera), que lo que realmente perseguían era el exterminio del comunismo
¿Cuál era el contenido concreto del fascismo? Resulta complicado responder de una sola manera, de hecho, existe una vastedad de textos que hablan al respecto. El corporativismo, el partido de masas, el exterminio de los adversarios, el autoritarismo, el culto al jefe, el nacionalismo reaccionario y la persecución a los comunistas son algunos elementos que lo identificaron.
Es importante insistir en que los dichos y los hechos no siempre coinciden y en el caso del fascismo es característico esta diferencia. Por ejemplo, Rubén Salazar Mallén menciona que una de las grandes promesas del fascismo a la sociedad fue la recuperación de Italia, sobre todo de la paz “…la Italia de la primera posguerra estaba desgarrada y al borde del colapso, debido a que la lucha de clases había desatado una violencia sin control. El fascismo, al proponer la paz social, es decir, la conciliación de las clases, prometía la abolición de la violencia, y aunque la prometiera indirectamente y en forma imprecisa, era una esperanza de tregua, anhelo supremo de muchos italianos”.
A ello se debió el incrementó rápido de su popularidad y la aceptación de sus políticas extremas. Es importante este hecho porque la historia oficial le ha cargado toda la culpa de las masacres e injusticias a Mussolini y a su camarilla, no obstante, la historia fue diferente, lo real es que diversos grupos de la población, principalmente la pequeña burguesía y una parte de la gran burguesía, conocieron y entendieron el propósito central del fascismo, pero por conveniencia o miedo no hicieron nada para denunciarlo y detenerlo.
Los hechos demuestran que lo prometido no era más que palabrería, que el verdadero objetivo era eliminar todo tipo de oposición que pudiera encabezar una revolución contra el capital, por lo que resulta contundente la afirmación de Fontana de que casi todo fue escenografía (saludo romano, camisas negras, arquitectura monumental, la propia figura del Duce, etcétera), que lo que realmente perseguían era el exterminio del comunismo.
¿Qué pasó después de que los fascistas se afianzaron en el poder, sobre todo Mussolini?
Decretaron leyes que iban en contra de la organización popular como la ley sobre las asociaciones y de prensa, la ley sobre administraciones locales que ponía fin al principio de su elegibilidad, un nuevo texto único de seguridad pública y una ley de la defensa del estado, una ley sobre administraciones locales que ponía fin al principio de su elegibilidad.
“En 1928 el edificio del nuevo estado fascista se completó con la reforma radical de la ley electoral, que confió al Gran Consejo el cometido de presentar la lista de los cuatrocientos diputados del colegio único nacional que los electores estaban llamados a aprobar o rechazar en bloque; a esto se añadió la transformación del Gran Consejo del fascismo en organismo institucional, con amplias competencias, entre ellas la de tener voz propia en las cuestiones tocantes a la sucesión al trono. Finalmente, en 1930, entró en vigor un nuevo código penal, de inspiración conservadora, elaborado por Alfredo Rocco. Mientras tanto el régimen reforzaba y extendía su control sobre la sociedad: sobre la organización de la juventud, con la institución de la Opera nazionale Balilla (1926), sobre el tiempo libre, con la Opera nazionale Dopolavoro (1925), sobre los nuevos medios de comunicación de masas, con la constitución del Ente italiano audizioni radiofoniche (EIAR).”
¿Qué pasó con la economía fascista? Más allá de pequeños momentos de crecimiento, la economía italiana no pudo recuperarse realmente, pues las medidas aplicadas no distaban mucho de los gobiernos anteriores, aunque algunos sectores como la pequeña burguesía y parte de la gran burguesía si se beneficiaron. El corporativismo nunca se llevó a cabo, aunque sirvió de justificación para la eliminación del libre sindicalismo y obligó a los obreros y a sus líderes a pertenecer a los grandes sindicatos progobierno. Fue así como los fascistas evitaron una revolución proletaria en Italia y permitieron la permanencia del capitalismo.
En las discusiones actuales, como en las anteriores, no hay acuerdo común en cómo nombrar a los estados que repiten la ideología y algunas acciones fascistas; algunos hablan de neofascismo, otros de posfacismo, otros más de semifascismo, etcétera. Considero que más allá del nombre, que sí importa, lo fundamental es entender lo mejor posible cómo funcionan estos Estados, pues solo de esta manera se les podrá combatir con mayor efectividad.
¿Qué interés tiene en estos momentos hablar sobre este tema? La respuesta es que el gobierno actual, de la 4T, se parece al fascismo y se parece más a otros estados autoritarios, por lo que su análisis es crucial. Nos vemos en la segunda parte…
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