El fantasma de la inflación que ronda permanente la economía mexicana en estos días parece más persistente que de costumbre. Inegi reportó que hasta septiembre la inflación anual alcanzó 6%; este es el doble de la meta de inflación establecida por el Banco de México de 3%, el organismo encargado de la política monetaria del país, y se prevé que alcance 6.2% este año. De acuerdo con Banxico, las presiones sobre el nivel de precios son fundamentalmente externos y son: 1. el incremento de costos de materias primas, especialmente la de los energéticos (solo como ejemplo, el precio mundial del gas natural aumentó 180% en el último año); 2. los cuellos de botella provocados por la emergencia sanitaria y que incrementa los costos por unidad producida; y 3. así como presiones inflacionarias externas. La respuesta de este organismo ha sido el alza de la tasa de interés, por tercera vez consecutiva, hasta 4.75%.
Banxico tiene como objetivo primordial y único “mantener una inflación baja y estable”. El medio que usa para lograrlo es mediante la determinación de la tasa de interés objetivo a la que presta dinero a la banca comercial. Un incremento de la tasa de interés hace más caro el dinero. Banxico espera que la gente que tenga dinero lo ahorre, que consuma menos, que no gaste dinero. Asimismo, que quien pensara en hacer una inversión, sea muy prudente, reconsidere hacerlo porque el costo del dinero, el costo del crédito es más alto ahora. Pero, reducir la inversión implica menos empleos y contención de la recuperación. Y esto, sin que se garantice el control de la inflación, pues en ningún caso impactará en los costos de las materias primas, ni en el flujo de las cadenas de valor, a los que aduce, el mismo Banxico, las presiones inflacionarias.
Ahora bien, una de las medidas más cacareadas por el gobierno de la 4T es el incremento histórico del salario mínimo. Se precian de hacer una política salarial para recuperar la capacidad de compra del salario mínimo que registró una caída en picada desde los años ochenta. Presumen que en estos años el salario mínimo nominal ha registrado un incremento de más de 20%. Así visto resulta espectacular, pero una mirada más atenta deja este incremento en mero atole con el dedo para los trabajadores. El salario mínimo en 2021 está fijado, para la mayor parte del país, en $135.6 pesos por jornada diaria de trabajo. Un incremento anual de 4% respecto al de 2020. Esto hace un ingreso mensual para un trabajador con este ingreso de 3,255 pesos; total que, a razón de 3.6 miembros del hogar, hace un promedio de 904 pesos. Es decir, apenas la mitad del costo de la canasta mensual que en septiembre de 2021 costaba 1,847 pesos.
La inflación es un promedio ponderado del incremento de los precios de las diversas mercancías que se intercambian en el mercado. Ahora bien, si observamos lo que ocurre con el incremento de los precios de la canasta básica, que comprende los bienes y servicios mínimos para la vida de un mexicano, ha aumentado 6.8% anual. Con este incremento y a pesar del incremento al salario mínimo de la 4T de estos 3 años inclusive, con todo lo histórico que pueda llegar a ser, el salario mínimo menos alcanza para satisfacer las necesidades básicas de un hogar promedio mexicano.
La inflación observada está haciendo humo los incrementos al salario mínimo del gobierno de la 4T. Desde el gobierno no hay ni una política coherente de combate de la inflación, ni tampoco disposición para tomar las medidas sobre el salario mínimo que de verdad impacten el nivel de vida de la gente. Esta es la realidad la quieran o no reconocer.
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